Pedro Guillermo Rodríguez y su esposa María Antonia Gómez se radicaron en Mercedes –La Guardia de Luján en esa época– en el año 1780.
Vinieron de Santander a poblar la Patagonia. No, no es una forma de decir. Vinieron a poblar la Patagonia como estrategia para defender el lugar. Pero el frío, el viento, la lejanía y las enfermedades como el escorbuto fueron causas suficientes para regresar a Buenos Aires y, desde allí, que le designaran un nuevo lugar donde vivir: La Guardia de Luján.
Pedro y María llegaron a La Guardia de Luján junto a otras nueve familias. Diez familias españolas se radicaron en la Guardia de Luján en 1780.
Pedro y María tuvieron tres hijos: Juan Andrés, Juana del Carmen, y María Antonia.
Juana del Carmen Rodríguez se casó con Bernardo Antonio Aroza y tuvieron once hijos. Todos nacidos en La Guardia de Luján. Celedonio Aroza –uno de ellos– tuvo seis hijos. Una de ellas, Benita Aroza se casó en 1879 con Pedro Reyes y tuvieron diez hijos. Uno de ellos, Rufino Tiburcio Reyes, fue el bisabuelo de Mónica Reyes.
Mónica es una de las descendientes directas de las familias más antiguas de La Guardia de Luján -Mercedes.
— Siempre fue algo que se habló en mi familia y nunca pudimos conseguir ese famoso libro del árbol genealógico para constatar. Yo tenía entendido que habían llegado ocho familias para poblar este territorio. Es lo que yo te transmito que a mí me transmitieron mis abuelos, mis bisabuelos y demás, pero nunca te pude contactar para ver ese registro.
— Sí. De los españoles radicados en aquella época ustedes son descendientes de Pedro Guillermo Rodríguez y María Antonia Gómez
— Ah, mirá. Me acabo de enterar. Me das un notición espectacular de que está confirmado.
Doscientos años después de que arribaran Pedro Rodríguez y María Antonia Gómez, un extraño golpeó la puerta de la casa del señor Reyes, descendiente directo de los primeros pobladores. El diálogo fue similar al formalismo previo a una declaración con la policía o la AFIP. «Usted es fulano», anunció el desconocido con un tono medio pregunta medio afirmación. «Sí», respondió el dueño de casa. Usted es hijo de tal y tal. Sí. Y sus abuelos son tal y tal. Sí. Y sus bisabuelos… etcétera.
Dos siglos después de que arribaran Pedro Rodríguez y María Antonia Gómez, todavía no existían los celulares, ni las redes sociales, ni Google, ni los micrófonos abiertos, ni los algoritmos inteligentes, ni la big data que puedan tomarse como explicación a semejante acto de brujería o de servicio de inteligencia.
Antes de que el asombro del señor Reyes llegara a convertirse en miedo, paranoia o terror, el desconocido se presentó: “Soy Ricardo Tabossi –dijo mi viejo- y acá le entrego una carpeta con todo su árbol genealógico. Usted es descendiente directo de la familia más antigua de Mercedes que se tenga registro”.
Ese registro –esa carpeta– con el tiempo se perdió. Ese registro –esa carpeta– es lo que se convirtió en el “famoso libro del árbol genealógico” que Mónica dice que “nunca pudimos conseguir”.
— Mi bisabuelo, Reyes de apellido –Rufino Tiburcio–, fue el primer cartero de Mercedes cuando se inaugura el correo. Tuvo el honor de izar la bandera por primera vez acá, en el Correo Argentino –aporta Mónica como un dato histórico certero–. Dentro de lo que es Reyes queda mi tía María Angélica, la hermana de mi papá…
Mónica sabe, pero es un saber del que no puede dar cuenta. Sabe que su familia tiene un arraigo a Mercedes sin precedentes, pero es un saber no sabido, diría un psicoanalista. Un saber que pende de un hilo imaginario, el mismo hilo que aún sostiene las voces de sus mayores, esa transmisión oral que con el tiempo pierde consistencia.
Sabe que esa información podría rastrearla, que aquel extraño de la carpeta vive en Mercedes, pero el tiempo pasa… y la rutina… y todos los argumentos conocidos. Paladas de tierra que tapan, ahogan y estiran ese hilo imaginario que está siempre a punto de cortarse, pero que no se corta.
Hay cosas que están muy arraigadas dentro mío, por ejemplo pasar por el monolito de la 26 al fondo… eso te retrotrae a aquellas épocas y me pregunto dónde estarían ubicadas las casitas, las tolderías donde estuvieron mis ancestros
María Angélica, la tía de Mónica, cuenta que al recibir la información genealógica se pusieron en contacto con toda la gran familia y organizaron una cena multitudinaria con los parientes que figuraban en el árbol. Una gran reunión con familiares –muchos de los cuales eran desconocidos–, a la cual también mis viejos fueron invitados.
— Aquella reunión fue conmovedora, como lo es ahora pensar de dónde venimos. Yo me imagino cómo era aquello, cómo vivían, cómo se fueron encadenando familias, cómo se fueron reproduciendo. Es toda una cosa que te llena de emoción, es como estar en el inicio de algo tan importante. No es una cosa de súper orgullo pero es lindo saber que venimos de aquellos primeros pobladores de esa tierra que nos vio nacer. Mi abuelo nació ahí, mi padre también. Mi abuelo fue el que izó la bandera cuando se inauguró el correo. Yo creo que tengo la foto –dice María desde Temperley, lugar en el que vive actualmente-.
Más de cuarenta años pasaron de aquella extraña visita de mi viejo hasta que un día –-hoy– me surge el interés de escribir una nota sobre la familia más antigua de Mercedes que se tenga registro y entonces me contacto con Mónica Reyes y con María Angélica Reyes.
– La fecha del 25 de junio la tengo grabada –-dice María–. Hay cosas que están muy arraigadas dentro mío, por ejemplo pasar por el monolito de la 26 al fondo… eso te retrotrae a aquellas épocas y me pregunto dónde estarían ubicadas las casitas, las tolderías donde estuvieron mis ancestros. Es algo que te llena de alegría, ¡mirá todo lo que pasó después de aquellos! fuimos siendo protagonistas sin saberlo.
La anécdota que vincula a papá con la familia Reyes que más de una vez escuché contar en casa, vuelve a tomar un nuevo sentido en estos días. Según mamá, a quien le pido que busque en las carpetas de papá los artículos y textos que hablaran sobre el tema, yo asistí a aquella reunión masiva de la familia Reyes dentro de su vientre, a pocos meses de mi nacimiento.
Vuelvo a llamar a Mónica. Le digo que tengo el material perdido, los artículos que mi viejo escribió hace cuarenta años. Es sábado, mañana es el día del padre y las circunstancias hacen que algo se repita de un modo distinto: entregarle a un descendiente Reyes el registro de su árbol genealógico, la prueba de su procedencia de La Guardia de Luján. No, no es una manera de decir.
Mónica, como no podría ser de otra manera, feliz por el hallazgo y por el desencadenamiento casual –¿casual?– de los hechos, promete reunir a su familia extensa, una vez que termine la cuarentena, e invitarnos –junto a mi madre– a ser parte del encuentro.