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El déjà vu de las concesiones viales

Por Carlos Mosso. En estos días, el Gobierno Nacional lanzó un plan de Licitaciones Viales para privatizar más de 9000 kilómetros de Rutas Nacionales.

Una vez más, repetimos la historia sabiendo que la teoría puede ser muy buena, pero en la práctica fue todo un fracaso. ¿Pasará lo mismo?

Me pregunto, ¿qué nos pasó como argentinos?

Si nos remontamos a la historia, podemos ver que, desde 1850 a 1940, se construyeron en nuestro país más de 14.000 kilómetros de ferrocarriles.

Los mercedinos sabemos muy bien de qué se tratan estas licitaciones y en qué pueden terminar. Algunos tenemos décadas de historias para contar, anécdotas, promesas, inauguraciones, ilusiones y desencantos de todos los gobiernos que pasaron desde los 90 a la actualidad

Entre los años 1945 y 1982 se construyeron las principales autopistas de la Provincia de Buenos Aires y CABA, como son la Panamericana, el Acceso Oeste, la 25 de Mayo, la General Paz y el Camino del Buen Ayre (entre las más transitadas). Esto implicó miles de expropiaciones, demoliciones, padecimientos de familias por desarraigos y, seguramente, juicios.

No existían los peajes, pero sí existía un proyecto de país pensando en la conectividad entre los pueblos, en la educación, el turismo, las economías regionales, la salud, el trabajo, la seguridad vial y tanto más: progreso para todos los argentinos.

Llegó el año 1993, cuando se aprobó la Ley de Concesiones Viales, desestimando un famoso y conocido Plan Laura. Claramente, este plan era innovador y no necesitaba de peajes: se autofinanciaba con lo que ya estábamos aportando en esos años con los impuestos a los combustibles y otros ítems interesantes. También incluía recuperar y mantener las líneas de ferrocarril, pero fue un proyecto de ley «cajoneado» como tantos.

Los mercedinos sabemos muy bien de qué se tratan estas licitaciones y en qué pueden terminar. Algunos tenemos décadas de historias para contar, anécdotas, promesas, inauguraciones, ilusiones y desencantos de todos los gobiernos que pasaron desde los 90 a la actualidad.

Hay algo muy concreto: en cuarenta años solo se hicieron veintisiete kilómetros de transformación de la Ruta 5 en autopista entre Luján y Mercedes. ¡Menos de un kilómetro por año! Estamos hablando de obras en llanura, sin demoler cientos de edificios, etc. ¿Se entiende?

¿Podemos imaginar si hoy tuviéramos que construir las autopistas porteñas y accesos a CABA?

En el año 2022, el Gobierno Nacional pidió créditos internacionales para realizar obras, incluyendo la Ruta 5. Tiempo después, se dieron inicio, con muchísima lentitud, a la transformación de la Ruta 5 en autopista en un tramo de veinte kilómetros entre Mercedes y Suipacha, dejando fuera de la licitación a los principales ocho kilómetros que Mercedes necesita con sus dos ingresos, como son la Avenida de los Inmigrantes y el Acceso Manuel San Martín, y las respectivas colectoras. Menos mal que ese crédito es un fondo asignado; de lo contrario, se pudo haber utilizado para otra cosa.

Datos a tener en cuenta: dicho crédito fue de nueve millones de dólares, según me confirmó un Diputado Nacional que es parte de la Comisión de Presupuesto 2026. La construcción por cada kilómetro está cotizada en un millón de dólares, y los kilómetros a construir son veinte. Es decir que, en el Presupuesto 2026, deberían incorporar los más de once millones de dólares (ajustando por inflación) para completar la traza. Pero, teniendo claro que el Gobierno no piensa invertir en obras, exigiendo que todo dependerá de los privados, difícilmente en el presupuesto incluyan un dólar para completar la obra.

Esto último, sumado a lo que dicen los Pliegos, donde exigen a los empresarios el mantenimiento de las Rutas Nacionales con la recaudación del cobro de peajes y que, si quieren hacer obras nuevas —tales como transformaciones en autovías, autopistas, puentes, rotondas, etc.—, pueden, pero también deberán hacerlas con recaudaciones propias. Un dato más que no te cuentan es que también les dan la posibilidad de instalar más cabinas de peajes y aumentos considerables de tarifas. No hace falta decir que los únicos perjudicados seremos los usuarios, incluyendo los fletes, transportes de mercaderías, micros de corta, media y larga distancia, entre otros, que trasladarán esos incrementos a los consumidores.

Existen opiniones encontradas. La realidad dice que, para cobrar peajes, deben garantizar una contraprestación, cosa que sabemos no existe en todas sus formas. Hay quienes opinan que no les importa pagar lo que sea con tal de viajar seguros; otros directamente pensamos que no debemos pagar nada porque ya estamos pagando demasiados impuestos para tal fin. Reitero: el principal impuesto es el de los combustibles, que se creó para mantenimiento y obras, pero, claro, esa hermosa «caja millonaria» fue tentadora para muchos, y así estamos.

Podría relatar e ilustrar muchísimas vivencias, por las cuales tengo una opinión formada.

No quiero ser pesimista, intento ser realista recordando lo que un puñado de mercedinos vivimos en carne propia desde los 90 hasta esta parte. Ya no me queda margen para renovar las esperanzas en estos temas, deseo con el alma equivocarme; solo el tiempo lo dirá.


Carlos Mosso es vecino de Mercedes e integrante de comisiones de usuarios viales

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