PorMauricio Battafarano
El republicanismo fue una de las últimas, esforzadas y aun incompletas conquistas de occidente. Nació en los siglos 17 y 18 como un proyecto revolucionario, casi utópico, en respuesta a la opresión de los poderes monárquicos absolutos que ejercían el poder de manera tiránica y despótica, ahogando las libertades individuales, repartiendo privilegios a discreción y limitando las posibilidades de ascenso social de una gran parte de la población.
Bajo el lema de «libertad, igualdad y fraternidad» la Revolución Francesa le expuso al mundo los ideales de aquellos que deseaban terminar con los poderes absolutos.
A lo largo del siglo 19 y comienzos del 20 la consolidación del modelo republicano en los principales países occidentales se hizo en forma gradual, lenta, con avances y retrocesos (colonialismos, regímenes opresivos como los fascistas, nazis y comunistas) con dos guerras mundiales que mostraron los horrores a los que puede arribar la humanidad.
Finalmente, luego de atravesar este largo y cruento período, el modelo republicano se consolidó en la posguerra como aquel que aseguraba mayor libertad a los individuos, mayor nivel de igualdad y una fraternidad expresada en aspiraciones comunes de progreso, educación y justicia.
En nuestro país, luego de la independencia y de la guerra civil, el republicanismo alumbró con la sanción de la constitución y se afirmó en el período que fue de 1880 a 1930, período que coincidió con el máximo desarrollo de nuestra tierra, cuando ésta era una meca a la que deseaban acudir oleadas de inmigrantes extranjeros y cuyo recuerdo aun alimenta nuestras añoranzas de país importante. La caída de Irigoyen en 1930, inauguró una prolongada etapa donde el sistema republicano fue debilitándose con gobiernos militares, peronismo, alternativas débiles y expresiones de violencia de izquierda y derecha y cuya trágica conclusión fue la dictadura militar del año 1976. El año 1983, la vuelta a la democracia de la mano de un líder como Alfonsín despertó la esperanza de reencontrar y reconstruir un sistema republicano pleno que asegurara una justicia independiente para todos, libertad y derechos individuales y colectivos protegidos y un desarrollo económico que brindara oportunidades de prosperidad para el conjunto de la nación. Un sindicalismo salvaje que privilegia intereses sectoriales y partidarios por sobre los comunitarios, un empresariado poco competitivo y dependiente del estado, un estado desproporcionado y bobo, y finalmente un clientelismo exagerado durante el Kirchnerato acabó con cualquier pretensión de erigir una república sólida.
La república se pauperizó a favor de un clientelismo que reemplazó con una dádiva la antigua dignidad que brindaba el trabajo de calidad y el progreso social.
La ideologización Laclauniana con el maniqueo planteo de amigo / enemigo socavó el ideal de fraternidad, un aparato de propaganda oficial goebeliano, una economía ahogada con controles y sin inversión genuina, una justicia coaptada y presionada destrozaron las pretensiones igualdad y libertad.
La república se pauperizó a favor de un clientelismo que reemplazó con una dádiva la antigua dignidad que brindaba el trabajo de calidad y el progreso social. Promesas de farolitos en las esquinas o de un asado que cuando llega a la mesa no es más que una polenta miserable, son una muestra cruel de la mentira disfrazada de promesa incumplida, jamás asumida. Desde 1983 a la fecha 2021, 38 años, el peronismo no gobernó solamente durante 12 años y si tomamos en cuenta los últimos períodos el Kirchnerismo gobernó 14 años contra 4 del no Kirchnerismo.
Pero en manos oficialistas las matemáticas dejan de ser una ciencia exacta y de repente 4 es mucho más que 14. Colonización de la justicia, estructuras municipales y educativas paralelas, pobreza generalizada, éxodo masivo de jóvenes y emprendedores, son una muestra de la profunda degradación republicana que nos aleja irremediablemente de los países que progresan y nos acercan a los autoritarismos venezolanos, cubanos, iraníes, rusos, etc.
Tal vez, el retorno de sueños monárquicos, el vamos por todo, sea parte de una ingeniería de desarme republicano para que en la república de Morondanga oficial las ilusiones de libertad igualdad y fraternidad sean solo un recuerdo.
En esta realidad de pauperización inclusiva con ausencia de oportunidades, el voto es todavía una herramienta disponible para a tiempo salvar la república, para detener la huida masiva de nuestros hijos que no ven en el país perspectiva de bienestar futuro, para renovar la esperanza de que una república seria y en serio, que respete los derechos humanos al trabajo digno, a la educación sin adoctrinamiento, al ascenso social por esfuerzo, a un ejercicio de los cargos públicos como servicio y no con fines de enriquecimiento personal, a una república donde la corrupción que mata, como ya se vio con la tragedia de Once, sea repudiada por una ciudadanía que no esté anestesiada o presionada por favores espurios.
Este domingo tenemos una oportunidad. Que así sea.
Mauricio Battafarano es doctor en Medicina, Psiquiatra, Psicoterapeuta y Profesor Universitario.