En la Misa de las Fiestas Patronales de la Arquidiócesis, en la Basílica Catedral Mercedes, monseñor Agustín Radrizzani se dirigió a los presentes para contarles la historia de la patrona, Virgen de la Merced, y pidió que «nunca dejen de hablar de Ella».
«Festejamos con mucha alegría a María, nuestra Madre de las Mercedes», dijo en su homilía esta tarde y contó parte del origen de esta advocación.
«Según la historia, tenemos presente que hacia el año 1100 los musulmanes invaden Europa y conquistan la mitad del actual territorio de España. Este es un tiempo de numerosos mártires y esclavos. El pueblo español pidió a la Santísima Virgen su protección y ella, como madre amorosa, se le apareció a San Pedro Nolasco el 1 de agosto de 1218 y le dio la misión de fundar una orden para rescatar cautivos. Con el apoyo de San Ramón de Peñafort y el Rey Jaime I de Aragón, pudieron rescatar innumerables prisioneros. Se calcula que lograron liberar a 300.000 personas pero, sin embargo, unos 3.000 religiosos murieron mártires en esta empresa», narró el arzobispo.
«Esta orden fue creada el 10 de agosto de 1218 en la Catedral de Barcelona ante el altar de la Virgen que llamaron Nuestra Señora de las Mercedes. Los religiosos, además de los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia, añadían un cuarto voto que consistía en quedarse como rehenes en poder de los infieles y después, si fuera necesario, a dar la vida para lograr la libertad de los cautivos», dijo y remarcó que hoy esta advocación «hace presente en el pueblo fiel de Dios el don de la libertad».
«Libertad del mal, de toda esclavitud, del pecado y toda forma de egoísmo. Hoy son muchas las cadenas que nos oprimen y la presencia de la Virgen llega hasta nosotros para liberarnos, para no ser más esclavos, sino hijos», sostuvo Radrizzani y dejó en claro que la Virgen, «como madre amorosa, ejerce sobre nuestras vidas tres movimientos, con los cuales nos ayuda a obtener la libertad»:
– Como madre nos atrae con ternura, nos lleva en sus brazos sin juzgarnos, nos anima y nos devuelve la confianza. Con su presencia, caminamos seguros en la vida hasta que llegue el día sin ocaso en el que Dios será todo en todos. Algo que nos da una enorme fuerza es la promesa de Jesús: “Yo estaré con Uds. hasta el fin del mundo”. Y junto a Él está también María. Ellos, Jesús y María nos atraen y nos acompañan.
– Ella nos transforma. Es tan grande su bondad que cobijados por su amor, no podemos no cambiar y, entonces, hacer crecer en nosotros la paciencia y la misericordia, imitando a la Virgen y su conducta para con los apóstoles. Crece en nosotros la alegría, la ilusión y el buen humor, porque ella está junto a nosotros y lo que antes era angustia, ahora es esperanza. Lo que antes era signo de muerte, ahora es signo de vida. Lo que era oscuridad y noche ahora es un día de sol radiante. Ella está, y es tan atractiva con su presencia que nace dentro nuestro el deseo de imitarla en su humildad y en su caridad.
– La Virgen nos envía. Así como ella dejó la comodidad de Nazareth para ir a servir a Santa Isabel, así también nos enseña a servir, a amar, a estar atentos al prójimo. De la misma forma que no se quedó llorando la muerte de Jesús, sino que fue a fortalecer a los Apóstoles, también nos invita a dejar nuestros dolores y nuestras cruces para acompañar, escuchar y consolar a los hermanos. María nos contagia el entusiasmo de vivir con Dios y ser misioneros de los alejados. Escuchamos a Jesús que nos dice: “Vayan y hagan discípulos míos a todos”. Ella nos acompaña en este peregrinar hacia los alejados, los pobres, los enfermos y las personas solas.
«Queridos hermanos y hermanas, nunca nos cansemos de hablar de ella. La Virgen fue la esperanza de la Iglesia naciente. María fue la gran misionera en estos 20 siglos que nos han precedido y es ahora nuestra compañera de camino en este inicio del siglo XXI, para que todos encuentren en Dios la razón de ser de sus vidas. En Él y en Ella nuestra alegría y nuestra esperanza», destacó.
«Los invito a entregarnos a María de las Mercedes y a poner una vez más a toda la Arquidiócesis bajo su maternal amparo, rezando la hermosa oración del Ave María», completó Radrizzani, arzobispo de Mercedes-Luján.
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