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La presencia peregrina de la Virgen de Luján

Sin entrar o desear hacerlo en una discusión sobre la llegada del hombre a nuestra América y a nuestra hoy Argentina, cierto es que por el 1600 ya había movimientos de personas. También se atisbaba lo que serían luego grandes metrópolis: el conocido Alto Perú, la Capitanía General de Cuyo, la división natural con la Cordillera que habla también de otro lugar que es Chile, hacia el norte hacia el sur… Además ciudades mediterráneas, tal vez por la necesidad de tener “paraje”, o lugares donde parar, desde las ciudades puerto –porque lo más común eran las ciudades que estaban a la vera del mar o de los grandes ríos, como Rosario o Buenos Aires, como la gran ciudad cabecera–, pero así uno se encuentra otro tipo de ciudades del mediterráneo como Córdoba, como Tucumán, como Santiago del Estero, que tienen una vida absolutamente propia.

Sea como fuere, sabemos que en el 1600 no solamente hay asentamientos sino movimientos de personas y es el 1630 donde una caravana proveniente desde la ciudad puerto Buenos Aires se detiene a la vera del río de Luján, y con ella un día como el de hoy –pero en aquel entonces– la carreta no avanza y se comprueba que quitando uno de los cajones las bueyes tiraban pero si lo colocaban no tiraban. Cuando abren se encuentran con una imagen de la pura y limpia concepción, entendiendo que este hecho era un milagro. Y pues bien, la Virgen decide ella misma como peregrina quedarse entre nosotros. Es una presencia de María que pasa pero que se queda.

Y habiendo entre la caravana esclavos, hay uno, Manuel, al que se le designa quedarse al cuidado de la sagrada imagen, que había decidido quedarse por esos lugares, y así nace la devoción que hoy conocemos como “Nuestra Señora de Luján”, desde 1630. Y su querido esclavo, el Negro Manuel, cuya única función o tarea que iba a tener era mantener siempre la lucecita encendida de la imagen de la Virgen, la que la iluminaba y que aún hoy la ilumina.

Es desde 1630, entonces, antes de que nos conociéramos y nos conformásemos como Nación (recordemos que los movimientos revolucionarios de las invasiones inglesas habían dado cierto sentido de pertenencia a los nuevos lugares, pero es recién en 1810 con el primer gobierno patrio y 1816 donde se decide la libertad de España, del rey, de la metrópolis, y de cualquier otra dominación extranjera) que la presencia materna y peregrina de la Virgen está con nosotros, con toda nuestra Patria, caminando, peregrinando, mostrándonos a Jesús.

Hoy, 8 de mayo, celebramos el milagro de Luján. Celebramos que una imagen sencilla, de la pura y limpia concepción de María, quiso quedarse a la vera del río Luján y desde allí decirnos “Argentina, canta y camina”. Desde entonces la Patria no es guacha, la Patria tiene una madre que se llama María. Lo creamos o no. Seamos o no practicantes de la fe católica. María Santísima está, como buena madre, acompañando, mostrándonos el rostro amante de su hijo Jesús.

Quiera la Virgen Santísima, hoy también, mostrarnos el rostro de su hijo Jesús, y que también hoy nos demos un momentito para, mirándola a ella, pedirle que nos bendiga y también nosotros escuchar de ella “Levántate y camina, Argentina, canta y camina”.

En cada uno de nosotros, levantémonos y caminemos. No estamos solos. Ella viene con nosotros.

Que ella te bendiga. Feliz fiesta de la Virgen de Luján.