Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del CONICET relevó la presencia de especies de pájaros en dos campos de arroz –uno con uso de agroquímicos y otro agroecológico- y evaluó en qué grado esta variedad de aves cumple una función benéfica en el proceso de cultivo.
“Encontramos que hay una mayor cantidad de funciones que las aves pueden cumplir cuando se realiza un manejo agroecológico, y eso se relaciona con que hay una gran diversidad de especies que, además, tienen características diferentes”, explicó Rodrigo Lorenzón, investigador del Instituto Nacional de Limnología (INALI-CONICET-UNL) y autor principal del trabajo, a la Agencia CTyS-UNLaM.
Se trata de uno de los primeros estudios que evalúa la interacción entre un modelo productivo y la fauna silvestre, no solo para analizar el impacto ecológico de estas prácticas, sino para registrar cómo la producción puede verse beneficiada a causa de una mayor “diversidad funcional” de especies.
“En ese caso, nos interesó el enfoque funcional porque nos da una idea de los servicios ecosistémicos que las aves aportan y cómo se pueden potenciar mediante diferentes técnicas productivas”, precisó el investigador.
Los investigadores tomaron dos campos con técnicas de producción diferentes, situados a 14 kilómetros de distancia entre sí, en la zona arrocera de la localidad de San Javier, al este de la provincia de Santa Fe. En ocho oportunidades, distribuidas entre la siembra y la cosecha, contabilizaron qué especies de pájaros había y en qué cantidad.
Con estos datos, tomados por observación directa y por grabación de vocalizaciones (cantos de los pájaros), el equipo clasificó a las especies según cómo se componía su dieta, con qué estrategia y en qué lugar obtenían el alimento. Así, determinaron qué servicio ecosistémico brindaba la especie para el desarrollo del arrozal.
“Las aves –señaló Lorenzón- son animales muy útiles para estos estudios. En primer lugar, porque tienen la posibilidad de trasladarse, entonces, si se la encuentra en determinado hábitat es porque ese lugar le ofrece un beneficio. En segundo lugar, por la gran diversidad que estas especies tienen en dietas y en comportamientos, que las lleva a cumplir roles distintos”.
Por ejemplo, entre las aproximadamente 450 especies de aves presentes en Santa Fe, se cuentan especies que difieren en el hábitat (terrestres, de humedales y acuáticas); con diversidad de dietas (omnívoras, carnívoras, herbívoras e insectívoras), con distintas estrategias de obtención de alimento –desde caza en el aire hasta alimentación en el suelo y excavaciones- y con una gran cantidad de divergencias que moldean su relación con el ambiente.
En el modelo convencional, donde no hay tanto espacio para la vegetación espontánea ni para la presencia de una diversidad y abundancia tan grande de invertebrados, la variedad de aves se reduce a grupos de especies con dietas y características más similares entre sí
Esta variabilidad es la que permite que desarrollen tareas diferentes, como puede ser el control de plagas de artrópodos herbívoros por parte de los pájaros insectívoros, de manera natural.
El paisaje que aparece en un modelo agroecológico, donde se cuenta en mayor proporción con otras coberturas vegetales además del arroz, es perfecto para que esa variedad de aves de características distintas interactúe con el medio y haga su aporte.
Por el contrario, en el modelo convencional, donde no hay tanto espacio para la vegetación espontánea ni para la presencia de una diversidad y abundancia tan grande de invertebrados, la variedad de aves se reduce a grupos de especies con dietas y características más similares entre sí. En este hábitat, el control de poblaciones de insectos ya no está dado por las aves, sino por plaguicidas sintéticos.
Relevar la interacción modelo-fauna silvestre desde una perspectiva funcional permite ir un poco más allá de los estudios sobre impacto ambiental y biodiversidad: permite sumar variables para poner de relieve la necesidad de virar hacia un modelo productivo sustentable.
“Lo que nos motivó a utilizar un enfoque funcional es empezar a ser escuchados en el sector productivo. Es muy interesante como los propios productores dan cuenta de estos beneficios, por ejemplo, cuando ven que el problema de los insectos da indicios de comenzar a autoregularse en el agroecosistema”, planteó Lorenzón.
Del estudio, publicado en la revista científica Biología Tropical, también participaron los investigadores Evelina J. León; Marcelo Juani; Adolfo H. Beltzer; Paola M. Peltzer; Rafael C. Lajmanovich y Andrés M. Attademo.