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Hernán Casciari: “La inteligencia artificial es solo una herramienta, un lápiz”

El escritor mercedino Hernán Casciari dialogó con estudiantes de la Escuela Secundaria 12 como parte de un trabajo que los alumnos y alumnas de 6º Año A vienen realizando en la materia “Comunicación y Transformaciones Socioculturales del Siglo XXI”. Desde su casa en San Antonio de Areco dejó algunos conceptos interesantes sobre la actualidad de sus creaciones y los métodos narrativos que prefiere y cómo ha llegado a hacer de ellos un modo de vida, a la vez que alentó a los jóvenes de 17 años a seguir de cerca sus obsesiones en el camino de la vida que tienen por delante.

A través de una video conferencia en el Teatro Argentino, ubicado a una cuadra de la escuela, el curso entero pudo conocer en primera persona al autor y hablar con Hernán. Este encuentro –que fue en el marco de un proyecto llevado adelante por el docente Cristian Falabella, quien además es periodista y editor de este medio– se dio luego de ver en la clase anterior la película “Tiempos modernos”, donde el especialista Carlos Dieuzeide los introdujo en la figura de Charles Chaplin, su origen humilde, su familia trabajadora, y lo que significó la proyección de esta icónica película en la década del 30. Y la idea fue poder comparar ese contexto con el trabajo de Casciari, ya que el mercedino viene produciendo contenido desde finales del siglo XX a la actualidad, en formatos totalmente diferentes a los de 100 años atrás pero con un hilo conductor y común en la creatividad y el relato.

Algunos de los puntos salientes de lo charlado con Hernán este martes por la mañana fueron los siguientes:

■ ¿Qué queda de aquel Hernán que contaba cuentos en el Parque Municipal de Mercedes para hacer reír a la gente? ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Si pienso en lo que ha cambiado, la primera respuesta es simple: el mundo cambió. Las personas con las que nos encontrábamos en el Parque Municipal ahora se encuentran de otra manera, por WhatsApp. Ya ni me acuerdo de cómo nos organizábamos antes para ir a una fiesta o reunirnos en algún lugar. No tengo memoria de cómo era la vida sin una conexión permanente. Sin embargo, lo que sí tengo clarísimo es que siempre me gustó contar historias. Disfrutaba del placer de hacer que el otro se riera, prestara atención o se sorprendiera con algún giro dramático en lo que contaba, y eso sigue siendo lo mismo hoy.

Lo que cambió, sin duda, es el mundo. Antes, contabas las cosas a las personas que tenías alrededor o lo publicabas en un diario local. Lo máximo era ver tu nombre impreso en una publicación del pueblo. Con la llegada de internet, todo cambió. Ya no se trataba solo de Mercedes, Provincia de Buenos Aires, como público objetivo; el mundo se convirtió en el objetivo. Y cuando eso pasa, todo se pone muchísimo más interesante.

■ ¿Cómo fue que te diste cuenta de que ibas a vivir de contar historias? No solo de escribir, sino de narrar en distintos formatos, como lo hacés hoy.

No fue tanto un «darse cuenta» como una decisión. Cuando terminé la secundaria, decidí que iba a vivir de escribir, pero no tenía claro cómo iba a ser eso. Los primeros diez años fueron duros, pero me mantuve firme en mi decisión. No tenía ni talento, ni suerte, ni trabajaba tanto como debía. Mi oficio era más una fiesta a la que entraba y salía cuando quería. Escribía columnas para el semanario Protagonistas y me pagaban una platita que estiraba lo más que podía. Pedía plata prestada, fumaba cigarrillos que encontraba por ahí a la salida de misa… No era una vida fácil, pero en mi cabeza, yo estaba viviendo de lo que ganaba escribiendo.

Con el tiempo, empecé a participar en concursos literarios que pagaban bien, especialmente en el exterior, y eso me permitió sostenerme. Nunca tuve otro negocio que no fuera escribir: cree y fundí un diario en el 94, corregía originales de otras personas, hacía monografías para estudiantes, todo siempre relacionado con la escritura. Nunca me resigné a abandonar ese camino, aunque al principio viviera muy mal. Hoy, puedo decir que vivo muy bien de escribir, pero en los 90 también vivía de escribir, aunque viviera muy mal.

«En 1986, por ejemplo, si yo hubiera escrito un cuento sobre Maradona, ¿cómo podría haber llegado a él? Lo máximo hubiera sido que, años después, Claudia Villafañe leyera mi libro y, tal vez, se lo mostrara a Maradona. Pero estaríamos hablando de años después, sin la adrenalina del momento. En cambio, con Messi, todo sucedió en horas gracias a internet. Escribí la historia, la leí en la radio, se subió a TikTok, y Antonella, la esposa de Messi, al verla, se emocionó y se la mostró, él se contactó a la radio por WhatsApp y así fue que se comunicaron conmigo»

■ Hoy te rodeás de personas que quizás ni imaginabas conocer. Recuerdo cuando contaste que Lionel Messi te felicitó por un relato. ¿Cómo fue eso para vos?

Todo es impensado si lo comparo con aquella época. En ese entonces, no existía internet. Mi gran fantasía del siglo XX era que una editorial aceptara un manuscrito mío, sacar un libro y que me invitaran a la Feria del Libro. Nunca pensé que podría comunicarme tan directamente con mis lectores o espectadores como lo hago hoy. Internet cambió todo.

El ejemplo de Messi es clave para entender esto. En 1986, por ejemplo, si yo hubiera escrito un cuento sobre Maradona, ¿cómo podría haber llegado a él? Lo máximo hubiera sido que, años después, Claudia Villafañe leyera mi libro y, tal vez, se lo mostrara a Maradona. Pero estaríamos hablando de años después, sin la adrenalina del momento. En cambio, con Messi, todo sucedió en horas gracias a internet. Escribí la historia, la leí en la radio, se subió a TikTok, y Antonella, la esposa de Messi, al verla, se emocionó y se la mostró, él se contactó a la radio por WhatsApp y así fue que se comunicaron conmigo. Que Messi me haya leído es algo que solo pudo pasar gracias a Internet. Escribí ese cuento seis horas antes de que él lo leyera. Lo leí en vivo en la radio desde mi casa, lo subí a TikTok, y Messi lo vio en Rosario. Esto jamás podría haber pasado en 1986, por ejemplo. Entonces, si Maradona hubiera querido leer un cuento mío, habría tardado mucho tiempo en llegar a él. Hoy en día, gracias a la tecnología, todo es más inmediato y directo, y eso ha hecho que cosas que antes eran impensables, hoy sean posibles.

■ Volviendo un poco atrás, cuando empezaste, ¿qué importancia tuvieron las condiciones en las que te formaste? Tu entorno, la educación, el capital cultural y económico, esas cosas…

Es una pregunta súper importante. Creo que todo lo que he logrado no se debe solo a mi talento o esfuerzo, sino también a muchas otras cosas azarosas. Tuve la suerte de formarme en un entorno donde la educación todavía no estaba tan espantosamente delimitada por clases sociales. No había escuelas para ricos y escuelas para pobres. Pude entender y aprender de distintas realidades, y eso fue crucial para mí como escritor. Además, nunca me faltó lo necesario para ir al cine, a un recital, o para leer. El capital económico y cultural, aunque no provino directamente de mis padres, estuvo presente de alguna forma y fue fundamental.

Hoy, mirando hacia atrás, agradezco esas condiciones. Y pienso que los Estados nacionales deberían asegurar que todos tengan esas mismas oportunidades desde la base. Es importante que no sea solo cuestión de suerte.

«Tuve la suerte de formarme en un entorno donde la educación todavía no estaba tan espantosamente delimitada por clases sociales. No había escuelas para ricos y escuelas para pobres»

■ ¿Alguna vez has experimentado un bache creativo? ¿Cómo lo afrontás?

No, nunca tengo un bache creativo. Lo que pasa es que no soy una persona que simplemente «hornea» todos los días. Me explico: si te falla el horno y solo sabes hornear, te quedas sin opciones. Yo no soy así, no me limito a un solo método. Si no tengo el horno, hago una ensalada fría; si tengo una Thermomix, preparo una comida gourmet. Si tengo un horno de leña, te hago un asado. Siempre encuentro una manera de crear algo con lo que tenga disponible. Nunca me falta hambre de hacer algo, y mientras haya hambre, no hay baches.

■ Por estas horas Liniers, el dibujante, publicó en sus redes sociales una especie de crítica humorística sobre la inteligencia artificial. Contaba que un fan le envió unos dibujos que parecían suyos, pero que en realidad habían sido generados por una inteligencia artificial. Imagino que a vos también te habrá pasado algo similar. Por ejemplo, si yo le pido a la inteligencia artificial que escriba un texto sobre la Fiesta del Salame como lo haría Hernán Casciari, la IA lo haría de un modo que imita tu estilo. ¿Qué te pasa a vos con la inteligencia artificial y cómo ves su impacto en la creación de contenidos en el futuro?

Me acuerdo de una larga caminata que tuve con un escritor con el que me hice amigo en 1989, después de la Primera Bienal de Arte en Buenos Aires. En esa caminata, él me decía: «Están apareciendo unas cosas en las que si escribís la palabra ‘vaca’ con B larga, te la subrayan en rojo y te indican que está mal escrita. Podés corregirla al instante». Yo no lo podía creer. Además, te corrigen frases como ‘adelante mío’, que te dicen que debería ser ‘delante de mí’. Y pensaba: «Listo, se acabó la literatura; ya no necesitamos pensar en cómo escribir las palabras».

En cada época, la gente ha tenido esta sensación de que lo nuevo viene a reemplazarnos. Antes de la invención del libro, antes de Gutenberg, memorizábamos poemas, leyendas y cuentos porque no había otra forma de transmitirlos. Cuando llegó la imprenta, muchos pensaron que dejar de memorizar significaría el fin de nuestra inteligencia. Y aquí estamos, siglos después, viendo cómo la inteligencia artificial es señalada como el nuevo «maligno». Pero para mí, la inteligencia artificial es solo una herramienta, un lápiz.

«No tengan vergüenza de lo que los obsesiona, aunque no sea bien visto por los demás. La clave está en no matar esa obsesión, sino en encontrar la manera de vivir de ella. La carrera que elijan debe ser como un sombrero para esa obsesión, no al revés»

Nosotros debemos aprender a manejarla. Vamos a tener que dibujar, escribir guiones y crear de nuevas maneras, incorporando estas herramientas. Es cierto, en cada revolución tecnológica, siempre hay personas que quedan al margen y pierden su trabajo. Eso va a pasar, sí. Pero si hay algo que puedo decirles a los jóvenes es esto: si tienen curiosidad, si sienten una profunda pasión por algo, ya sea periodismo, fútbol, arquitectura o lo que sea, no tienen de qué preocuparse. La inteligencia artificial no los va a sorprender ni a reemplazar.

La curiosidad es la clave. Los que no son curiosos, los que les da lo mismo todo, esos sí pueden ser reemplazados. Pero si sos una persona obsesiva, apasionada por lo que hace, la inteligencia artificial no va a venir a reemplazarte. Al contrario, será tu herramienta, tu caballo de batalla. Vos vas a decir hacia dónde querés ir, y la inteligencia artificial va a seguirte. Estoy convencido de eso, porque siempre ha sido así y no va a dejar de serlo.

■ Mencionaste que la escuela secundaria fue un lugar que te contuvo y te inspiró de alguna manera. ¿Qué consejo les darías a los chicos que están a punto de terminar la escuela secundaria y enfrentarse a una nueva etapa en sus vidas?

Yo estuve en ese mismo lugar en el que están ustedes ahora. No sé si la institución escolar me dio nociones que me sirvieron, pero lo que realmente disfruté fue estar con la gente, con mis compañeros, y eso es lo que más me marcó. Sin darme cuenta, le presté atención a lo que me obsesionaba, y ese es el consejo que les doy: presten atención a lo que les obsesiona. No hablo de oficios ni profesiones, sino de esas cosas que harían aunque nadie les pagara. En mi caso, a los 17 años no pensaba en ser escritor, pero me obsesionaba mentir, exagerar historias. Esa obsesión fue la semilla de mi carrera.

Primero, no tengan vergüenza de lo que los obsesiona, aunque no sea bien visto por los demás. La clave está en no matar esa obsesión, sino en encontrar la manera de vivir de ella. La carrera que elijan debe ser como un sombrero para esa obsesión, no al revés. Con el tiempo, si siguen su obsesión, la rentabilidad y todo lo demás vendrán solos. Recuerdo un amigo en la secundaria que tenía una obsesión maravillosa: seducir chicas. Su padre quería que fuera médico, y terminó teniendo una vida infeliz porque ignoró su pasión. No hagan eso. No se trata de seguir lo que otros esperan, sino lo que realmente les apasiona. ¿Qué cosas les parece importante? ¿A dónde paran cuando están en Tik Tok? ¿Qué les dice de ustedes el algoritmo? Bueno, es lo más importante de todo… no tengan vergüenza.

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