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“La flecha del General”, nuevo libro de Antonio Lapolla

El licenciado Antonio Lapolla acaba de editar un libro denominado “La flecha del General” (Génesis de un éxito político y el fin de una ilusión), en el que desmenuza detalles previos y los inherentes a la fabricación del “Pulqui”. Se trata de un avión icónico de la industria nacional, que con tecnología de punta a nivel mundial durante la década del cuarenta y principios de los cincuenta el país pudo desarrollar, en condiciones distintas a las actuales y con las que se llegó a la construcción de cinco prototipos.

En un diálogo con este medio por videoconferencia, Lapolla –quien es Licenciado en Economía, Especialista en Ciencias Políticas y Magister en Administración Universitaria– remarcó que “toda la vida” estuvo cerca de la actividad aeronáutica y de hecho conserva maquetas en su colección “de cuando tenía 10 años de edad”. Además es piloto aunque hace unos años que no vuela, y fue presidente del Aero Club de Mercedes e impulsor de grandes festivales aéreos, y este tema le interesó de tal modo que lo llevó a un libro. “Yo soy docente de una materia que se llama Introducción a la Economía Argentina en la carrera de Ingeniería Industrial, y ahí se ve cómo evoluciona la industria argentina en sus distintas etapas. Y en la década del 40 y 50 la industria aeronáutica tiene un desarrollo interesante”, indica Lapolla consultado sobre qué lo llevó a investigar y editar su trabajo sobre el I.Ae.33 “Pulqui”, cuyo nombre significa Flecha o Rayo en lengua araucana. Una aeronave que está fuertemente asociada al General Juan Domingo Perón, ya que todo su desarrollo se produjo durante sus dos primeras presidencias.

“Era un avión a reacción, con una tecnología de punta, y la idea del libro es ver cuáles fueron las condiciones para que se pudiera realizar y cuáles fueron las causas para que se produjeran solo 5 unidades”, destaca Lapolla sobre este inconfundible avión que incluso llego a historietas como Patoruzú, con su formato único. “Este avión a reacción fue hecho en Argentina cuando sólo 8 países tenían acceso a esta tecnología, y tenía alas en flecha, algo que no era común. Fue uno de los primeros aviones con ese diseño”, dice Lapolla.

“Este proyecto fue un éxito político, porque se mostró en las imágenes de los noticieros del cine un logro impresionante, como fue el Pulqui”

“El discurso instalado es que todo este desarrollo tecnológico se detiene casi exclusivamente por el golpe militar de 1955, pero hay muchas variables a tener en cuenta que muchas veces se soslayan”, remarca el autor de “La flecha del General”.

Entre otras variables, Lapolla considera que el gran avance de la industria aeronáutica de fines de los 40 e inicios de los 50 era imposible de sostener cuando Argentina no disponía de las industrias de base necesarias, por ejemplo para la producción de aluminio o acero. “La disponibilidad de divisas acumuladas durante la guerra se había destinado a otros usos, como nacionalizaciones de servicios públicos y compra de armamento en un contexto en que se consideraba posible un nuevo conflicto bélico”, según Lapolla, quien agrega que las decisiones políticas vinculadas con la nacionalización del comercio exterior y dos malas cosechas generaban serios problemas en el sector externo de la economía y en la percepción de ingresos por parte del Estado en ese tiempo.

“Este proyecto fue un éxito político, porque se mostró en las imágenes de los noticieros del cine un logro impresionante, como fue el Pulqui”, destacó el autor.

Pero el final estaba cerca. Tal cual señala Lapolla, el gobierno de Perón decidió impulsar una gran cantidad de proyectos aeronáuticos en lugar de concentrar los esfuerzos en unos pocos, como por ejemplo el Pulqui II, a efectos de lograr economías de escala. “Frente a la necesidad de tecnificar el agro planteada en el Segundo Plan Quinquenal y proveerle a la sociedad de medios de transporte, el Estado toma la decisión de producir, dentro del complejo industrial aeronáutico, tractores, camionetas, automotores y motocicletas, entre otros bienes necesaria para la economía del país, algunos exitosos como el Rastrojero o la moto Puma, que servía para que los operarios pudieran moverse a las fábricas. Para ello se requerían también insumos importados que absorbían las, en ese momento, escasas divisas”.

Por otra parte, Lapolla señala la gran cantidad de aviones diferentes que se producían. “Eran muy buenos, pero hacían de cada uno dos o tres modelos. Muchos se hacían con planos que habían traído ingenieros después de la guerra. Los esfuerzos se dispersaron y se decidieron producir otros bienes”, indica y plantea el panorama mas completo de lo que llevó a la no continuidad de la producción de este modelo, cuyo conocimiento y tecnología era aportada por alemanes vinculados al nazismo.

“La fábrica militar de aviones se crea en 1927 y tiene un gran desarrollo de diseños propios y de aviones producidos bajo licencia. El desarrollo era bueno a principios de la década del 40, y en 1915 ya se habían exportado 5 aviones a Uruguay. Es un desarrollo importante, de tecnología de punta. Hubo una gran cantidad de ingenieros que iban a perfeccionarse a Europa y un grupo de ingenieros y técnicos estaban trabajando con esta tecnología. El antecedente es el primer avión a reacción argentino y latinoamericano, el I.Ae.27 Pulqui I, con un diseño mucho más convencional realizado en 1947 bajo la dirección del ingeniero francés Emile Dewoitine. Posteriormente Argentina recibe una importante cantidad de pilotos e ingenieros alemanes que habían servido al Tercer Reich, en la Segunda Guerra, entre ellos a Kurt Tank. Perón los contrata y muchos de ellos llegan con pasaportes falsos, muchos gestionados en Italia vía El Vaticano. Son contratados para la fábrica militar de aviones, y Tank es el responsable del diseño del Pulqui II cuya turbina era la que equipaba al Gloster Meteor, otro avión a reacción inglés comprado por Argentina con parte de las libras bloqueadas luego de la guerra. Pero más allá de los aportes de Kurt Tank, en cuanto al diseño y experiencia, claramente el proyecto pudo llevarse a cabo por el equipamiento existente y la capacidad de los técnicos argentinos.

“Argentina tiene potencial, pero luego de la década del 50 no se amalgamaron nunca decisión política con economía fuerte para llevar adelante este tipo de emprendimientos”

La charla con Antonio Lapolla muestra los contrastes que en pocos años vivió el país, desde una posición económica fuerte después de la Segunda Guerra con un proceso de industrialización basado en la industria liviana, que no podía sostenerse sin industria pesada, pero con conocimientos técnicos para llevar adelante muchos proyectos interesantes, como el del Pulqui.

Los desarrollos continuarían, sin embargo. En la década del 60 con la producción bajo licencia del primer avión a reacción en serie de Latinoamérica, el Morane Saulnier m-s760 París, luego en I.A 58 Pucará, que participó en la Guerra de Malvinas y exportado a Uruguay, Colombia y Sri Lanka; y, finalmente, el I.A. 64 Pampa, actualmente en servicio en la Fuerza Aérea Argentina.

“Argentina tiene potencial, pero luego de la década del 50 no se amalgamaron nunca decisión política con economía fuerte para llevar adelante este tipo de emprendimientos”, concluye Lapolla en referencia al Pulqui, del que queda una sola unidad, en el Museo de Morón, ya que «el nivel de siniestralidad fue alto, se destruyeron, y los pilotos se resistían a seguir volando con ellos».

El libro que escribió, que incluye una profusa cantidad de imágenes ilustrativas de distintos modelos de aviones y desarrollos industriales de época, ya puede conseguirse en librerías de Mercedes y de Luján.