Con la energía deslumbrante que se contrae en los cuerpos de los jóvenes, Fuzz Dei me estrecha su mano y me invita a sentarme en su templo de creación y aprendizaje: las instalaciones de “Tocando sueños”.
No importa la procedencia cuando de arte se trata, son mercedinos y pareciera que con eso basta. Dentro de una agenda apretada se hacen un hueco para recibir a este intrépido escritor. Una vez entrados en confianza me exponen sus nombres: Gero de 17 años, en la guitarra; Román de 18 años en el bajo, Santi de 15 años en la batería y el nexo conector Gustavo (la edad no se dice), quien guía a estos muchachos en el camino de la música y en el desarrollo del talento.
Como banda tienen algo más de seis meses trabajando: aprendiendo mientras se trabaja. “Esfuerzo y autogestión”, como menciona Gustavo entre la música que se explaya de su guitarra; el esfuerzo auto-gestionado del artista por abrirse paso entre el bullicio cotidiano.
De esta manera hicieron una primera presentación anual en el Teatro Argentino a mediados de diciembre del 2021, luego recibieron una invitación para el festival Altamira Rock, en febrero del 2022 y forjando así, me atrevo a decir, los primeros pasos de un camino.
El nombre de la banda nace de un cruce de simbolismos, una relación de pasiones y razonamiento entre Hendrix, el latín y la religión. Una tarde, Gero ubica a Hendrix en la figura del ídolo semejándolo a un Dios, (en latín Dei), analiza lo que necesita el Dios para tocar su guitarra eléctrica, y piensa en la necesidad de un pedal “Fuzz”, también en un cable que lo conecte al “ampli”, y con la belleza que nos permite nuestro lenguaje de fusionarlo todo, queda marcado a fuego un nombre, una creación, una banda, Fuzz Dei.
De pronto me encuentro entre ellos, rodeado, escuchando sus argumentos en defensa o atacando a la figura del ídolo. Testigo de la química que fomenta la figura del educador y la del estudiante, que de manera sutil se amalgama con el proyecto artístico en cuestión.
Dándole voz al estudiante. De alguna manera Gero alcanza a manotear una guitarra chiquita, la llamo así porque tiene tres cuerdas y no representa una escala de instrumentos que conozca, y la toca con total soltura mientras hablamos. Por allá atrás, Santi, desbordado de pasión, se sumerge en un ritmo mimetizado con sus manos y piernas, con la mirada perdida en el más allá, Gustavo, a su derecha, no para de tocar su guitarra de manera increíble mientras charla con Román sobre la semejanza que podría llegar a tener la idea de ídolo, entre sus padres y “los redonditos”.
Cuando las cosas empiezan como un juego, y logran una velocidad que a veces puede ser alarmante. Sumado a la sensación de bienestar cuando se está haciendo lo que gusta logra traspasar el tiempo, y probablemente al cuerpo. Cuando esta velocidad lo atraviesa todo puede alcanzar la autodestrucción por eso, y para ello, es el rol de Gustavo; guiar, frenar, concientizar del avance del talento, y proyectar sobre las capacidades que habitan en esta nave. Fuzz Dei, hoy, podría ser una banda que cambie el mundo, pero me resulta más interesante pensar que Fuzz Dei podría cambiar el mundo de Gero; de Santi; de Román, y tal vez también, el mundo de un intrépido escritor.
Colaboración: Germán Faure