A 40 años de la guerra de Malvinas, desde la Comisión Provincial por la Memoria emitieron un pronunciamiento e indicaron que acompañarán este martes a ex combatientes a la Justicia.
«Se conmemoran los 40 años de la guerra de Malvinas ocurrida durante la última dictadura cívico-militar. Aún hoy la causa Malvinas sigue provocando en la sociedad argentina un fuerte sentimiento de justicia», indicaron desde la Comisión Provincial por la Memoria, que sostiene que el recuerdo de la guerra debe situarse en el marco de las memorias de la dictadura y significarse como un acontecimiento que sigue expresando la violencia desatada por el gobierno de facto. «Y en gran medida también de un relato de Nación que sirvió de justificación del genocidio llevado adelante por la dictadura», dijeron.
La guerra, decidida por la última dictadura cívico-militar, alejó a nuestro país del reclamo histórico de soberanía por la vía del diálogo y produjo la muerte de 634 jóvenes y el padecimiento de miles que fueron movilizados al combate sufriendo hambre, frío, la violencia propia del conflicto bélico y las torturas perpetradas contra ellos por los oficiales al mando. Finalizada la guerra, los soldados que se suicidaron por sus secuelas, superaron las personas muertas en las islas.
A pesar de estos hechos, ciertas memorias de la guerra la reivindican como una gesta heroica como modo encubierto de legitimar la dictadura. Estas memorias consideran héroes a todos los que participaron en ella, incluyendo a los oficiales que actuaron directamente en la represión y que incluso han sido condenados por violaciones a los derechos humanos. El caso del capitán Pedro Giachino, conocido como el “primer héroe caído por la patria” y cuyo nombre identifica a escuelas y lugares públicos, es paradigmático. Según consta en su legajo de conceptos y en las fojas de censo anual, Giachino solicitó más de una vez realizar cursos en contra de la subversión, concurrir a la Escuela de las Américas y también ir en comisión a la ESMA para integrarse a un grupo de tareas. Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA, estando detenido en este centro clandestino fue testigo de una conversación entre los oficiales que identificaban a Giachino como un represor que operaba junto a ellos.
La lista es vasta y algunos nombres son íconos del terrorismo de Estado. Alfredo Astiz, Antonio Pernías y Julio César Binotti revistaron en los grupos de tarea de la ESMA. El coronel Mario Losito fue uno de los responsables de la masacre de Margarita Belén, ocurrida en Chaco en 1976. Mario Benjamín Menéndez, gobernador de las Islas durante el conflicto y sobrino de Luciano Benjamín Menéndez, actuó en la represión en Córdoba. Son sólo ejemplos que dan cuenta de la necesidad de escindir el reclamo justo por la soberanía de cualquier manifestación de guerra, para poder avanzar en el rechazo no sólo de las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura sino de aquellos discursos que persisten y que se solapan en reivindicaciones sentidas y compartidas por la mayoría de la sociedad argentina.
Pensar la guerra de Malvinas en el marco de la dictadura implica desarticular construcciones discursivas que eluden diferenciar a los protagonistas de la conflagración. Debemos ser enfáticos en esto: los mismos oficiales que llevaron adelante el terrorismo de estado condujeron la guerra y disciplinaron a los soldados con las mismas metodologías del horror, torturas físicas y psíquicas, malos tratos y vejámenes. Estaqueamientos bajo el frío, la lluvia e incluso durante bombardeos, inmersión en pozos de agua helada, enterramientos del cuerpo dejando solo la cabeza afuera, simulacros de fusilamiento, castigo físico, presión psicológica y muertes por frío o hambre, fueron parte de los medios utilizados por los militares argentinos para conducir las tropas. Estos hechos están probados en los documentos a los que pudo accederse en el proceso de desclasificación de archivos de las Fuerzas Armadas donde los soldados a su regreso describieron de puño y letra los padecimientos vividos.
Hoy cientos de ex combatientes que fueron víctimas de la violencia represiva, esperan que la justicia reconozca tales hechos como lo que fueron: delitos de lesa humanidad. Lamentablemente, la causa, iniciada hace más de 15 años, ha sufrido un nuevo duro revés con la resolución de la Cámara de Casación penal, que cedió frente a la defensa de los represores y volvió a negar que se trata de crímenes de lesa humanidad. Hoy está en manos de la Corte Suprema resolver el nuevo agravio, para permitir que la causa avance y que los ex soldados logren la tan esperada y necesaria justicia. La disputa por el sentido del acontecimiento rememorado, también se despliega en el escenario judicial.
A 40 años también debe ponerse de relieve el cuestionamiento de las acciones de Gran Bretaña que siguen negando nuestra soberanía, considerándolas como una forma de vulneración de la soberanía de los pueblos latinoamericanos por el asentamiento de la base militar en las Islas y por la pérdida de recursos que ello implica para su desarrollo pleno.
La militarización de la región luego de la guerra, a través de la instalación de la base militar británica en las Islas, viola la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas (41/11) que declara al Atlántico Sur como zona de Paz y Cooperación, y también los tratados de no proliferación de armamento nuclear.
La ocupación de las Islas Malvinas por parte de una potencia colonial que es parte de la OTAN, tiene el objetivo estratégico de explotar los recursos naturales, vigilar la región y controlar el sector antártico.
El conflicto debe y puede resolverse fuera de toda opción bélica, es decir, en el camino de la paz, entendiéndola no sólo como ausencia de violencia sino como fruto de la justicia. Es imperioso que Gran Bretaña respete las resoluciones de la ONU y que se abran las vías del diálogo como mecanismo de resolución.
El reclamo de la soberanía frente a la ocupación de Gran Bretaña y la descolonización del territorio se ha tornado un tema relevante para los argentinos y para los pueblos de Latinoamérica que tenemos derecho a vivir en Paz. Esto cobra relevancia frente a un mundo devastado por la violencia de la guerra en amplias zonas del planeta.
Y debe considerarse también la depredación ambiental y económica que se está llevando adelante sobre los recursos naturales a través de actividades de pesca y explotación de hidrocarburos en los territorios ocupados.
Por ello, la cuestión Malvinas la entendemos en clave de memoria, presente y futuro.
Una vez más decimos: Memoria, Verdad, Justicia y Soberanía.
El martes 22 de marzo de 2022, la CPM acompañará al Centro de Ex Combatientes de Islas Malvinas (CECIM) La Plata hasta la sede de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a reclamar el cese de la impunidad y la efectiva justicia para los soldados torturados en Malvinas por sus jefes.