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Chile se incendia y duele

Crisis en Chile. Protestas en distintos puntos de Santiago (AP).

Sabíamos que en algún momento iba a suceder. Los procesos sociales permanecen, a veces, muchos años soterrados, adormecidos como si estuvieran en un período de maceración, hasta que llegado el momento en el que una chispa, en el lugar más inesperado e insignificante lo incendia todo. Las consecuencias del estallido son siempre impredecibles y por supuesto, los más espantados son aquellos que han alimentado por años políticas de despojo a las clases populares, las que precisamente son las que ponen el lomo, para sostener a quienes les usurpan su esfuerzo y sacrificio para terminar llevándose la parte del león.

Chile por décadas ha sido gobernado por los mismos, lo único que han logrado cambiar es la cara de quien dirige de cuando en cuando. La clase política después de La dictadura no ha hecho otra cosa que reproducir los preceptos de la Constitución de Pinochet. Todo el espectro político, desde la izquierda extrema y, hasta la derecha más recalcitrante no ha hecho otra cosa que reproducir la doctrina de los “Chicago Boys”. Discípulos todos de Milton Freedman, cuya doctrina en donde se la ha aplicado, segrega a millones de personas a la pobreza y la más espantosa miseria, la que en el “laboratorio” sudamericano convirtieron en religión.

Despojaron a los partidos tradicionales y ahora se presentan a elecciones con seudónimos o alias, que no dicen nada, que utilizan como escondrijos y sólo para la elección, después los abandonan y van por otros, según la ocasión lo requiera y convenga.

Por años, Chile ha sido un país atendido por sus propios dueños. Para lograr ese propósito colonizaron el Estado, el que a través de sus poderes los protege y como consecuencia han puesto a la comunidad a su servicio. El sistema de gobierno se lo denomina democrático, aunque en la realidad se asemeja a una democracia sólo en lo formal. En la práctica, la brecha entre ricos y pobres es espantosa, no compatible con un sistema con propensión a asegurar derechos mínimos de igualdad y protección a los más desposeídos que garantice el acceso a la educación, salud, trabajo y alimentación. Cuestiones que debe atender cualquier democracia decente que se precie de tal.

El país adolece también de un grave problema de representatividad, se ha legislado para que el voto ciudadano no sea obligatorio. Esto ha hecho que ni siquiera el 50% de los ciudadanos se exprese a través de su voto, ha habido ocasiones en que no se ha alcanzado el 40%. Perdieron el interés en participar cuando se dieron cuenta que indistintamente a quien votaran nada cambiaba. Quién va a votar por quinta vez, si ha sido defraudado por los políticos en forma sistemática y nunca ocurrió que se tomara alguna medida que le permita desarrollarse y vivir mejor. Entonces votan siempre los mismos, los que saben que conservan el sistema que protege sus intereses. Así se llegó hasta acá.

El alza en el precio del transporte, puntualmente el precio del pasaje del “Metro” (Servicio Subterráneo de Trenes Metropolitanos) fue la gota que inició el derrame. Es curioso, porque en la única ciudad que hay este servicio, es en Santiago, la capital. La verdad, eso es anecdótico. La procesión enojosa venía anidándose en el alma de los chilenos por décadas.

Reclamaron siempre condiciones mínimas de buen vivir: trabajo con una remuneración suficiente para cubrir necesidades básicas y poder proyectar un futuro para su vida. La televisión mostró una muchacha cruzando en bicicleta en medio de la protesta portando un letrero en la espalda que decía “Queremos vivir con dignidad”.

Mientras escribo estas reflexiones el país está en estado de emergencia con toque de queda. La protesta los pasó por encima a los dueños del país, la ira se fue desplazando como un susurro y por momentos se vieron escenas pavorosas.

Los políticos a los que consultó el periodismo televisivo sobre las manifestaciones se mostraron sorprendidos, pero no ahorraron adjetivos, acusando de “vándalos” a los ciudadanos que legítimamente ejercían su iracundo reclamo. Piñera mismo dijo que eran “delincuentes” y llamó a la unidad. Dijo también que llevaría a la justicia a quienes produzcan desmanes, omitió referirse a las culpas de quienes han dirigido al país y lo han conducido a este estado de situación. Otros políticos no dejaron de referirse a los destrozos, como si la gestión ominosa que han ejercido por años hubiera sido inocua a millones de ciudadanos, conciudadanos suyos, sobre los cuales han derramado sus acciones mezquinas. Mezquinas y corruptas, por decir lo menos.

No hay excusas, quienes dirigen el país son la clase política, son ellos los que en épocas de hacer proselitismo prometen lo que ni ellos mismos creen lograr. Lo cierto es que jamás han dejado de estar al servicio de los países centrales, adoptan todo lo que ellos les proponen, jamás se les cae una idea que no sea ejercer la obedientemente sus mandatos. Para simular que tienen autonomía dirigencial e ideológica, hacen gala de una profusa verborrea, explican que el mundo es así, que es lo nuevo hacia donde se dirige el mundo, que las nuevas tendencias se corresponden con un orden natural, que ello no hay nada nuevo por hacer, que ya está todo inventado. Así justifican que no pueden hacer otra cosa que adherirse a los principios del mercado. Entelequia asimilan a la panacea.

El pueblo en la calle se los dijo. “Que se vayan todos los viejos políticos”. El pueblo ha puesto en duda la probidad de sus dirigentes. Se desprende de los planteamientos de la gente en la calle que ya no los quieren o, por lo menos ya n o confían en ellos. Se han comportado como tipos que encontraron un trabajo bien remunerado al que se aferran con la actitud del ganapán, pero que políticamente han demostrado una ineptidud sin límites, si de hacer política se trata. Pareciera ser que no saben para qué están. Se los ve con frecuencia en la televisión con actitudes propias de la farándula, profiriendo bravatas discursivas, en una simbiosis perfecta con medios de comunicación que sostienen y promueven espectacularmente el sistema.

El Presidente en su mensaje de hoy a la tarde, ha dicho que se reunirá con los tres poderes del Estado la próxima semana. Seguramente será para enterarse en comunión de lo que está pasando, como si ya no lo supieran. Qué se puede esperar de esa reunión más que “gatopardismo”. Es decir, cambiar algo para que no cambie nada. Son esos mismos tres poderes que han estado presentes en todo este devenir sufriente de un pueblo de espalda ancha, que ha venido padeciendo hasta la humillación.

Parece no enterarse el primer mandatario, que a la luz de la protesta ha surgido un nuevo actor político, que es el pueblo en la calle exigiendo sus derechos, autogestionando lo que legítimamente le corresponde. Es con ellos que hay que conversar directamente y sin cortinas de humo, reconocer que han asumido su propia representación.

De allí es de donde deberán salir los auténticos representantes para exponer y discutir lo que realmente sienten, merecen y les corresponde. Los dirigentes actuales han sido superados por las circunstancias y si en más de cuatro décadas no encontraron la solución a una sociedad que ha venido cuesta abajo, difícilmente la tendrán ahora. Por lo que se vio a través de la protesta, esos mismos badulaques ya no representan a nadie. Chile duele.

1 COMENTARIO

  1. Muy parecido a lo de Ecuador, Argentina, Colombia, México. América Latina duele. Pero está viva y sigue en.movimiento. Saludos Luis, excelente artículo.