Como en tantas fechas históricas que ocurrieron en la Plaza de Mayo, ayer se vivió una jornada que será recordada por mucho tiempo. Estudiantes llenos de esperanza, vida joven, vida nueva, que no sabe de componendas, oportunismos, cipayismo, ni groseros pactos, se adueñaron del espacio.
Desde temprano miles de jóvenes empezaron a trajinar las calles de Buenos Aires y varios puntos de encuentro se poblaron, lentamente. A las estaciones llegaban trenes repletos, los subtes colapsaban y una marea que se hizo imparable habitó cada rincón de nuestra ARGENTINA.
Había una consigna, una voluntad inclaudicable: decir ¡BASTA! a tanta ignominia, a tanto avasallamiento, a tanta desmesura y a tanta voluntad de destrucción por parte de un hombre que, al frente del gobierno, parece empeñado en demoler todo lo que hizo grande a esta ARGENTINA que hoy aparece arrodillada ante una potencia que nos dice qué hacer, cómo vivir, qué pensar y qué esperar.
Le bastaron 136 días de gobierno para fabricar 3 millones de nuevos pobres, sumir en la miseria a los jubilados, dejar a miles de personas sin alimentos, restar importancia a una epidemia de dengue, que ya se cobró 197 vidas, y dejar morir a pacientes oncológicos, al negarles su medicación, porque solamente una idea lo desvela: llegar al déficit 0, aunque ello conlleve destruir al país.
Sus argumentos dicen que la Universidad es un nido de zurdos, que allí se adoctrina a los jóvenes, que hay curros y que es necesario auditarlas; desconociendo que las Universidades son controladas por la Auditoría General de la Nación
En esa cabalgata anunciada, de motosierra y licuadora, como los números no dan y como odia todo aquello que signifique crecer, descargó su artillería sobre la Universidad Argentina, la ciencia, la técnica y el pensamiento crítico, porque él se relaciona con trolls, no con seres pensantes.
Sus argumentos dicen que la Universidad es un nido de zurdos, que allí se adoctrina a los jóvenes, que hay curros y que es necesario auditarlas; desconociendo que las Universidades son controladas por la Auditoría General de la Nación. Tal la improvisación y el desquicio de quien hoy dirige los destinos del país.
Por esta razón y viendo el rumbo que toma el destino de las casas de altos estudios, se decidió organizar una marcha en defensa de la Universidad Pública, que lleva siglos funcionando y le ha dado al país buena parte de su riqueza en ingenieros, arquitectos, juristas, médicos, físicos, químicos, artistas … y, como si esto fuera poco, 5 premios Nobel, que se formaron en ella.
Una Universidad gratuita que recibe al hijo del obrero, asegurándole igualdad de posibilidades con el hijo del rico, para acceder a un título que lo elevará hacia un futuro mejor.
Ese y no otro fue el sentido de la convocatoria de ayer y el pueblo, defensor de las causas justas, así lo entendió. La marcha no fue sólo de los estudiantes, los acompañaron sus padres, egresados, docentes universitarios, jubilados y también trabajadores.
La marcha no fue sólo de los estudiantes, los acompañaron sus padres, egresados, docentes universitarios, jubilados y también trabajadores.
Buenos Aires no se movilizó sola. A lo largo y a lo ancho del país se acompañó la consigna y contemplamos imágenes impactantes e inesperadas, porque provincias y ciudades donde Javier Milei arrasó en la última elección colapsaron: Rosario, Mar del Plata, Santiago del Estero, Chaco, Córdoba, que algo sabe de la defensa irrestricta de la Universidad y Mendoza, en una jornada histórica, donde los estudiantes se congregaron en el parque General San Martín –que marca el límite de la Universidad Nacional de Cuyo — para marchar hacia la plaza Independencia, en una manifestación interminable, donde había una solo lema: ¡No al desfinanciamiento, no al cierre de la Universidad Pública!
En CABA, la marcha partió de la Plaza Bernardo Hussay –una alegoría elegir la plaza que lleva el nombre de un Premio Nobel argentino– para concluir frente a la Casa de Gobierno, símbolo del poder al que los estudiantes llevaban su mensaje.
No hicieron falta ni los discursos que se pronunciaron, ni siquiera el documento que se leyó, todos sabían de qué se trataba, solo hubiera bastado con cantar el Himno, levantando el libro, que cada estudiante llevaba en sus manos.
El mensaje fue dado, quien quiera oír que oiga.
Más de un millón de personas movilizadas por todo el país reclamaron por el derecho constitucional de estudiar en una Universidad Pública y Gratuita. No son orcos ni zurdos, como le gusta calificarlos al Presidente; solo estudiantes acompañados por todo un pueblo que dijo: ¡BASTA!
Un pueblo que dio una «clase de civismo» por toda la geografía del país y salió a las calles a decirle a Ud. Sr. Presidente y a un Poder Legislativo que avergüenza, que hay jóvenes que trabajan, estudian, sueñan y algún día producirán el cambio para que ésta vuelva a ser… ¡UNA GRAN NACIÓN!