En el marco de la Jornada de Oración por la Salud del pueblo argentino, convocada para este 25 de Mayo, Día de la Patria, el Arzobispo Metropolitano de Mercedes- Luján, Jorge Eduardo Scheinig, presidió la Eucaristía desde el Santuario de Luján.
A la hora de dar unas palabras en su homilia en este complejo momento que vive la Nacion y el mundo por la pandemia, Scheinig llamó a la unidad para poder «resistir juntos» la adversidad.
«Cuando el Señor está, la vida cambia. Tal vez no las circunstancias, pero sí la vida», sostuvo en principio remarcando que esto ayuda a «saber enfrentar las circunstancias».
Asimismo en el martes del 25 de mayo, Día de la Patria, expresó que la idea desde el Santuario fue «estar presente en el dolor de la patria».
«Hay mucho dolor, no abstracto, dolor de personas concretas. Necesitamos, -así como el Señor nos asegura su presencia-, también nosotros estar presente junto a los hermanos que sufren, por tantos motivos, por tantos dolores. Especialmente estar cerca de aquellos que por diversas razones, por la fragilidad física, también por la fragilidad social, se encuentran víctimas de esta pandemia», dijo el arzobispo.
En la jornada hubo reiterados rezos a la Virgen con el pedido de interceda. Y muchos obispos de la Argentina han guiado el Rosario.
En este contexto, Scheinig llamó a «aprender de María, ir a la escuela de María», que estuvo al pie de la Cruz: «Estar al pie de la Cruz es saber sentir el dolor del otro. Ser sensible al dolor del otro. Saber acompañar significa saber descubrir el dolor del otro, no negarlo. No podemos dar vuelta la cara. Es una cuestión de sensibilidad, de apertura de corazón. Y tal vez es tiempo de hacer silencio profundo para sentir el dolor del otro, con un respeto superior», dijo y en contraste a ello sintetizó que «en este tiempo convulsionado nos faltamos el respeto. Y a veces incluso, trivializamos el dolor o lo manoseamos».
Scheinig llamó a «aprender de María, ir a la escuela de María», que estuvo al pie de la Cruz: «Estar al pie de la Cruz es saber sentir el dolor del otro. Ser sensible al dolor del otro. Saber acompañar significa saber descubrir el dolor del otro, no negarlo»
Por otra parte indicó que se debe sostener al que sufre. «Es un tema delicado saber sufrir con otro. Mucho más delicado es sostenerlo. No soy yo el que sufre, es mi hermano. Ahora tengo que saber ocupar un lugar secundario y por el otro, me doy, me entrego, lo sostengo, me solidarizo», dijo el prelado.
«Cuando podemos estar cerca, lo expresamos en gestos: miradas que se cruzan, abrazos, manos sostenidas, silencios compartidos. Sostenerlo en su dolor, estar al lado, asegurar la presencia de uno al lado del otro. Muchos gestos hay en nuestro pueblo argentino de sostener el dolor del otro. Con semejante cantidad de personas en estado de miseria y de pobreza, si no hubiera hermanas y hermanos que sostienen el dolor, sería invivible. Pero en este caso, con esta enfermedad, a las familias se les hace difícil o imposible estar al lado. Y tienen que hacer un gesto de entrega, de renuncia, superior. Pero hay que seguir sosteniendo al otro, hay un sostén espiritual. Lazos invisibles pero verdaderos. No por ser invisibles son inexistentes. Estamos invitados a saber sostener espiritualmente, en comunión espiritual, a nuestros seres queridos. Y eso existe. Porque cuando uno tiene mucho amor, está en comunión con el otro, más allá de la distancia. Es tiempo de cerrar los ojos y estar al lado del otro espiritualmente y rezando, entregando, pidiéndole a Dios, intercediendo», expresó Scheinig.
Y por último marcó que estar al pie de la Cruz significa resistir. «Son tiempos para resistir. En la etimología de la palabra resistencia, hay un sentido que es “estar clavado”. Uno resiste, está clavado, como un escudo. Son tiempos de resistirle al mal, que tiene muchos rostros, el mal que nos pega, que nos hace daño, porque somos seres frágiles. La fragilidad humana es nuestra característica. Lo que más nos caracteriza no es el poder, o la omnipotencia, sino la fragilidad. Por eso tenemos que resistir al mal, a todo lo que nos daña, como un escudo que quiere proteger. Esto los papás lo conocen bien, porque se lanzan sobre sus hijos para protegerlos de cualquier daño. Así entre nosotros deberíamos ser capaces de resistir a todo lo que nos daña. Pero en este tiempo hay violencia verbal, y también algunas manifestaciones preocupantes de violencia física. Esa violencia que se expresa en el odio, en el enojo, en una frustración contenida que muchas veces se lanza hacia los otros. Resistir al mal es poner nuestra vida al servicio del bien, de los otros», planteó.
«Es un misterio que seamos una Nación los que estamos en esta tierra que llamamos Argentina. Es un misterio providencial. Hay otros que comparten otra tierra, otra nación. Nosotros compartimos la Nación Argentina. El mismo pueblo, la misma familia, nos identifica la bandera, el himno. Pero ahora nos identifica la pelea contra todo lo que nos hace daño. Y parece que estamos debilitados para unirnos en semejante pelea, cuando tendríamos que estar más juntos. Parece como que el mal se nos mete, nos enfrenta, y nos debilita para esta pelea. Tenemos que permanecer en Jesucristo, queridas cristianas, queridos cristianos. Hay que permanecer en Jesucristo y en la Virgen y aprender de Ella, en esta humilde escuela, junto a la Cruz de su Hijo. Son tiempos de saber sufrir con los otros, de saber sostenernos los unos a otros en el dolor, y tiempos para saber resistir juntos», indicó y pidió que «nuestra patria reciba mucha gracia de parte de Dios, de parte de la Virgen».
Asi fue que concluyó su homilia indicando que el desafío es «que nosotros también sepamos estar en esta realidad, como está el Señor, como está la Virgen»: «No nos dejemos tentar. No dejemos que el mal nos saque de estar al pie de la Cruz. Animémonos a tener una presencia cristiana en este tiempo tan complejo para el mundo, tan doloroso para la Argentina», finalizó Scheinig.