Una tristeza enorme invade al ambiente de la música local con la reciente pérdida de Pato Aguirre, un gran referente de la cultura rock de los años 80 y 90 y del sin tiempo presente y por venir.
El flaco eterno, siempre sonriente y que con su pose de piernas cruzadas, pocas veces parado en escena, marcó una época e influenció a tantos con los que tocó y a los que les contagió su magia, casi zen e intangible, sensible e infinita. Algunos de ellos lo recuerdan y lo pintan, conservando su esencia inclasificable y única. Genuina.
«Con él aprendí a jugar al ajedrez. La música de jazz. Algunos acordes… Igual nunca pude cruzar las piernas como lo hacía él»
El guitarrista Charly Castillo compartió escenarios con Pato en la banda Asesino César y Los Metalúrgicos, y lo recuerda: “A Patricio lo conocí allá por el 1994, hacía un año que yo había empezado a tocar la guitarra. Fue cuando nos conocimos con Guillermo Iberti y Gerardo Ruso y decidimos hacer una banda de rock y blues, pero como yo aun no sabía hacer solos, por eso lo fuimos a buscar al Patito Aguirre y ahí comenzamos una linda amistad que nos unió a todos los chicos del grupo de aquel entonces. Hubo fechas en La Casona, en La Pulpería, el bowling y otros lugares”. Y sobre lo que le dejó Pato, qué aprendió de él, Charly enumera: “A jugar al ajedrez. La música de jazz. Algunos acordes… Igual nunca pude cruzar las piernas como lo hacía él. También muchas borracheras… Fue un groso y se va a extrañar cruzarlo por las calles de la ciudad con la minirueda”.
«Venía con su guitarra rectangular, con esa cajita como la que tenía Spinetta un modelo así, y yo siempre admiraba muchísimo tocar con el Pato, porque aparte de ser una persona exquisita y muy graciosa era de una creatividad increíble»
Marcelo “Tano” Giorgione
tiene grandes recuerdos y reconoce la creatividad y libertad del músico recientemente fallecido como inspiradora en su vida: “La muerte del Pato fue sorprendente. No me la esperaba y es lamentable, lo vamos a extrañar mucho. Y no sé si tendré anécdotas, pero sí tengo algunos recuerdos muy lindos de momentos en que nos juntábamos mucho con él a tocar, a hacer música, a disfrutar de la música. Esto era antes de los inicios de La Pulpería, y el Pato venía con su guitarra rectangular, con esa cajita como la que tenía Spinetta un modelo así, y yo siempre admiraba muchísimo tocar con el Pato, porque aparte de ser una persona exquisita y muy graciosa era de una creatividad increíble. A mí me hizo muy bien para desarrollar lo que fue la creatividad, musicalmente él siempre era muy abierto a todo. La creatividad y la fantasía en la música, eso era y todo eso se lo debo al Pato. Y todo su cariño y su expresión. Siempre estaremos con él”.
«Una persona transparente y auténtica, un niño eterno con la sabiduría zen. Un artista de la guitarra eléctrica que enseñó a muchos tocar el instrumento y de sus manos fluían notas que de tan libres y sensibles prescindían de la canción»
“Me tomó por sorpresa la partida del Patito Aguirre”, cuenta por su parte Fernando “Gato” Viloria, abogado, docente, periodista especializado y músico de rock. “Son esos vecinos del ambiente del rock vernáculo que da gusto charlar cuando te lo cruzas por la calle. Una persona transparente y auténtica, un niño eterno con la sabiduría zen. Un artista de la guitarra eléctrica que enseñó a muchos tocar el instrumento y de sus manos fluían notas que de tan libres y sensibles prescindían de la canción. Lo importante era trasmitir emoción en el presente y elevarse a un mundo mágico e interdimensional donde el tiempo estaba fuera de tiempo y no era lineal. Una pérdida inesperada en un mundo que necesita humanidad”, dijo. “Anoche pasé por su casa para despedirme y desearle lo mejor en el viaje mientras contemplaba la luna testigo de nuestras charlas pasadas y venideras”.
«El dueño de una filosofía de vida tallada a su manera… Esa manera única, tanto como la que exhibía en su ejecución del instrumento. Alguien con la misma circunstancia temporal de Charlie Parker al decir de Cortázar, su «esto ya lo tocamos ayer, ahora hacemos otra cosa»
El baterista Mario Gustavo “Pirucho” Dֵíaz eligió el espacio de sus redes sociales para recordarlo: “Patito… Un imprescindible… Un estimable sobremanera… El dueño de una filosofía de vida tallada a su manera… Esa manera única, tanto como la que exhibía en su ejecución del instrumento. Alguien con la misma circunstancia temporal de Charlie Parker al decir de Cortázar, su esto ya lo tocamos ayer, ahora hacemos otra cosa… Las incontables anécdotas durante nuestra participación en Sarava en el comienzo de la década de los ’90. Mi perniciosa influencia sobre él debido a mi afecto por algún que otro trago… Siempre largo y continuado. La creación en base a su inventiva y nominalización del trío «Epoc» junto al magnífico «Chiquito»… Y tantas cosas más. Nos saludamos con motivo de mí onomástico hace unos días atrás, con ese cariño fraternal que mencionaba al nombrarme. Quién hubiese dicho que esa oportunidad fue la última que tendríamos en comunicarnos. Agradezco haberte conocido y compartido momentos, siempre únicos. Un abrazo al Cielo de los Músicos Inspirados”.
Por su parte, Sebastián “Flaco” Cirillo recordó cuando lo conoció a principios de los noventa en la sala de ensayo “Local 12” la banda donde tocaba con los hermanos De Cousandier, la Tota Doñagueda y Edu Cirillo, en una época en la que incluso tomó clases de guitarra con Pato: “Yo estaba intentando tocar la guitarra y como sabía que quería ser un rockero consideraba que el estudio no era un buen consejero, sin embargo en Pato vi a alguien que encarnaba la esencia de eso que estaba buscando, performática y filosóficamente. Inmediatamente decidí tomar clases con él, el trato era que el costo de la clase sería un “Derby de 10” y creo que acordamos un horario que no era muy conveniente para él, pero como yo iba doble turno a la escuela técnica era la única manera de hacerlo. Recuerdo que yo llegaba, su mamá me hacía pasar y Pato todavía estaba en la cama, yo me ponía a tocar con la guitarra desenchufada y el sacaba algún brebaje de abajo de su cama, tomaba un trago y se aprontaba a zapar conmigo”.
“Al principio uno está ávido de información, nos pasábamos posiciones de acordes, digitaciones de escalas, jugábamos a construir los acordes más estrambóticos, pero después me dijo ya sabés todo, ya lo entendés, y las clases viraron a un trabajo más experimental, empezamos a armar instrumentos para improvisar con ellos, a hacernos cuestionarios sobre la naturaleza del sonido y de la música y sobretodo algo que a Pato le interesaba muchísimo que era lo efímero de la música, por ahí te tocaba un solo de la Mahavishnu Orchestra, y cuando le pedías que lo repita te decía ya lo toqué, ya pasó, la música es efímera. No le interesaba tocar dos veces lo mismo. Y creo que como nunca grabó ni armó canciones entendía eso mejor que nadie, Pato pintaba y dibujaba, él veía que eso era una forma de arte que se perpetuaba en el tiempo, pero los sonidos no, los sonidos no se podían atrapar”.
«No le interesaba tocar dos veces lo mismo. Y creo que como nunca grabó ni armó canciones entendía eso mejor que nadie, Pato pintaba y dibujaba, él veía que eso era una forma de arte que se perpetuaba en el tiempo, pero los sonidos no, los sonidos no se podían atrapar»
“Nos hicimos muy amigos, había días que hablábamos muchísimo, y otros que solamente nos poníamos a tocar, así con las guitarras desenchufadas, porque nunca tuvo un equipo, creo que eso lo conservo hasta el día de hoy, me encanta practicar con la guitarra desenchufada y hacer que suene, le da una cosa distinta al toque. Una vez le presté un amplificador, cuando lo fui a buscar Pato estaba meditando en el patio de su casa sobre un banco de piedra, rodeado de sus llamadores de ángeles hechos con cañitos de antena, me dijo que lo había dejado en una sala que estaba ahí cerca, agarró un palito y dibujó un mapa en la tierra para explicarme donde quedaba, y con su picardía inocente, miró el piso y me dijo ¿Te lo querés llevar?”
“La única banda que tuve con Pato fue un experimento de blues que pretendía tener canciones pero que jamás se tocaban de la misma manera. Recuerdo un ensayo en el que Pato estaba como ido, desconectado, y de repente nos dice: No sé si quiero tocar hoy, porque se murió mi mamá, y creo que además esa fue la última juntada a tocar con esa banda”, recuerda Cirillo. “La imagen que me gusta recordar de Pato es de las zapadas en La Casona. Lo recuerdo contorsionándose con las piernas cruzadas que le daban como 2 vueltas y su guitarrita azul super extraña. Cuando Pato llegaba lo recibían con una ovación, porque te garantizabas un buen rato de surrealismo musical, de todas maneras él jamás se creyó nada y hasta cierto punto creo le incomodaba que con Los Gervasios lo llamáramos “nuestro gurú”. Con el tiempo nos fuimos viendo menos, a veces el encuentro se limitaba a verlo pasar con su mini bicicleta y saludarnos, pero siempre que nos encontrábamos había un abrazo y una charla profunda sobre la música, la vida, los sonidos y los silencios. Le dije muchas veces lo importante que había sido para mí cruzarme con él en la vida, pero siempre lo minimizaba y me llenaba de elogios para desviar esa importancia que yo le daba. Ahora que el Pato partió, pienso aún más en lo efímero de los sonidos. Se llevó un montón de música que solo habitaba su mente, no está en otro lugar, como decía el replicante en Blade Runner: “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”.
«A pesar de su menuda contextura física, para asegurar su no inclusión en la milicia había hecho una dieta estricta esos meses que no supimos de él para que tampoco le dé el peso necesario para ser incorporado, y nos impresionamos al verlo tan flaquito»
Además dio testimonio Gustavo Florella, otro guitarrista con el que Pato pasó muchos momentos: “Con el Patito Aguirre compartíamos el amor por la música en todas sus formas. Nos tocó ir a la revisación de la colimba juntos y ya un tiempo antes le habíamos perdido pisada, todos aterrados ante la posibilidad de quedar encerrados en esos cuarteles usados muy poco tiempo antes para desaparecer gente, y no habíamos visto al Pato hasta el día que nos presentamos al Regimiento 6. A pesar de su menuda contextura física, para asegurar su no inclusión en la milicia había hecho una dieta estricta esos meses que no supimos de él para que tampoco le dé el peso necesario para ser incorporado, y nos impresionamos al verlo tan flaquito pero tenía la radiante sonrisa de quien logra el objetivo propuesto”, recordó. “Por la misma época ensayábamos en el mismo lugar, uno después del otro y a veces mezclados, siempre su visión de la música estuvo más allá de acá, cómo si este plano poco importara. Una vez lo acompañé como plomo en el local de los bomberos donde tocaba con Saravá de teloneros de Riki Maravilla y entramos matándonos de risa mirá dónde vinimos. Tocamos en variados festivales cada cual con su proyecto a lo largo del tiempo. Pero la cosa que siempre llevé dentro y quedará conmigo es su cariño y amabilidad, su sensibilidad extrema y enorme inteligencia, su cultura inagotable, su avidez de conocimiento y contacto con algo superior a lo cotidiano. Lo material nunca fue lo suyo pero quizás nunca vi un corazón tan grande, amable, compasivo y bueno y eso, al menos para mí, paga el viaje por este mundo. Te voy a extrañar amigo Pato”.
«De repente se nos había ido el bajista y un día el Pato aparece con un croto brasilero en situación de calle y nos dice conseguí bajista… lo probamos y el chabón se pone a tocar el bajo con nosotros. Después se lo llevó a vivir a la casa y la madre de Pato casi los echa a él y al croto»
Mariano “Bagre” Rossell
es un baterista muy conocido y con larga trayectoria en el ambiente que conocía bien a “Pato”: “Yo tuve la suerte de conocerlo en mis inicios como músico. Recuerdo que nos juntábamos en su casa a escuchar música y a zapar, caían músicos de la talla de Wilder Deluca o Alejandro Monesruiz… El me hizo escuchar a la banda Rush por primera vez y fue un flash para mí… Con el tiempo formamos una banda junto a Germán Caracoche, el Pato y yo en la batería: ensayábamos en el garage donde guardaba el auto mi vieja… de repente se nos había ido el bajista y un día el Pato aparece con un croto brasilero en situación de calle y nos dice conseguí bajista… lo probamos y el chabón se pone a tocar el bajo con nosotros. Después se lo llevó a vivir a la casa y la madre de Pato casi los echa a él y al croto. Igualmente nunca tocamos en vivo con esa banda porque el Pato tenía la habilidad de componer temas y olvidárselos para el ensayo siguiente… un groso. Siempre estarás en nuestro recuerdo querido Pato. Una parte fundamental de la camada pionera de músicos de rock mercedinos, era como el Frank Zappa de nuestra ciudad. Él siempre estaba en otro plano mucho más evolucionado que la media, con una filosofía muy particular y atrapante. Quienes te conocimos realmente te vamos a extrañar mucho. Hasta siempre amigo. La música cuando se lleva en el alma, puede ser escuchada por todo el universo”.
«Era un ser humano maravilloso, muy sensible y con un excelente sentido del humor. Y como músico ni hablar: tocaba cualquier cosa, solo tenías que darle tiempo que lo escuche un par de veces y sacaba la melodía»
También el guitarrista Gustavo Zoni reconoció que Pato Aguirre fue uno de sus maestros. “Al Pato lo conocí hace más de 30 años creo, no recuerdo quién me lo presentó, fue cuando yo arrancaba con la viola y fui a su casa para que me pase algunas escalas y un tema de Jimi Hendrix. A partir de ahí con el tiempo se generó una amistad. He zapado muchas veces con él, y recuerdo que en algún momento me prestaron una porta estudio y lo invité a que viniera a grabar a casa”, dijo. “Era un ser humano maravilloso, muy sensible y con un excelente sentido del humor. Y como músico ni hablar: tocaba cualquier cosa, solo tenías que darle tiempo que lo escuche un par de veces y sacaba la melodía. Un capo. Se lo va a extrañar”.
«El trataba de explicarme algo que yo no le entendía con el barrullo. Y después me explicó y me di cuenta de que no afinaba la guitarra. Yo me quise matar porque él no quería tener la guitarra afinada»
Y Joaquín Romero, otro guitarrista que compartió escenario y andanzas con Pato, también lo recuerda: “Y tengo un arco de violín que él me dio, también dibujos y cosa que me regalo, tuvimos una linda relación allá por los años 2010 al 2020”. “Una vuelta estábamos en el bar La Oveja, donde yo trabajaba y nos juntábamos a tocar. Pero “Pato” tocaba lo que tocaba la música en ese momento, él decía yo toco así ahora y después lo haré de otra manera. Una vez en una zapada él tenía su guitarra y yo aún no conocía cómo tocaba, él tenía la guitarra como le había quedado y yo la afiné. El trataba de explicarme algo que yo no le entendía con el barrullo. Y después me explicó y me di cuenta de que no afinaba la guitarra. Yo me quise matar porque él no quería tener la guitarra afinada. Y algo raro que me pasó fue en el Conservatorio hace varios años atrás, cuando viene un pibe nuevo a compartir un par de materias y se tenía que incorporar a una formación. Se llamaba Lucas, nadie lo quería y quedaba solo, por lo que lo invité a tocar el piano. Empezamos una amistad y me traía fotocopias de libros, yo le pedía el libro y me decía ya te va a llegar. Y luego de unos 15 años estaba con el Pato y me deja un libro: Te traje el libro, me dice. Yo me quedé mirándolo. Te lo tenía que traer. Leélo y después pasalo. Yo no entendí nada, pero era el mismo libro que hacía años este pibe me había dado en fotocopias y me dijo que me iba a llegar. El pibe no tenía ningún contacto con mercedinos, no era de la ciudad y ni sabía quién era Pato. Nunca había tenido contacto y no lo conocía”. El libro era “El retorno de los brujos” publicado en 1960 y de autoría de Louis Pauwels y Jacques Bergier, en lo que en literatura se denomina realismo fantástico.