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Encontrar a Jesús en lo cotidiano

Llegamos al tercer domingo de la Pascua y se nos invita a reflexionar el Evangelio de Juan, capítulo 21, donde nuevamente Jesús vuelve a lo cotidiano. ¿Qué significa esto de «lo cotidiano»? Lo de todos los días.

A veces pretendemos encontrar a Dios en grandes cosas, en grandes situaciones, en grandes acontecimientos.

No siempre es fácil reconocer que Jesús está cerca, cuando está de noche, cuando no tenemos alimentos, cuando estamos tristes.

No es fácil reconocer a Jesús, sin embargo El está siempre. Está siempre y está de tal modo siempre presente que se nos quiere manifestar con cosas sencillas, que tal vez a nosotros hasta nos desilusionan, porque esperaríamos por lo menos algún «efecto especial»: olor a incienso, olor a rosas, música de ángeles o algo sobrenatural. Y sin embargo Jesús se aparece, irrumpe en la vida nuestra en lo cotidiano, y nos dice algo tan de todos los días como «¿tienen algo para comer?», que es lo que le dice Jesús a los 12 que están reunidos y allí viene todo este diálogo que se da.

Nos cuesta encontrar al Maestro, al Resucitado, en las cosas de todos los días, en lo cotidiano. Nos cuesta encontrarlo y descubrirlo en una palabra, en un diálogo, en una mano extendida, en un plato de comida que se comparte… Nos cuesta…

Lo buscamos tal vez en grandes teofanías o grandes manifestaciones, pero eso era para el Antiguo Testamento.

Se hizo hombre para que lo reconozcamos en la pequeñez de un niño y desde el Jueves Santo en la fracción del pan, en lo cotidiano, en lo sencillo.

Quiera Dios que tengamos ojos de niños, ojos sencillos, para descubrirlo en lo de todos los días, incluso este domingo que por aquí está medio lluvioso, y no sé cómo andará por sus ojos.

Que también aquí en la lluvia, en la serenidad, podamos encontrarlo.

Que la Virgen Santísima de Luján le conceda un buen domingo, en familia, en amigos o en soledad, pero siempre en paz con Dios.