«Te admiro», le dije el viernes por la noche, y el sábado temprano su vida se apagó.
Julio, Julito, Tufí, como lo conocían, vivió 84 años y fue un referente para muchos en el ámbito colombófilo. Su pasión por las palomas mensajeras, su dedicación a la difusión del deporte, y su trabajo cotidiano en el cuidado del palomar lo convirtieron en una figura querida y respetada. Desde su infancia, Julio desarrolló una temprana afición por las palomas, que lo llevó a tener la genial idea de hacer un programa de radio dedicado exclusivamente a ellas.
El programa «Conociendo la paloma mensajera», que nació en 2001, se mantuvo al aire por más de 20 años, pasando por emisoras como FM La Tribuna, Radio Vida, FM Mágica y FM Mercedes. Desde sus inicios, obtuvo múltiples reconocimientos, incluyendo el Faro de Mar por la difusión colombófila en Mar del Plata. Además, hubo encuentros en Zárate, San Pedro y la Ciudad de Buenos Aires, entre otros, donde Julio recibió numerosas distinciones. También fue reconocido de interés municipal por el Honorable Concejo Deliberante de Mercedes, siempre por su aporte a la difusión de la actividad colombófila.
Como difusor colombófilo, Julio Falabella también fue director durante un tiempo del periódico «El Mensajero» de la Federación Colombófila Argentina.
Por otra parte, no puedo contar la cantidad de premios que adornan sus vitrinas: trofeos, medallas, estatuillas y diplomas por carreras de hazañas increíbles junto a sus palomas y distintos socios. Con todo ello, podría hacerse un museo.
Desde 1970, Julio fue socio de «La Viajera Mercedina», una asociación de la que era presidente al momento de su muerte. Su amor por las palomas comenzó cuando, siendo niño, iba a cuidar un palomar cercano. Tras la muerte de su padre, encontró en estos animales un consuelo, y su relación con ellos se fortaleció a lo largo de los años. Tuvo su propio palomar en su casa hasta entrados los años 80, y aunque se desempeñó como obrero y encabezó luchas sindicales en la vieja Hisisa (luego Dupont), siempre mantuvo su pasión por las palomas.
Ya más entrado en años, y a fines de la década de 1990, volvió a los palomares con amigos como “Bocha” Dagnino, José Bereterbide, y el doctor Jorge Venere en el palomar más grande de Sudamérica, en Areco. En los últimos años, ya en el siglo 21, viajaba casi todos los días hasta San Andrés de Giles en colectivo para continuar junto a José Luis Valli con su afición, demostrando su gran amor por las palomas.
Uno de sus últimos deseos fue realizar una suelta de palomas en la Escuela Primaria 8, donde cursó hasta cuarto grado. Había hablado con la directora para concretar la actividad, pero no pudo cumplirlo. Sin embargo, su última suelta fue el pasado 1 de mayo, en el Día del Trabajo. Además, en su responso, como él había querido y manifestado en vida, hubo una suelta póstuma en las escalinatas de la Parroquia San Luis, mientras su cajón era despedido con aplausos.
Julio fue homenajeado en vida en múltiples ocasiones por sus pares, quienes siempre destacaron su generosidad, afecto y compañerismo. Acompañó a transportistas de palomas en la cabina de los camiones, viajando de pueblo en pueblo, y tuvo el honor de que carreras en Chile y Argentina llevaran su nombre en varias oportunidades.
Este lunes por la mañana, el colectivo Masterbus pasó por la avenida 40 rumbo a San Andrés de Giles, y su presencia en el mismo era ya un recuerdo. Un recuerdo que me decía: «Te vi temprano cuando era de noche, sacar el auto para ir a la escuela con Tobías». Su ejemplo fue siempre de trabajo, garra y de ir hacia adelante con ideas nuevas y originalidad, algo que me sirvió mucho.
Claro que te admiro, viejo. ¿Qué duda tenés? Hasta pronto.