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Esteban Schenone: una vida en movimiento

El nene viaja agarrado del caño. Está solo y viene de lejos. Una señora lo mira extrañada. Cada vez son más los nenes que piden o venden baratijas en el subte. Estamos en el 2001 y el país acaba de estallar en mil pedazos. Pero el nene no trae en sus manos estampitas de santos ni nada que pueda vender. Viaja solo, eso es todo. Hay lugar para sentarse pero prefiere ir parado. Mira los pies de la gente y juega a adivinar a qué se dedica cada uno. Después mira los suyos, tan chiquitos, tan enérgicos y con tantos callos.

El nene, oriundo de Mercedes, se llama Esteban Schenone y ahora se baja en la estación Tribunales y camina hasta el emblemático teatro Colón, donde intenta construir un sueño en tiempos en que el país se desmorona.

— La primaria la hice en el colegio San Antonio y terminé sexto y séptimo en Buenos Aires, en el colegio frente al teatro Colón. Mis hermanas iban a danza y yo iba a Ahí me empezó a gustar la danza, pero allá, en Mercedes, no había ningún varón. Yo quería… ponía la tele y cuando enganchaba un ballet me enloquecía. Así que empecé con la profesora Haydee Grobba. Tenía siete años y me gustaba muchísimo y mamá -Amalia Guaragna- vio eso y me propuso ir al Colón, tomar los exámenes para iniciar la carrera. El primer año yo tenía nueve, di el primer examen físico y el segundo técnico, pero el tercero no lo pasé. Así que me preparé todo un año y al año siguiente volví a dar el ingreso y ahí quedé.

Son las ocho de la mañana. Esteban entra al teatro Colón a tomar tres clases. Al mediodía irá a almorzar su vianda a un barcito. De allí irá al colegio frente al teatro y más tarde continuará su jornada tomando clases con un maestro particular -gracias a una beca- en un estudio de danza. Su día -cada día- terminará de noche, cuando el hijo de la casa donde vive lo vaya a buscar.

Antes de vivir donde vive –en la casa de un matrimonio amigo de la madre–, tuvo otras dos experiencias con chicos que comenzaban sus estudios universitarios y que Amalia conocía bien por haberlos dirigido en el coro juvenil de Mercedes.

–Al principio viví con Juani. Mi mamá alquiló un departamento y como Juani se iba a estudiar a Buenos Aires, le propuso que me cuidara y que se quedara ahí. Fue hace mucho y no duró nada. Creo que él duró una semana y no aguantó y se quiso volver. No se si fue por mi culpa o qué, jajaja.

«A los 15 fui con unos compañeros a una audición del ballet de Julio Bocca. Yo ni enterado, ellos me llevaron. Al final el único que quedó fui yo. Tuvo que venir mamá porque había un contrato, era trabajo».

–¿Y después?

–Mamá entonces le propuso a Marilina que a cambio de tener donde vivir me cuidara, me llevara a los lugares que tenía que ir. Yo tenía once. Ella también era chica, tendría cerca de veinte, seguro. Ella aguantó un mes. Fue hermoso, yo la re quería y ella también. Nos habíamos encariñado, pero ella tampoco aguantó y se quiso volver a Mercedes.

–Y vos, con once años, aguantaste…

–El baile compensaba todo. Yo estaba seguro de lo que quería. Para mí era mágico ir al Colón. Lo demás era secundario. Obviamente extrañaba, pero bueno. Los fines de semana me volvía solo a Mercedes en combi o en el 57.

Suena el despertador. Esteban despierta temprano. Ese día no irá al Colón, -no repetirá la rutina que sostuvo de los once a los diecisiete- sino a una audición del ballet de Julio Bocca. Pisa la sala de ballet con los pies descalzos. Se despereza. Después se viste, dobla la frazada y las sábanas y las coloca sobre una silla, levanta el colchoncito y lo guarda en el vestuario donde también lleva la silla. Despeja la sala de baile antes que comiencen las clases. Esteban tiene 15 años y ahora vive solo en el estudio de danza, donde volverá a la tardecita a tomar clases y a tirar el colchón guardado en el vestuario.

Su día es movimiento. Su vida es movimiento.

Esteban Schenone no tiene un perfil en Wikipedia. Seguramente, si hubiera pasado por el concurso de baile de Tinelli, lo tendría.

–A los 15 fui con unos compañeros a una audición del ballet de Julio Bocca. Yo ni enterado, ellos me llevaron. Al final el único que quedó fui yo. Tuvo que venir mamá porque había un contrato, era trabajo. Lamentablemente en ese momento tuve una lesión en la espalda y pude hacer poco y Estuve seis meses contratado. No fue una buena elección porque era muy chico. Tendría que haber terminado la escuela. No estaba maduro del todo para trabajar profesionalmente. Mucha exigencia física. Al  año siguiente volví a ingresar al Colón, por suerte me tomaron de nuevo. Seguí en sexto año -la carrera de danza en el Colón son ocho años y dos más, optativos, de perfeccionamiento- hice un año más y ese año audicioné en el teatro Argentino de La Plata. Yo ya tenía 17. Ahí también quedé y acá estoy, viviendo en La Plata desde el 2005.

–¿Se puede vivir del baile en Argentina?

–No es fácil, no hay muchas compañías, pero se puede. La gente te pregunta de qué trabajas, además de bailar. Yo trabajo de esto, tengo un sueldo y me voy a jubilar a los 40. Es como un empleado público.

Esteban Schenone no tiene un perfil en Wikipedia. Seguramente, si hubiera pasado por el concurso de baile de Tinelli, lo tendría. Si lo tuviera, Wikipedia diría, entre otras cosas, que obtuvo la beca “a la excelencia en las Artes” otorgada por la Presidencia de La Nación, que La CIAD (Confederación Internacional de Profesionales de Danza) lo premió entre “Los Mejores de Argentina”, que obtuvo una beca de Estudio en el Centro Pro-Danza de Cuba y que fue premiado en diferentes concursos nacionales e internacionales. También diría que en diciembre de 2016 fue invitado por la compañía oficial Cisne Negro (San Pablo, Brasil) para protagonizar el ballet “Cascanueces”, y daría cuenta de su extenso repertorio que incluye clásicos como “El lago de los cisnes”, “la Cenicienta”, “La bella durmiente”, “Romeo y Julieta” y tantos otros. Si Esteban tuviera un perfil en Wikipedia, leeríamos también que en Julio de 2017 fue reconocido en Mercedes por su Trayectoria Artística, que en 2018 fue invitado para bailar en el cierre del FIDA “ Festival Internacional de Danza de Amazonia” (Belem, Brasil) y que el año pasado participó de las galas benéficas de “Danzar por La Paz” colaborando con UNICEF en diferentes ciudades del interior del país.

Suena el despertador. Esteban se levanta. Ya no tiene quince años, ahora es un adulto de treinta y pico. Desayuna. Hace ejercicios de rutina durante una hora. Después toma una clase de precalentamiento y al terminar comienza el ensayo hasta las cinco de la tarde. Muchas veces, cuando hay funciones extraoficiales, se queda ensayando después del ensayo, o bien ejercita calistenia, sale a correr o practica pilates.

El día es movimiento. Su vida es movimiento.

–Dijiste que te ibas a jubilar a los 40. Imagino que la carrera de un bailarín que vive de su cuerpo tiene un lapso similar a la de un deportista y por eso una jubilación temprana. Es extraño que te pregunte esto siendo tan joven y tan vital, pero ¿pensás que vas a hacer cuando te jubiles?

–Siempre me lo pregunto y no sé qué voy a hacer porque mi vida es esto: bailar, preparar el cuerpo… vivo para esto. Pero tampoco me veo enseñando. Me gustaría vivir en la playa y capaz aprender algún otro tipo de trabajo, hacer otra cosa.

«Mi vida es esto: bailar, preparar el cuerpo… vivo para esto. Pero tampoco me veo enseñando. Me gustaría vivir en la playa y capaz aprender algún otro tipo de trabajo, hacer otra cosa»

–Te jubilás muy joven, pero a la vez te has dedicado por completo a la danza desde muy temprana edad.

–Sí. Me privé de muchísimas cosas para hacer lo que más me gusta hacer. Me hubiera gustado compartir más con mi familia, vivir con ellos. Pero andá a saber cómo hubiera sido mi vida si me quedaba en Mercedes. ¿Qué otra cosa podría hacer? me planteo muchas veces. y la verdad es que no sé.

Estamos en cuarentena. Esteban tiene que mandar a hacer una barra de hierro y un piso más blando para poder trabajar –bailar– desde su casa. Tiene que hacer reformas necesarias para mantenerse entrenado “porque si no, no volvés más”, dice.

–El movimiento sirve para oxigenarte la cabeza. Nosotros estamos acostumbrados a descargar mucho y no hacer nada no sería sano mentalmente tampoco. Por eso me las tuve que ingeniar para tener mi espacio.

Su día es movimiento. Su vida es movimiento.

Fotos de esta nota: Carlos Villamayor

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