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“La zurda de Diego es la mano que escribe la Biblia”

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Andrés Monferrand podrá ser –y hacer– muchas cosas en su vida, pero nunca dejará de ser librero. Porque ser librero no es atender un negocio, es el oficio de hurgar en la psicología del cliente y ofrecer palabras envasadas en un libro que alivien la sed verdadera. Ser librero es, ante todo, ser un lector voraz y recomendar, tomar de la mano al cliente y acompañarlo a un mundo nuevo.

Desde que cerró Chelén no volví a verlo. Por eso lo llamo, lo quiero entrevistar. Andrés acepta y me propone una charla diferente, una conversación por WhatsApp donde podamos leernos y escribirnos. Una entrevista que se prolongará durante varios días. Una especie de diálogo epistolar del siglo XXI.

Andres Monferrand podrá ser –y hacer– muchas cosas en su vida, pero nunca dejará de ser contador de historias, sean escritas, orales o ambas. En su canal de YouTube tiene infinidad de relatos y cuentos narrados: cuentos infantiles, relatos de Mercedes, historias ficcionadas y una cantidad enorme de recuerdos que bajo el nombre de “Gloriosa Azul & Oro” pinta su relación amorosa con el club de la ribera.

Me gustaría ser una especie de Goyeneche de los cuentos, aprender a frasear con onda cada párrafo. Eso me gustaría.

Andres Monferrand podrá ser –y hacer- muchas cosas en su vida, pero nunca dejará de ser un gran observador de la vida mercedina, del latir de sus calles, de los colores de sus personajes, del olor de sus bares, del sabor de sus noches.

Muchas cosas del viejo Mercedes están cargadas de sombras góticas y anécdotas descarnadas, desde los padecimientos de hambre de los blandengues, de su falta de paga y armas para enfrentar a los peligros, hasta los velorios de angelitos narrados por Ortelli, hay mucho terreno fértil para el terror ahí…

Andrés aportó con su granito de arena para que Casciari dejara de publicar mediante editoriales, diarios y medios convencionales y fundara, a la postre, la editorial Orsai. En el texto “renuncio”, publicado en septiembre de 2010 (tres meses antes del evento multitudinario en la cancha de la Liga donde se inaugurara la revista Orsai)

Casciari escribe:

“La última vez que estuve en Buenos Aires (no fue hace mucho) el director de Sudamericana me dijo, como al pasar, que solamente se habían vendido 975 ejemplares de mi primer libro de bolsillo en Argentina. Me dio una grandísima vergüenza en retrospectiva. Por suerte no supe aquello en 2005 —pensé— cuando salió aquel libro, porque me retiraba para siempre del circuito de las letras.

Sin embargo, un par de semanas después me encontré en el Skype con Andrés Monferrand, un gran amigo y un buen librero mercedino.

—En Mercedes tus libros se venden como bizcochitos —me dijo feliz—. Tengo una lista de cuánto vendí en la librería, año por año.

Y me adjuntó esas cifras. De aquel primer libro de bolsillo, Andrés había vendido en mi ciudad natal 650 ejemplares. Qué extraño, pensé, recordando la cifra total de ventas en Argentina según Sudamericana. Qué extraño. En una de las tres librerías de mi ciudad casi se habían vendido todos los ejemplares del país. O Andrés me mentía, o me mentía la Editorial”.

Andrés Monferrand podrá ser –y hacer- muchas cosas en su vida, pero nunca dejará de ser pionero ricotero de fines de los 80.

Hicimos unas pintadas y Casciari, para el primer número de La Ventana, nos entrevistó. Obviamente de incógnito, sin nombres, sentados en el bar Capurro, y sucedió una anécdota re loca. Hernán, para darle un marco más loco a la entrevista, escribió que nos habíamos ido sin pagar, de malos nomás, pateando las mesas, y don Aldo Capurro se acercó a la redacción de La Ventana y lo cagó a gritos al gordo diciéndole que jamás alguien se había ido sin pagar de Capurro y menos esos chicos que acá adentro se comportan como señores

Después del cierre de la librería, Andrés se encontró con una cuarentena muy especial. Casi a los cincuenta años está trabajando por primera vez como docente –bibliotecario–, en la escuela 20 de Gowland. Además, Lucía Capaccio –directora de Cultura– le propuso armar un programa en la Radio Pública cuyo contenido, entre otros, fueran los cuentos que Andrés sube a su canal de YouTube. El programa que conduce junto a Josefina Capaccio se llama “La compañía del cuento” y se emite cada lunes a las 16 horas y repite jueves a las 16 horas.

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Una semana después de la charla, siete días después de que Andrés definiera de ese modo a la zurda de Maradona, Diego muere y el mundo ateo se acuerda de Dios. Por eso, Andrés Monferrand podrá ser –y hacer– muchas cosas en su vida, pero nunca dejará de ser profeta.

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