Con 41 años, esposo, tres hijos y un nieto, tomé la decisión de cumplir un sueño, algo que había quedado pendiente desde mi adolescencia: terminar el secundario.
Me inscribí en el CENS 451 con todas las dudas, incertidumbres y tabúes inherentes al estudiar siendo adulta. Y ahí estaban ellos: esperándonos para recibirnos y hacernos sentir que podíamos, que no era fácil pero tampoco imposible; ahí estaban ellos enseñando, guiando, abriendo nuestras mentes a un mundo no solo de teorías, historias, cálculos, mapas, idiomas, tecnología. También a la pasión por lo que uno elige, a jugarse por lo que se piensa, a poder expresarse libremente con respeto, a debatir y –sobre todo– a pensar.
Trabajamos duro por el espacio físico del CENS (siempre tuvo espacios cedidos): pintamos, revocamos, limpiamos, cebamos mates, planificamos, gestionamos… Y hablo así porque éramos un equipo
Trabajamos duro por el espacio físico del CENS (siempre tuvo espacios cedidos): pintamos, revocamos, limpiamos, cebamos mates, planificamos, gestionamos… Y hablo así porque éramos un equipo: profesores, directivos, alumnos, familiares nuestros (grandes cómplices).
Logramos un lugar que era nuestro, el del querido CENS 451. Me quedo con ese recuerdo pues hoy lo veo y se me cae una lágrima.
Como dije el día que egresé: en ese lugar fui feliz. ¡Que no es poco! Me quedaron grandes enseñanzas, grandes amigos, el saber que se puede hacer todo lo que uno se propone, cumplir sueños, aprender y cosechar valiosos frutos.
Mónica, Borrajo, Lily, Tato, Dani, Beto, Carrizo, Alicia, Zuffo, Pederneschi, Silva, Graciela, Mónaco, Carlitos, Yayo, Susi … al CENS todo y a todos: ¡¡¡GRACIAS, GRACIAS POR TANTO!!!
Nuestro lema: MEJOR ES SABER ¡¡¡Y vaya si lo es!!! Por siempre en mi corazón, CENS 451.
Dora Ravera es ex alumna de la institución educativa
Esta nota forma parte de una serie que se publica con motivo del 50 Aniversario del CENS 451 – ex DINEA