En varios lugares ya se ha hablado profundamente de aquello que el COVID-19 genera y ha generado en sectores vulnerables y emergentes. Todos sabemos que el virus existe, vive no solo en nuestra imaginación. Es complicado afirmar que el virus no existe o que es una falacia. Lo cierto es que a pesar de nuestros deseos de que sea efectivamente una mentira, la enfermedad ha demostrado que se hace presente y que va en contra (principalmente) de quienes menos tienen.
En barrios populares del conurbano bonaerense, así como en barrios de la CABA, el virus ha vulnerabilizado a familias enteras, niños/as, jóvenes, adultos mayores.
Poco se ha hablado de cómo este virus ha complejizado el doble la vida de las mujeres, aquellas que son jefas de hogar, aquellas que no solo se han quedado sin sus fuentes laborales, sino también esas mujeres que trabajan el doble en medio de variadas tareas: tareas escolares de hijos e hijas del nivel primario, el prestar atención minuciosa a las fuentes laborales de las que dependen para su subsistencia y los quehaceres domésticos, pensando en aquellas que son madres solas y que se encuentran plenamente a cargo de un hogar.
En el caso de quienes no son madres solas, muchas se han encontrado en situaciones de encierro y de acorralamiento, ya que transitan esta cuarentena con parejas, novios, maridos, hermanos y hasta padres violentos que lejos de hacer lo que les corresponde como familiares y compañeros, han vulnerabilizado a estas mujeres sometiéndolas a una violencia que se ha vuelto rutinaria y parte de la diaria.
Como ya se sabe y es de público conocimiento, las denuncias por violencia de género se han intensificado en estos ochenta días de aislamiento preventivo, social y obligatorio. Los hogares, para muchas ya no son seguros. Se han registrado muchísimos llamados a la línea nacional de ayuda 144. Dichos llamados demuestran que los casos han crecido un 40% en medio de esta cuarentena. Además, las denuncias ingresadas al Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires se han incrementado en un 25%, donde han sido más de 551 las denuncias por violencia de género de todo tipo desde la puesta en marcha de esta cuarentena.
Frente a esto no podemos ignorar que muchas mujeres no se animan a denunciar a su agresor y callan, se silencian a sí mismas porque piensan que ese silencio las resguardará y protegerá o, simplemente, por creer que el denunciar avivará toda esa violencia que ya de por sí reciben.
Desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros, Diversidad de la Nación se aumentó el servicio de asistencia a la línea 144 y se encuentra abierta las 24 horas para efectuar las denuncias correspondientes y necesarias.
En medio de dicha problemática no debemos olvidar que la vulnerabilización y precarización hacia las mujeres se incrementó también porque, en muchos hogares, ellas mismas han tenido que recurrir a la baja de algunos servicios, entre ellos telefonía celular, internet. Esto les imposibilitó más aún su posterior defensa y el inmediato pedido de ayuda. En muchos casos, el corte de servicios se debe a la profunda crisis que nuestro país atraviesa, así como los trabajos precarizados con los que cuentan. Muchas han llegado a tener que elegir entre pagar el abono de la telefonía celular o comprar medicamentos necesarios para sus hijos. La situación es compleja, delicada.
Se ha avanzado pero se continúa necesitando la presencia de un Estado que vaya más allá de una línea telefónica, se requiere de un Estado que posibilite a estas mujeres trabajos no precarizados y en blanco.
Una vez más, las mujeres son quienes están siendo vulneradas y violentadas, incluso dentro de sus hogares. La pandemia ha profundizado esa violencia arraigada, machista y patriarcal que, ante esta situación de aislamiento, coloca a madres, hijas, hermanas, bajo la mira de un machismo que mata.
Ya no hablamos solo de un virus que las vulnerabiliza en sus derechos, sino también de un machismo atroz que se acopla y unifica con un patriarcado autoritario, intenso, irracional que llega a causar muertes y convertirse también en una pandemia.