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Ecos de un mercedino Día de la Bandera

Por María Mónica Brown

El pasado domingo 20 de junio fue un día festivo por partida doble. Por un lado, al conmemorarse el Día de la Bandera Nacional en el 201° aniversario del fallecimiento de su creador, Manuel Belgrano. En segundo lugar, por ser (como tercer domingo de junio) el Día del Padre. Siendo Belgrano uno de nuestros padres de la Patria -y más allá de haber sido padre de dos hijos-, considero que era su día por “partida doble”.

Inmersos como aún estamos en esta pandemia por segundo año consecutivo, el Instituto Belgraniano mercedino, atento a la conmemoración anual del Día de la Bandera y de la promesa que los alumnos le hacen en el 4° grado del nivel primario, le solicitó audiencia al Sr. Intendente Ustarroz en marzo -con tiempo- para presentarle una propuesta de realización de la promesa siendo que las escuelas habían retornado a clases al menos semipresencialmente. La secretaria anotó motivo, nombres y teléfonos para informarnos de la cita, pero nunca llamó. Luego, el regreso a la virtualidad educativa en el marco de la restricciones del ASPO/DISPO cerraron toda oportunidad a la realización de una promesa “presencial”.

Tampoco, y también por segundo consecutivo, fuimos participados (ni siquiera comunicados) al acto protocolar oficial por el Día de la Bandera. O debería decir, a la sencilla ofrenda floral que el pasado domingo realizaron el intendente y una media docena de funcionarios.

Sin embargo, para esta instancia los hechos están agravados. ¿Por qué? Porque se pararon delante de un Monumento a Manuel Belgrano y a la Bandera Nacional (localizado en la plaza frente al Hospital), a lo alto de cuyo mástil hay un trapo gris, roto y enredado en el cable, pobre vestigio de la que antaño fue un paño celeste y blanco. Es así, no exageramos, tomamos registros fotográficos.

Cabe preguntarse, estos ciudadanos argentinos (funcionarios, concejales, consejero escolar o el mismísimo intendente) ¿colocaron dos palmas y jamás miraron hacia arriba? Obviamente no cantaron el Himno Nacional o Mi Bandera, porque hubieran visto que “eso” no era una bandera.

Parecería que tampoco hubo palabras alusivas, no hay micrófono en la foto enviada por el comunicado oficial a los medios.  O tal vez el intendente habló en “rueda de amigos” a los poquitos invitados de tan magna ocasión.

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Para empeorar la situación, al lado de este mástil, que es muy alto por cierto, hay un mástil menor, supuestamente para la bandera provincial (¿o municipal? ¿otra?). En la cual flamea, en éste sí, una ¡bandera argentina! Y en buen estado. Vale decir, dos mástiles con dos banderas nacionales. Una un jirón y otra buena. ¿Podrían haberlas intercambiado, no es cierto?

Lo más lamentable, es que si nos hubieran invitado habrían tomado conocimiento de esta situación. Porque, como Instituto, en los primeros días de este mes solicitamos al Intendente por nota presentada en Mesa de Entrada, Expediente N° 2547/2021 (quedó claro que personalmente no nos recibe) el reemplazo de este paño en particular, y también del existente en la Plaza Rivadavia, frente a la Iglesia San Luis. Este último, no sólo también es un jirón gris, sino que sólo se sostiene de arriba y está, literalmente, a mitad del mástil, descendiendo sin prisa y sin pausa según los caprichos del viento, posiblemente en eterno duelo por el desamor y falta de respeto hacia nuestra Patria y mayor símbolo.

También le solicitábamos que hiciera un relevamiento del estado de la insignias patrias en los edificios y espacios públicos de la ciudad. Haciendo el seguimiento del expediente, diremos que entró el 7 de junio, el 8 ingresó en Gobierno, y el 16 está “en tránsito hacia Prensa”. Tránsito lento pareciera, porque seguimos participando… Al día martes 22 de junio ambos trapos continuaban ahí.

Me pregunto si la situación de las insignias en dos espacios públicos mercedinos muestra la gloria de un pueblo generoso, ¿demuestra un tratamiento reverente, de orden y respeto hacia la bandera? ¿Construye un vínculo indestructible entre los adultos y los jóvenes? Lo dudo

Realmente, como belgraniana de corazón, me da vergüenza ajena tener que publicar estas líneas. ¿Tan grande es el desconocimiento, no ya a las normas protocolares de tratamiento a la bandera, sino al más simple sentido común y respeto ciudadano?

A quien corresponda, deseo refrescarle lo siguiente: cuando el Ejecutivo Nacional por Decreto N° 824/11 estableció que “la Bandera Nacional Argentina deberá permanecer enarbolada de forma permanente en todos los edificios públicos”, no lo hizo para que quedara allá arriba olvidada, al contrario. Dos de los fundamentos fueron: “Que la Bandera Argentina debe permanecer en alto como gloria de un pueblo generoso, representando a los hombres y mujeres que se sienten protegidos por ella, constituyendo un emblema de libertad, paz, honor y trabajo, a lo largo de nuestra historia”. Y “Que a tal fin, resulta indispensable otorgar a nuestra enseña patria, vínculo indestructible entre las generaciones a través de los tiempos, símbolo de libertad, civilización y justicia, un tratamiento reverente con un criterio de orden y respeto hacia ella”.

Me pregunto si la situación de las insignias en dos espacios públicos mercedinos muestra la gloria de un pueblo generoso, ¿demuestra un tratamiento reverente, de orden y respeto hacia la bandera? ¿Construye un vínculo indestructible entre los adultos y los jóvenes? Lo dudo.

Posiblemente, no queremos izarla y arriarla todos los días, como en las escuelas; en este caso, si la vamos a dejar flameando allá arriba eternamente, lo menos que podemos hacer es honrarla manteniéndola en buenas condiciones. Y no lo digo yo por capricho, sino que la Ley Provincial N° 14438/2013 así nos lo recuerda y establece cuando expresa: “La Bandera Nacional Argentina y la Bandera de la Provincia de Buenos Aires deberá presentarse en perfecto estado de conservación e higiene, para lo cual se procederá al pertinente proceso de limpieza o lavado” (Art. 10, inc. i) y agrega que “cuando sea necesario substituir(las) deberá procederse, previamente, a darla de baja” (Art. 12). Más claro, el agua. Sólo basta conocer la normativa y actuar en consecuencia.

Finalmente, no se me ocurren mejores palabras para terminar estos “ecos” que las últimas pronunciadas por Manuel Belgrano, aquel 20 de junio de 1820: “Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias. ¡Ay Patria mía!”


La profesora María Mónica Brown es miembro del Instituto Belgraniano Filial Mercedes.