La vida religiosa, social, política y económica de las ciudades en la época de la Revolución, de 1800 en adelante, tiene como epicentro, eventual, a las iglesias, que son los lugares de sociabilización, como ayer vimos. De allí que tienen una vida muy propia y particular, y desde allí esta se irradia.
Pero la iglesia no son los muros, sino las personas, y dentro de ellas en ese tiempo era muy importante el Clero. Son 27 los sacerdotes que como tales participaron en el Cabildo Abierto del 22 de mayo.
El Clero tiene una vida muy importante en la vida social, política del pueblo. No solo por ser los instruidos de la sociedad, sino por la cercanía, la facilidad de hablar y las relaciones con el poder.
Las diócesis eran muy pocas, y de aquel entonces son conocidas las del Alto Perú, la de Córdoba que es muy vieja, la de Santiago del Estero, la de San Juan de Cuyo que ocupaba el centro y sur del país, y por supuesto la de la metrópoli, la diócesis de Buenos Aires, de la que su obispo tuvo una importante participación en el Cabildo Abierto y protagonismo en sus discusiones, fue uno de los que se opuso a la ruptura con la Corona.
Otras que tuvieron mucha importancia en esta vida interna de la iglesia eran las órdenes religiosas. Eran las reales órdenes, entre ellos los Dominicos, Mercedarios y Agustinos, que contaban con la venia y el favor real. Pertenecían a la Corona y esta proveía a los provinciales y superiores y sostenía el mantenimiento de las casas y conventos. Luego vendrían los Franciscanos, que eran los menores. Los Jesuitas en aquel entonces ya habían sido expulsados de América del Sur.
Otro papel importante es el que juegan las monjas. Las monjas de clausura pues la vida religiosa activa no era conocida. Las mujeres o se casaban o entraban al claustro. Y en esta rama femenina se encuentran las Dominicas, que tienen su acervo en lo que hoy se llama el espacio de las Catalinas. Están también las Clarisas y otras monjas contemplativas, que tienen como función el servicio al culto divino y al trabajo de ornamentos y otros.
Las obras de caridad eran confiadas normalmente a los hermanos laicos. De todo este tiempo surgen y tienen gran importancia las asociaciones de laicos que perteneciendo a una orden religiosa realizan votos según su estado propio, viven la espiritualidad. Son los conocidos como “terciarios”, a los que pertenece entre otros conocidos don Manuel Belgrano. De allí que este descanse en el atrio de Santo Domingo, pues está vestido con el hábito de los Dominicos.
Los sacerdotes que actuaron en esta época fueron Fray Luis Beltrán, Castro Barros, Alberti, Fray Justo Santa María de Oro y otros que han inspirado el nacimiento de la Patria.
Pero, ¿por qué dedicar este espacio de “Semillas de vida”? Porque estamos en la Semana de Mayo y debemos recordar que nuestra Patria dentro de su ADN tiene al cristianismo. Nuestra Patria no nace gnóstica sino creyente, y dentro de lo creyente cristiana y católica. Y esto se debe a la presencia de hermanos laicos y sacerdotes que dieron su pluma, su palabra y su vida para que tengamos Patria. Esta Patria que es don y se convierte en tarea al decir de San Juan Pablo II.
Nuestra Patria también para nosotros es un don y es tarea.
Que sepamos recibir ese don y que ese don se convierta en tarea. Y que esa tarea no sea sino hacer lo que debe hacer cada uno desde su lugar.
La Virgen Santísima de Luján, testigo de todos los acontecimientos y de la historia, nos acompañe y bendiga.