El miércoles pasado, la Ciudad de Buenos Aires fue escenario de una nueva manifestación en apoyo a los jubilados, en un contexto marcado por la represión a la protesta social.
A una semana del disparo de una granada de las fuerzas de seguridad contra el fotoperiodista Pablo Grillo, el mercedino por elección Nicolás Pousthomis y su compañera Gisela Vola decidieron asistir con sus cámaras, pero esta vez para retratar a sus propios colegas en acción.
La represión a la prensa se ha convertido en una preocupación creciente, y en este marco, Pousthomis compartió su experiencia y trazó a pedido de este medio sus reflexiones sobre el rol del fotoperiodismo en el actual escenario político y social.
– ¿Cómo vivieron la jornada de ayer y qué los motivó a ir a CABA?
Hubo varios motivos para estar allí. Hace tiempo que no cubro marchas tan anunciadas y masivas, en las que ya hay muchos fotógrafos trabajando con una mirada fresca y recursos técnicos distintos. Hace años que disfruto de ir a las marchas desde un lugar de ciudadano, más allá de la cobertura periodística. Ayer no fue la excepción, llevé dos cámaras pero con un enfoque distinto: fotografiar a los propios fotógrafos. Me interesa reflexionar sobre la práctica de la fotografía, sobre su impacto y sobre las dudas que nos atraviesan a la hora de producir imágenes en un contexto tan cargado de violencia y represión.
«El gobierno busca sembrar miedo y disuadir la movilización, y los fotógrafos nos hemos convertido en blancos directos de la represión»
– ¿Te sorprendió la represión del miércoles contra jubilados y manifestantes?
No me sorprendió la represión en sí, pero sí el grado de violencia y la impunidad con la que se ejecutó. Sabíamos que la marcha sería reprimida, pero no de esa manera, con tantos detenidos y con un colega internado en estado grave. El gobierno busca sembrar miedo y disuadir la movilización, y los fotógrafos nos hemos convertido en blancos directos de la represión. Ayer estuvimos en el lugar donde Pablo Grillo fue herido y pudimos identificar de dónde se disparó. La cercanía dejaba claro que los responsables sabían perfectamente el daño que podía causar ese disparo.»
– ¿Qué escenario vislumbrás desde la profesión para este año?
El fotoperiodismo enfrenta un gran desafío: seguir registrando la realidad, pero también aportar reflexión y contexto. Hay una batalla simbólica en juego y las imágenes tienen un rol clave en ella. No queremos que nuestras fotos sean solo un testimonio explícito de la violencia, sino que también permitan comprender el contexto, las causas y las posibles salidas. En este escenario, los fotógrafos han pasado de la ingenuidad a la organización: cada vez más llevan casco, antiparras, ropa de manga larga, incluso en días de calor, para poder resistir y seguir documentando.
«El fotoperiodismo enfrenta un gran desafío: seguir registrando la realidad, pero también aportar reflexión y contexto. Hay una batalla simbólica en juego y las imágenes tienen un rol clave en ella»
– ¿Qué experiencias similares tuviste en tu labor?
He cubierto muchas manifestaciones, pero lo que estamos viviendo ahora es un punto de inflexión. Nos estamos viendo obligados a modificar nuestra forma de trabajar para poder resguardar nuestra integridad. El uso de cascos, antiparras y chalecos antibalas afecta la manera en que nos movemos y fotografiamos. También afecta la forma en que nos relacionamos con el entorno y con los propios manifestantes. A veces, la cámara puede abstraernos de la situación, haciéndonos sentir más testigos que participantes, pero la realidad es que estamos ahí, en el medio de todo.
– ¿Cómo ves el ánimo de los fotoperiodistas en este contexto?
Hay un clima de tensión constante, pero también de resistencia. Nos preocupa la violencia, nos preocupa la censura y la criminalización de nuestro trabajo. Pero también hay una gran necesidad de seguir adelante y de reforzar los lazos entre colegas para cuidarnos entre nosotros.
«Hay un clima de tensión constante, pero también de resistencia. Nos preocupa la violencia, nos preocupa la censura y la criminalización de nuestro trabajo»
– ¿Qué opinión tenés sobre lo que le ocurrió a Pablo Grillo? ¿Fotografiar es una forma de militancia?
Lo que le pasó a Pablo es una demostración del nivel de violencia con el que se está reprimiendo. Disparar una granada a la cabeza de un fotógrafo es un mensaje directo: quieren que dejemos de mirar, que dejemos de documentar. Y no lo vamos a hacer. Fotografiar en estos contextos tiene una dimensión política, porque implica visibilizar lo que algunos quieren ocultar. No sé si es militancia en el sentido clásico, pero sí es un compromiso con la verdad y con la memoria. Y eso, en un momento como este, es fundamental.
Imágenes del trabajo de Nicolás y Gisela