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“Juana Azurduy: revolución inconclusa”, una lección de teatro

En la antigua Grecia los grandes trágicos legaron al mundo páginas que perduran, inalterables, en el imaginario colectivo.

¿Cómo surgió ese fenómeno? ¿Cuál fue su esencia? ¿Por qué aún hoy nos conmovemos con los planteos de esos hombres y mujeres que, desde la escena, hablaron de amor, odio, venganza y muerte?

Probablemente la respuesta se encuentre en una palabra: “catarsis” – del griego κάθαρσις, kátharsis, purificación, limpieza – Es la purificación y purga de emociones a través del arte dramático que la Real Academia Española define como: «liberación o transformación interior suscitadas por una experiencia vital profunda» y el «efecto purificador y liberador que causa la tragedia en los espectadores suscitando la compasión, el horror y otras emociones».

Esa comunicación mágica que se produce entre actor y espectador durante la ceremonia cuasi religiosa es la que deviene en el hecho teatral, logra que ambos se modifiquen y crezcan.

El 11 de mayo, quienes asistimos a la representación del poético y conmovedor monólogo de “Juana Azurduy”: una revolución inconclusa, experimentamos esa sensación cuando se alinearon, en perfecta armonía, un texto desgarrador y bello, una actuación soberbia y una dirección de excelencia.

Violeta Herrero, es una escritora inteligente y sensible que reveló ante nuestros ojos  a  una heroína de la Guerra de la Independencia, no solo reafirmando su valor histórico, sino  develando su ser interior, desgarrado por el paso del tiempo y sus pérdidas: marido, hijos, amigos, compañeros de lucha, todo

Stella Siri, dio vida a una Juana titubeante, vencida por los años, la soledad, la miseria y el olvido. A través de una actuación excepcional, cada gesto, cada temblor de la heroína cansada a la que solo visitan los recuerdos, fue adueñándose de la escena y a través de sus ojos empañados fuimos testigos del dolor de esa pequeña gran mujer, sobreviviente de la desolación y la orfandad más absoluta.

Jorge Naipauer fue el artesano que logró la metamorfosis de un personaje sublime. Con sabiduría, logró que Stella Siri atravesara  los  momentos de la vida de la heroína, trasmutando sutilmente los estados de ánimo que la protagonista requiere: la decadencia profunda, la soledad insoportable, la regeneración de la mujer heroica y fuerte, la madre que llora a los hijos que entregó a la Patria y el final, donde se eleva en un parlamento profético y conmovedor  dedicado a esta América que debe  terminar su “revolución inconclusa”.

La conjunción de un texto bello y trascendente, una actuación de excelencia y un director que supo interpretar las palabras, las acciones y los momentos más profundos que la obra requiere, hicieron de la función del 11 de mayo, un acto de “catarsis” colectiva, único e inolvidable.

El próximo sábado 18 de mayo, a las 21:00, nuevamente se levantará el telón y Juana Azurduy volverá al Teatro Talía para dejarnos su mensaje de amor y esperanza.

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