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Entre el espejismo del «ocio» digital y la dictadura de los datos

Por Cristian Falabella. Vivimos una época donde la información ya no se mide por su veracidad, sino por su capacidad de distracción. La fake news dejó de ser un fenómeno aislado para transformarse en un recurso sistémico, diseñado para mantenernos entretenidos y alejados de lo esencial. A esto se suma la irrupción de la inteligencia artificial, presentada como herramienta de liberación, pero que en muchos casos opera como el gran anestésico del pensamiento crítico: nos convence de que estamos en un ocio productivo cuando, en realidad, somos parte de un engranaje cada vez más controlado.

Ya no alcanza hablar de posverdad. Estamos más allá de esa categoría. Inmersos en una hiperrealidad digital, lo que se disputa hoy no es la verdad, sino la capacidad de sentir, pensar y decidir. En este nuevo tablero global, Elon Musk aparece como el emblema de un liderazgo tecnológico-financiero que excede la innovación: es zar de las comunicaciones, voz autorizada del futuro climático y hasta posible arquitecto de la supervivencia humana en escenarios de extinción masiva. Musk encarna, como pocos, el desplazamiento del poder desde los Estados hacia las plataformas y los conglomerados tecnológicos.

Nuestros datos —convertidos en moneda de cambio— alimentan sin pausa un hipercontrol que se legitima a través de necesidades creadas por los mismos mercados que dicen satisfacerlas

El problema es que ese poder se ejerce sobre las semillas mismas del sistema: las personas. Nuestros datos —convertidos en moneda de cambio— alimentan sin pausa un hipercontrol que se legitima a través de necesidades creadas por los mismos mercados que dicen satisfacerlas. Cada clic, cada búsqueda, cada gesto digital deja huella en un panóptico invisible que no duerme. Y lo más grave: no hay regulación capaz de acompañar la velocidad de este proceso.

En paralelo, las guerras también se transformaron. Hay conflictos virtuales e ideológicos que operan como simulacros, mientras los misiles reales se anuncian con precisión matemática y hasta con agradecimientos entre enemigos por avisar dónde caerán. Una paradoja perversa: tecnología de punta puesta al servicio de la destrucción, pero administrada con la cortesía de una invitación.

Elon Musk aparece como el emblema de un liderazgo tecnológico-financiero que excede la innovación: es zar de las comunicaciones, voz autorizada del futuro climático y hasta posible arquitecto de la supervivencia humana en escenarios de extinción masiva

Lo que no tenemos —y tal vez nunca volvamos a tener— es a John Lennon ni a Gandhi. Voces capaces de proponer un horizonte distinto, de interpelar al poder desde un lugar humano y no instrumental. Hoy, en cambio, el escenario está copado por corporaciones y algoritmos que moldean deseos, emociones y formas de relacionarnos.

La pregunta, entonces, es urgente: ¿cuánto de nuestra humanidad estamos dispuestos a ceder en nombre de la conectividad, la inmediatez y la ilusión de pertenencia que nos ofrecen las redes sociales y la industria global de la comunicación en red?

La reflexión no puede esperar. Porque lo que está en juego no es solo la calidad de nuestra información, sino la dignidad de nuestra existencia en un mundo gobernado por pantallas.


Cristian Falabella es periodista digital y docente, especialista en comunicación y cultura digital. Editor de Noticias Mercedinas

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