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Una interpretación notable del “Gloria” de Vivaldi en la Catedral de Mercedes

Un acontecimiento de alta significación tuvo lugar en nuestra ciudad el sábado 26 de octubre.

En la Catedral Basílica Nuestra Señora de las Mercedes, con el auspicio de la Municipalidad de Mercedes, se presentó el Coro Municipal de Cámara “Ars Pulchra” y La Camerata Académica del Teatro Argentino de La Plata para interpretar una de las obras más importantes del Barroco Tardío, “El Gloria” RV 589 en Re Mayor, de Antonio Vivaldi.

Las noticias acerca de la vida de Vivaldi son escasas e inseguras. Nació en Venecia el 4 de marzo de 1678 y pronto comienza a familiarizarse con el órgano de Capilla y con el violín, instrumento en el que pronto adquirió gran maestría, tal vez gracias a su padre, Giambattista, violinista de la Capilla Ducal de San Marcos.

A los veinticinco años es ordenado sacerdote, pero no obstante haber seguido conservando los hábitos y el título de Abate, muy pronto dejó de decir Misa; por su delicada salud, según el mismo declara con aparente sinceridad, a causa de sus extravagancias, según murmuraban sus contemporáneos, que lo apodaban “El Cura Rojo” – il prete rosso , por su espesa cabellera llameante.

La enfermedad de Vivaldi, una especie de asma congénita, era conocida en Venecia, en donde se veía con frecuencia una góndola deslizarse por los canales, con las cortinas en pleno verano, y al músico dentro, bien abrigado.

A lo largo de sus 63 años, compuso óperas, música instrumental  – “Las Cuatro Estaciones” – y música sacra.

Gloria RV589 en Re mayor

El Gloria de Vivaldi en RV 589 es una composición basada en el texto latino “Gloria in Excelsis Deo”, que forma parte de la Misa Católica. Se cree que Vivaldi escribió esta obra alrededor de 1713-1717, cuando el compositor frisaba los 35 años. Es una obra para orquesta y coro escrita para el Ospedale della Pietà en Venecia. Este hospicio era una institución de caridad que acogía a niñas huérfanas y abandonadas, muchas de las cuales eran hijas de nobles o visitantes extranjeros. Vivaldi enseñaba música y componía para las niñas de la Pietà, confiando en su talento para interpretar las partes de tenor y bajo.

El manuscrito original estuvo perdido 200 años. Formó parte de los «Manuscritos de Turín», el hallazgo de más de trescientas obras de Vivaldi dispersas entre un convento de clausura y en manos de un coleccionista particular.

El afortunado en estrenar la obra, tras más de dos siglos de olvido fue el compositor, pianista y director de orquesta italiano Alfredo Casella (1883-1947), uno de los primeros en acceder a las obras religiosas para coro de Vivaldi. A él se le atribuye el estreno del Gloria RV 589, en el Festival Vivaldi de Sienna, en 1939.

La obra

El Gloria de Vivaldi pertenece al género de la cantata-misa, una forma híbrida en la que se combinan fragmentos de texto para diferentes combinaciones de voces solistas, coro e instrumentos.

La obra comienza con un “Gloria” enérgico, marcado por saltos de octava, rápidas figuras de trompeta y acordes corales enfáticos que realzan la gloria de Dios. A continuación, el movimiento “Et in Terra Pax” cambia de tono y transmite una sensación de paz frágil y transitoria a través de disonancias pasajeras en las partes corales.

En el movimiento “Laudamus Te”, Vivaldi utiliza el violín para crear un ambiente apasionado que podría haber sido escrito para la ópera. Luego, la obra se adentra en el corazón de la liturgia con una resonante declaración coral de agradecimiento al Creador y una fugaz interpretación de “Propter Magnam Gloriam Tuam”.

En el movimiento “Domine Deus”, se pueden percibir ecos de la música callejera veneciana en la introducción instrumental y en la línea de bajo continuo. El solo de contralto se une a un dúo tierno con el oboe solista y desarrolla el tema principal de manera letárgica.

El movimiento “Domine Deus, Rex Coelestis” muestra el amor del Barroco por los patrones rítmicos repetidos, construidos a partir de unidades de dos notas. Este patrón impregna la línea de bajo del movimiento y deja su huella inconfundible en un animado diálogo entre las voces superiores e inferiores del coro.

La obra continúa con una plegaria de intercesión dirigida al Cordero de Dios en el movimiento “Domine Deus, Agnus Dei”. Este movimiento eleva un aria de cámara para contralto, violonchelo y continuo con un canto coral de acordes simples, como un llamado y respuesta entre el sacerdote y la congregación.

El sentido de un ritual en desarrollo continúa con “Qui Tollis Peccata Mundi”, una súplica coral cada vez más urgente por misericordia, y el drama del aria de contralto “Qui Sedes”, una proyección heroica del poder redentor del Hijo unigénito de Dios. Vivaldi ofrece una versión truncada del gloria inicial, modificada para incluir las palabras “Quoniam tu Solus Sanctus”, antes de cerrar su obra con una enérgica interpretación fugada de “Cum Sancto Spiritu” para coro, cuerdas y trompeta solista. Este último movimiento es un arreglo de Vivaldi sobre el final de un Gloria para dos coros, compuesto en 1708 por uno de sus contemporáneos, Giovanni Maria Ruggieri, de quien tuvo gran influencia y a quien admiraba.

La interpretación

El Coro Municipal de Cámara “Ars Pulchra”, dirigido con exquisita precisión por la profesora Marianela Schenone transmitió, en un ensamble de voces equilibradas y expresivas, la grandeza de esta notable obra coral.

La Camerata Académica del Teatro Argentino de La Plata, a cargo del maestro Bernardo Teruggi, aportó la imponente autoridad que la obra requiere, brindando el marco adecuado para el lucimiento del coro y las solistas, Paula Mena – soprano – y Melina Maio – mezzosoprano –  de destacada actuación.

El Gloria inicial, enérgico pero sin prisas, sonó como una respuesta genuina a la gloria de Dios, capturando el momento de una ferviente oración. Destacándose, a modo de respuesta, la conclusión de “Et In Terra Pax”, impactante gracias a la afinación perfecta del coro.

El final de la obra, donde Vivaldi presenta el contrapunto más intenso, entrelazando las voces, en un gran crescendo, matizado por los interludios para oboe y trompeta, que se desprenden como rayos de luz, iluminando el camino de la salvación, con un carácter majestuoso y solemne, constituyó el momento más logrado de la actuación.

El aplauso emocionado del auditorio, que celebró de pie esta extraordinaria interpretación, transmitida por los notables artistas que le dieron vida, y el imponente marco que ofreció nuestra Catedral, fue el corolario perfecto para una noche… bendecida por el espíritu de Dios en toda su GLORIA.

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