Está ahí, siempre estuvo ahí: ese rincón de la costa bonaerense que muchos mercedinos conocemos de nombre pero quizás nunca visitamos. San Bernardo del Tuyú, o simplemente «San Bernardo» para los habitués, espera a unos 400 kilómetros de Mercedes con ese encanto particular que lo transformó en uno de los clásicos imperdibles del Partido de La Costa.
Nació de un sueño… y mucho trabajo
¿Sabías que todo arrancó con nueve amigos y una cena? Corría 1942 cuando Juan Carlos Chiozza compartió con sus hermanos y amigos cercanos la idea de crear un balneario desde cero. Así nació C.I.D.E.A. (Compañía Inmobiliaria del Este Argentino), el grupo que compraría 191 hectáreas para dar vida a este proyecto soñado.
La cosa no fue fácil. Hay que imaginarse lo que es transportar maquinaria pesada en aquella época, cuando la infraestructura vial dejaba bastante que desear. Tres días les tomó llegar con tractores a oruga y topadoras, acampando por las noches como verdaderos pioneros. El 4 de enero de 1944 finalmente fundaron lo que hoy conocemos como San Bernardo, nombre heredado de la estancia original de la familia Duhau y del monje cisterciense francés.
Hoy, comprar pasajes a San Bernardo es realmente accesible y una manera de animarse a descansar, aunque sea por algunos días, en sus amplias y tranquilas playas.
De médanos movedizos a bosque costero
Lo más loco de San Bernardo es cómo se transformó el paisaje. Donde antes solo había médanos cambiantes, arena y viento salado, ahora hay calles, plazas y edificios rodeados de vegetación abundante. Los fundadores la vieron clara: sin árboles no había ciudad posible.
Plantaron tamariscos –plantas capaces de tolerar hasta 15.000 partes por millón de sal soluble– junto con pinos, eucaliptos y acacias. El objetivo era doble: fijar la arena rebelde y crear sombra para los futuros veraneantes. ¿El resultado? Un balneario que con los años se ganó el mote de «La Perla de La Costa» por su particular belleza.
¿Qué tiene San Bernardo que no tengan otros?
– Una costa con personalidad
Las playas de San Bernardo tienen su propio carácter. Con los vientos del norte, el agua se pone más templada y algo parduzca. Cuando sopla del sudeste, se vuelve más azul pero también más fresca. No es raro ver grupos de pescadores apostados en la arena tempranito, cuando el sol apenas asoma.
– La famosa «Vereda Alta»
Este centro comercial es una rareza arquitectónica y toda una declaración de principios. Los fundadores la construyeron elevada para prevenir posibles crecidas del mar, creando un símbolo que persiste hasta hoy. Lo curioso es que, para fomentar la instalación de comercios, ofrecían cinco años sin cobrar alquiler a los pioneros. ¿Te imaginás semejante oferta hoy en día?
– Un corazón que late fuerte
La Avenida San Bernardo es como la columna vertebral del pueblo. Arranca tierra adentro y va directo hasta la playa. Durante el día, familias enteras la recorren entre compras y helados. Por la noche, se transforma en el centro de la movida con barcitos, restaurantes y boliches que arman el circuito nocturno más concurrido de toda La Costa.
A pocas cuadras, la calle Chiozza (nombrada así por uno de los fundadores) se convierte en peatonal durante el verano, desde las ocho de la noche hasta las dos de la madrugada. Es casi un ritual caminarla despacio, mirar vidrieras, parar a tomar algo fresco o caliente según el clima caprichoso de la costa.
– Plazas para todos los gustos
Entre plaza y plaza, San Bernardo ofrece espacios verdes para cada momento del día. La Plaza de La Familia, cortando la avenida principal, se llena de vida durante la Fiesta Nacional del Sol y La Familia que, casi como un ritual veraniego, abre oficialmente la temporada cada diciembre.
La Plaza San Juan Bosco guarda sus propios secretos. En una esquina, una gruta dedicada a la Virgen de Luján recibe visitantes devotos. Y eso no es todo: también hay una Plaza del Bosque, otra bautizada en honor a «Velacho» Dávila (un personaje clave en la construcción inicial del pueblo) y varias más repartidas estratégicamente.
Para chuparse los dedos
La comida en San Bernardo merece capítulo aparte. Desde los clásicos restaurantes de pescados y mariscos hasta parrillas donde el ojo de bife se sirve jugoso y generoso, hay opciones para todos los bolsillos y antojos.
Después de un día playero, nada como sentarse en algún local de la calle Chiozza para ver pasar la gente mientras disfrutás un helado artesanal o un cafecito con medialunas. La pausa perfecta antes de volver a la arena o prepararse para la noche sanbernardina.
San Bernardo sigue fiel a su espíritu original, ese que soñaron sus nueve fundadores: un lugar donde las familias pueden disfrutar del mar sin complicaciones, con servicios a mano y ese ritmo particular que solo los destinos con historia logran conservar en medio del vértigo turístico. ¿Vamos?