Por Susana Spano
La noticia golpeó duro. Es cierto que hacía un tiempo que no nos veíamos. Es cierto que no hablábamos tan seguido como antes, pero sabíamos que estabas allá, en el lugar en el que decidiste vivir hace unos años y en el que armaste una nueva vida.
Lo importante era que estabas, solo era cuestión de mandar un mensaje.
Estabas e ibas a estar siempre, con tu sonrisa limpia, tu bonhomía, tu buen humor a flor de piel, porque siempre te recuerdo así.
La primera vez que nos vimos hacia unas pocas horas que había llegado a Mercedes, tomaba un café con Marcelo, te sentaste enfrente de mí y supe, al momento, que íbamos a ser amigos, porque era sencillo ser tu amigo.
Poco a poco nos fue uniendo una pasión: la radio y no cualquiera. Radio Vida, que, por ese entonces reunía a un puñado de gente linda y bohemia: las trasnoches de Alejandro Barbieri, con su música, la Negra Medina con su “Malvinas por Siempre”…vos, siempre estabas, no era necesario salir al aire, en el control nomás; donde hiciera falta.
Un día Fernando Luna nos dijo si queríamos hacer un programa y surgió “La Rayuela” y allí estuviste también, ayudando en los comienzos y siempre.
Y después, llegaron aquellos días en los que había alguna fecha especial y le preguntábamos a Fernando si podíamos hacer un programa sobre el tema y él, siempre generoso, nos dejaba. A la gente le gustaba, nos llamaban por teléfono, se integraban con sus comentarios, porque todavía no estábamos presos del celular como hoy, ni Netflix ocupaba nuestros ratos libres.
Y los fines de semana llegaban los encuentros, las cenas, las sobremesas, las salidas en el Fiat de Marcelo, con el escape libre que anunciaba desde varias cuadras que llegaba y todo era simple, lindo y perfecto.
Claro, uno cuando vive momentos perfectos no se da cuenta. Eso pasa después, cuando el momento pasó…entonces lo atesoramos, como un puñadito de cielo en una tarde diáfana de sol.
Te digo la verdad, cuando decidiste irte de Mercedes para mí no fue lindo. Con vos se fue un poquito de aquella inconciencia maravillosa de nuestras noches transmitiendo por la radio el corso; de subirnos los dos al Teatro Argentino, haciendo un diálogo de dos amigos que charlaban sobre la vida…
No me gustó que te fueras, pero no había que ser egoísta, era lo que habías elegido…
Pero volvías, de vez en cuando volvías, y otra vez hablábamos, nos reíamos, nos contábamos todo…
Anteayer me despertaron con una noticia que no quería creer, que no quiero creer porque vos no te fuiste, amigo querido, vos seguís estando… En nuestras confidencias, en las complicidades, en aquellos domingos, cuando los “Locos del Aire”, alegraban la tarde de tanta gente linda de esta Mercedes que “es” y “será” siempre “Tu Mercedes”…
Seguro estás en un lugar mejor, volando por el aire, ése que fue parte de tu vida.
Hasta todos los momentos… Marcelo Trivellari.