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Misa Crismal: arzobispo llamó a cuidar la espiritualidad y la afectividad para no perder el fervor pastoral

En la mañana del miércoles 16 de abril, en el marco del Año Jubilar, se celebró una concurrida Misa Crismal en la Catedral Basílica de Mercedes, presidida por el arzobispo Jorge Eduardo Scheinig y concelebrada junto al obispo auxiliar Mauricio Landra. Asistieron sacerdotes, diáconos permanentes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles de las comunidades de la arquidiócesis Mercedes-Luján.

Durante su homilía, Scheinig destacó que la espiritualidad y la afectividad van de la mano en la vida sacerdotal: “Estoy convencido de que una espiritualidad fuerte fecunda una afectividad sana y que una afectividad madura, facilita una mejor espiritualidad”. Advirtió, además, que uno de los “males de época” del clero es la desmotivación, provocada muchas veces por una afectividad descuidada.

“No podríamos ser sacerdotes insensibles, distanciados de la realidad, duros, rígidos, acorazados, a la defensiva, desafectados de la vida de nuestros hermanos”.

El arzobispo invitó a los sacerdotes a no endurecer el corazón ante el dolor del pueblo y a no desconectarse de la vida espiritual: “No podríamos ser sacerdotes insensibles, distanciados de la realidad, duros, rígidos, acorazados, a la defensiva, desafectados de la vida de nuestros hermanos”. Y agregó: “No rezar nos quita vida”.

En otro tramo de su mensaje, subrayó la necesidad de vivir “en el Espíritu del Señor y en la vida del pueblo” con todo el ser. En ese sentido, recordó prácticas fundamentales para sostener la vida espiritual como la oración íntima, la lectura orante de la Palabra, la confesión y el acompañamiento espiritual: “Esto es lo mínimo que debemos hacer para ser y perseverar como hombres espirituales. Pero debemos animarnos a más, a mucho más”.

Apoyado en la imagen evangélica de María ungiendo los pies de Jesús con perfume, Scheinig afirmó que la vida espiritual debe ser desbordante: “Debemos aspirar a tener una vida espiritual que nos impulse siempre a más, simplemente para que el Señor, a través nuestro, siga impregnando al mundo con el perfume de su Evangelio”.

Finalmente, llamó a evitar el riesgo de una vida pastoral tibia o rutinaria: “No estamos exceptuados de cambiar la misión por estar en una zona de confort… Es posible enfriar el primer amor”. Por eso, concluyó: “Somos trabajadores para el Reino de Dios… con la misma Misión del Señor: llevar la Buena Noticia a los pobres”.

La celebración reunió a toda la comunidad arquidiocesana en un clima de unidad y gratitud, y fue ocasión para renovar el compromiso misionero en comunión con el Espíritu del Señor y con el pueblo.