Había una vez un payaso, alegre, tierno y travieso, que un día decidió compartir toda la felicidad que guardaba en su corazón con los niños de Santa Teresita, donde nació.
El tiempo pasó; un día llegó a una ciudad de árboles hermosos, veredas anchas y gente buena. Allí decidió quedarse y, poco a poco, con su magia armó un mundo colorido y optimista que lo hizo querido por todos.
Sus rastas largas y rubias, la cara pintada y los grandes zapatones de payaso animaban cada función que daba para un público más y más numeroso, que se acercaba a él para recibir un globo, una golosina o escuchar su frase emblemática: “¡Soy Feliz!”
Y no mentía, porque su estado permanente es ése: la felicidad del que en la vida hace aquello para lo que está destinado.
Todos lo conocen como “El Payaso Pelambre”, que se reinventa en cada función, logrando que, no sólo los chicos, sino los grandes, rían y participen de sus locuras creativas.
Este verano, como desde hace siete años, volvió a su amada Santa Teresita y armó un circo al que invitó a participar a otros artistas circenses, brindando espectáculos en tres horarios distintos. Pese a la pandemia y a las dificultades que ésta impuso, a través de un estricto protocolo pensado para la contingencia, los espectáculos se llevaron a cabo con éxito, a tal punto que el Diario Perfil le dedicó una amplia nota, donde analiza su carrera, las particularidades de esta temporada y los sentimientos del artista al enfrentarse con su público.
“De por sí, es una alegría enorme poder hacer la función. El arte fue lo primero que sacaron con la llegada de la pandemia y lo último en permitir que regresara. Después de nueve meses de no poder hacer el espectáculo en la plaza o el teatro, sentimos una energía especial, se percibe en la cara de los niños, que fueron los que más sufrieron la pandemia. Es increíble la energía que se mueve y el respeto de la familia hacia nosotros. Es inexplicable, diferente a otros años, pero se genera algo lindo”, señala “Pelambre”.
Comenzamos diciendo: “Había una vez un payaso…” pero nos faltó contar que él, desde hace muchos años, tiene un sueño escondido en su corazón porque es un eterno viajero de la ilusión y los viajeros necesitan algo que los lleve “de acá para allá y de allá para acá”…
El sueño se convirtió en realidad y “Pelambre”, que tanta alegría regaló y regala, amigo de sus amigos, transparente y generoso, tendrá su ¡Circo Rodante!
Con mucho esfuerzo adquirió un colectivo que llegará pronto a Mercedes para entrar a un taller, donde él y sus amigos lo transformarán en un gran escenario, con luces, pista y todo lo que un circo debe tener, pero con la particularidad de que éste no se quedará quietito, sino que “irá de acá para allá y de allá para acá”, como los sueños de quien lo conducirá, corriendo siempre en pos de sus bellas quimeras, pues aquellos que tienen un corazón generoso, aman a los niños y quieren hacer su vida mejor, están destinados a triunfar.
¡Felicidades, Pelambre!