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Lágrimas de abril (Pascuas sin Chonita)

Por OSCAR DINOVA

“Una injusticia en alguna parte es amenazar a la justicia en todas partes” (Martin L. King)

Fue duro escuchar llorar a mi tía Lila en Pascuas. La habíamos invitado a compartir un momento para celebrar el día de la Resurrección. Pero la noticia llegó como un mazazo demoledor.

Su única hermana venía de morir. Más allá de la fecha, de por sí sensible, eran las circunstancias. Chona, no debió partir. No así, no de este modo. Su llamado al descanso final debió ser diferente, en otro contexto, natural si se quiere, de su propia vejez.

Pero no. No fueron esos los hechos.

Unos días antes, el lunes 22 de Marzo de este año, cerca de las 6 de la tarde, un adolescente la arrojó al piso, mientras ejecutaba, en plena Avenida 17 una pirueta propia de un espectáculo circense, pero no de una conducta adecuada a tener en el corazón de una ciudad donde transitan vecinos, que como el caso de Chona, debería sentirse segura al cruzar una calle. No fue el caso.

El golpe y caída fueron el comienzo de una agonía que derivó en su muerte, temprana, injusta, inadmisible. En un segundo, una vida y una familia eran llevadas al peor de los tormentos.

María Delia Gallo, esa era su identidad, tenía 84 años, un carácter jovial y contagiante. En las reuniones familiares que compartí la recuerdo con un espíritu vivaz, de anécdotas interminables que todos disfrutábamos. Pícara y alegre, no representaba en su temperamento los abriles que llevaba. Este último abril, sin embargo, fue cruel con ella y sus seres queridos.

¿¡Hasta cuándo nos preguntamos todos!? ¿Hasta cuándo se deberán sufrir estos incidentes viales que nunca debieran pasar? Ya ha sido suficiente. Ya basta. Los padres no pueden seguir poniendo vehículos en manos de jóvenes sin la capacidad madurativa para manejarse en Mercedes. Y si lo hacen deben ser responsables de las consecuencias que se produzcan.

No sólo destruyen vidas ajenas, también las de sus hijos, que ya no volverán a ser los mismos.

Las autoridades deben ejercer su rol de estado municipal, para que las calles de nuestra urbe no sean un lugar de peligro para los transeúntes. Niños y ancianos deben ser protegidos y no ser tan permisivos con los que conducen temerariamente, como en este caso.

Chona Gallo deja a su querida hermana, su compañero, sus hijos, los nueve nietos y una fila interminable de gente que la quería y la disfrutaba en una profunda orfandad. No debió pasar.

Ellos buscan una explicación, un por qué. La Justicia deberá dárselas, indefectiblemente.

Para todos los que la querían no hubo resurrección. No la tendrán con ellos nuevamente.

Sólo las instituciones humanas pueden traer algo de alivio a tanto dolor, a unas Pascuas con ausencias forzadas. A condición de empezar a cambiar sin más tardanza.

Para que no haya más lágrimas en abril ni en ningún otro mes del año.

El camino es ponerse en lugar de los demás y evitar que nuestros errores se conviertan en la próxima injusticia en alguna parte. O muy cerca de aquí, en una avenida de nuestra ciudad.

Amén.


Oscar Dinova es escritor

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