Con una misa presidida por el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, la comunidad de la capilla Nuestra Señora de Fátima, en la ciudad bonaerense de Chivilcoy, celebró el 13 de mayo las fiestas patronales en honor de la Virgen.
Concelebraron la misa sacerdotes de la comunidad y de otras parroquias chivilcoyanas, que se hicieron presentes para celebrar a María y entronizar las reliquias de los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto.
En su homilía, el prelado recordó que “María vivió la Palabra, se dejó llenar de Dios y llenó a otros de Dios. María llena de gracia, hizo que otros vivieran de la gracia de Jesucristo. María es una muy buena discípula misionera de Jesucristo”, afirmó.
“Este es un momento de devoción a la Virgen, porque reconocemos que Ella nos trae la plenitud de Dios. María se pudo manifestar a chicos inocentes, confiados, que creyeron y perseveraron en esos encuentros junto a Ella, desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre”.
“Nuestra Madre les iba enseñando, y los invitaba a rezar especialmente por los que se alejaban del Evangelio, acercarse a la Eucaristía -en un contexto muy particular de esa Europa, transitando la primera guerra mundial-”, recordó.
“En un mundo en guerra que había que pacificar, la Virgen les propone a los pastorcitos de Fátima rezar por la paz, por la conversión. Es una aparición muy oportuna, muy concreta, en un mundo complicado. Rezar el Rosario, e invitar a otros para que el mundo frene la locura del anti-reino, de la guerra, del vacío”, consideró.
“A estos chicos confiados, la Virgen los invita a cambiar el mundo, no con armas; sino con la oración por los otros, especialmente los que se alejan del Evangelio”, valoró.
“No sé si son tiempos para convencer, son tiempos para conmover. Aceptamos el desafío de rezar para conmover a la paz”, advirtió el arzobispo. “Y en esta celebración, entronizamos estas reliquias que son una memoria de dos pastorcitos. Entronizar las reliquias nos tiene que hablar de la confianza en Dios, en la Virgen, que la Palabra se va haciendo vida”, animó.
“Recemos por la Paz, para que el mundo se mueva con nuestra oración, movamos nuestros corazones, los del barrio, de la ciudad”, exhortó. “Que, ayudados por María, podamos vivir la plenitud, la felicidad de Dios y dejarnos llevar por esa confianza, esa inocencia -como los pastorcitos-, de creerle a Dios y vivir su Palabra”, concluyó