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«Muñeco» se llevó su alegría a otro mundo

«Pero qué lástima que por un detalle así, tan chiquitito», era la canción que siempre le pedíamos a «Muñeco» Minetto. Durante años buscamos en vano al autor, nunca encontramos ninguna versión en YouTube ni en Spotify. Era una canción fantasma, era su canción. Aunque Muñeco nos dijera que no recordaba al autor, yo creo que era su secreto, el misterio que embellecía el momento en que él se calzaba la guitarra y empezaba a sonar el ritmo del bolero.

«Pero qué lástima que por un detalle así, tan chiquitito», cantaba Muñeco el 31 de diciembre de cualquier año. No había mejor plan para despedir y recibir un nuevo año que con la música, las historias y los gestos de Muñeco. Esas expresiones tan Francella, eran el mejor remate a una anécdota. Siempre alegrando los encuentros, haciendo que las reuniones sean momentos únicos.

Veo, con poco esfuerzo, a ese nene que fui en los ochenta, sentado en un banquito en la ronda de guitarras junto a mi tío Marcelo Lizziero y a Muñeco, asombrado de esas manos mágicas que le sacaban sonidos imposibles al bongó para acompañar un bolero, una zamba o lo que fuera.

Esas imágenes son las primeras huellas, semillas necesarias para encontrar en la música ese arte imprescindible que describe momentos cuando las palabras son insuficientes. Y Muñeco, en mi vida, fue una sucesión de momentos inolvidables.

«Pero que lástima que por un detalle así, tan chiquito», Muñeco, el hermano de toda la vida de mi tío, ese tío postizo que cada vez que lo veía era una fiesta, se haya ido llevándose su bongó, sus anécdotas y su alegría a otro mundo.

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