Un año antes de que Ricardo Tabossi –mi viejo– muriera, tuvimos un proyecto en común. Un día, como al pasar, me dijo que era una lástima que no hubiera un libro o un folletín con ilustraciones que contara la historia de Mercedes para los más chicos. Él sabía –porque siempre me preguntaba en qué andaba o qué estaba escribiendo– que mi inquietud por entonces era la literatura juvenil. En el momento la dejé pasar. Pero él, paciente y decidido, fue trabajando sobre mi voluntad cada vez que se presentaba la ocasión. Me llevó unos meses decidirme, hasta que a fines del 2017 empezamos a hablar del asunto con mayor detenimiento.
Me tomé el verano del 2018 para leer su bibliografía relacionada a la ciudad, principalmente sus investigaciones plasmadas en los libros «Historia de la guardia de Luján durante el período hispano – indiano» y «La guardia de Luján; de Mayo a Caseros». Subrayé y extraje como un cirujano todo aquello relevante de la historia de Mercedes que pudiera adaptarse al lenguaje y a la motivación de un niño o un preadolescente. Leer aquello, además de necesario para poder escribir, resultó ser una manera –otra– de acercarme a una faceta suya que, por ser hijo, quizás siempre quedaba relegada: su obra.
Una vez terminada la etapa –mi etapa– de investigación, comencé la fase más divertida: escribir ficción para chicos. Ese momento mágico del oficio en donde uno cree inocentemente que está escribiendo ficción y de repente, en medio de la trama, uno se encuentra mirando a los costados y percatándose de que todo lo que hay allí son restos arqueológicos de la propia infancia. Así fue, también, con este libro.
De manera involuntaria las cuerdas de la imaginación empezaron a sonar de forma armónica produciendo una música similar a la que hube escuchado en mis primeros años. El viaje ficcional de los protagonistas, de ese padre y ese hijo, por la historia mercedina, no es sino una versión trastocada en el tiempo de aquellas bicicleteadas que junto a hermanos y amigos solíamos hacer con papá en los veranos de los ochenta.
De mi viejo aprendí a intentar mirar las cosas de otra manera, a no quedarme con la primera impresión, o en todo caso, a volver sobre ella. Aprendí a observar –diría–, a entender que cada cosa tiene su historia, su recorrido, su magia. Claro, no es que un día me haya dicho “mirá hijo, tenés que intentar mirar las cosas de otra manera”. Lo que hacía era darle vida a las paredes, a las casas, a los edificios, a las esculturas, contándome la historia, y será por eso que me gustan las historias.
Por cada lugar de Mercedes por donde anduviéramos él tenía algo para contar: el origen, qué pasó en esa esquina una noche del año 62, por qué se llama de tal manera, qué había antes, etcétera.
Ricardo Tabossi –papá– se ha pasado la vida haciendo exactamente eso: docencia e investigación histórica. Pasear con él era aprender la historia de Mercedes en cuotas. Mi casa de la infancia, sin ir más lejos, está conformada por materiales antiguos reencarnados, que son testigos y retazos de la historia de Mercedes.
El trabajo en el libro “La historia de un viaje” –en los primeros meses del 2018–, no fue un trabajo sino un encuentro de pasiones: la suya por la docencia hasta el último minuto de su vida y la mía por la escritura. El viaje de los protagonistas fue nuestro último viaje. Había un pacto implícito. Él no se metería con los aspectos literarios, pero haría una supervisión de cada dato histórico volcado en el texto.
Hace un mes decidí ofrecer el pequeño libro “La historia de un viaje” gratuitamente en formato PDF a directivos y docentes de los colegios de Mercedes que recibieron el material con mucho interés para incluirlo en los programas de estudio.
Hoy, primer jueves de junio –mes de un nuevo aniversario de nuestra ciudad– lo ofrezco abiertamente a la comunidad.
Aquellos lectores interesados en recibir “La historia de un viaje” en PDF no tienen más que contactarme vía redes sociales (tanto en Facebook, como en Twitter e Instagram me encuentran como Marcos Tabossi) y se los enviaré por mail.
Por ahora es sólo texto. Ojalá, en un futuro cercano, podamos disponer de las ilustraciones y de los medios necesarios para la publicación en papel.
Nunca antes había escrito sobre Mercedes de forma tan explícita. Ahora, a la distancia, pienso que esta idea de las crónicas, de escribir semanalmente sobre la ciudad –en forma consciente y persistente– nace de una motivación que va más allá de lo racional o lo emocional: una motivación espiritual. Es una manera de seguir conversando con él.