«Estamos acostumbrados a reprimir a los vagonetas, pero a los vagonetas yo por lo menos los aplaudo, porque quizás el día de mañana sean unos grandes artistas», sentenció esta mañana Federico «Pelambre» Lione ante la atenta mirada de los alumnos de 6º Año A de la Escuela Secundaria 12, de Mercedes. La frase, resonante y disruptiva, sirvió como puntapié inicial para una clase especial que trascendió los límites del aula y se sumergió en el universo multifacético de este artista circense independiente y gestor cultural.
La invitación, gestada en el marco del proyecto de la materia «Comunicación y Transformaciones Socioculturales del Siglo XXI» a cargo del docente y periodista Cristian Falabella, proponía un encuentro único: presenciar la metamorfosis de Federico en su entrañable personaje, el payaso Pelambre, y a la vez, conocer los pormenores de una trayectoria singular que lo llevó a fundar su propia compañía de circo rodante.
«Todos llevamos un niño adentro. Pero la sociedad o el sistema nos va reprimiendo. Nos dicen que el adulto no puede saltar la soga. ¿Y por qué no? Si de chicos lo hacíamos y estaba bien»
Con el cuerpo lleno de tatuajes —tantos que ya ha perdido la cuenta—, Federico lleva uno especialmente grande que retrata a Charles Chaplin y al transformarse en su personaje incluye sus clásicos zapatos gigantes. Esta elección revela su afinidad por el célebre actor del cine mudo de principios del siglo XX. Durante la charla también expresará su admiración por figuras como Cantinflas, el argentino Carlitos Balá, y los entrañables Kiko y Don Ramón, del Chavo del Ocho.
«¿Te vas a transformar en Pelambre?», preguntó uno de los alumnos al inicio de la jornada en la que Lione fue abriendo las puertas a un proceso íntimo y revelador.
—¿Fue difícil el comienzo para Pelambre?
—Sí, fue difícil. Cuando empecé a trabajar en la calle bailaba tango y folclore. En realidad, soy profe de danza. Empecé muy chico, tenía 14 años, y bailaba tango y folclore en la calle. A los adultos les llamaba la atención ver a un pibe tan joven bailando, y yo pasaba la gorra, me iba a mi casa feliz. Es curioso cómo cuando uno es chico se anima a más cosas, pero a medida que crecemos vamos perdiendo esa libertad, aparece la vergüenza. Entonces, para mí fue muy natural trabajar en la calle desde chico.
—¿Y cómo fue el regreso a tu ciudad luego de haberte formado en otros lugares?
—Yo soy nacido en Mercedes pero me crié en la costa. Después de terminar la secundaria me fui a estudiar a Buenos Aires, donde me dediqué a la danza. Llegué a bailar profesionalmente, estuve en el Mundial de Tango, incluso en el programa de Susana Giménez. Pero cuando descubrí el circo, dejé la danza. Y al volver no regresé como ese bailarín que todos conocían, sino como un payaso. Y eso me dio miedo. Pensaba: «¿Qué van a decir mis amigos ahora que me vean vestido de payaso en una peatonal?» Ese fue un primer gran choque para mí.
—¿Cómo viviste ese paso de bailarín a clown?
—Cuando me subí al escenario, empecé a jugar y todo fluyó. Me di cuenta de que tenía que confiar. Los payasos se visten con ropa grande… ¿y saben por qué? Porque el payaso se cree un niño. Y cuando sos chico y te ponés la ropa de tu papá o tu mamá, todo te queda grande. Es eso. El payaso cree que sigue siendo un niño. En el fondo, todos llevamos un niño adentro. Pero la sociedad o el sistema nos va reprimiendo. Nos dicen que el adulto no puede saltar la soga. ¿Y por qué no? Si de chicos lo hacíamos y estaba bien. Eso es para pensarlo.
A medida que el maquillaje trazaba líneas de expresión exageradas y la vestimenta colorida tomaba protagonismo, Federico se despojaba de su identidad cotidiana para dar paso a Pelambre. Sin embargo, como él mismo explicó, «un payaso más allá de que es un personaje no es un actor. Yo a través de mi personaje muestro lo que soy yo cuando yo era niño».
De bailarín callejero a dueño de su circo rodante
La historia de Federico con el circo no nació de un flechazo instantáneo, sino de una observación curiosa en sus inicios como bailarín callejero. «Empecé a trabajar a los 14 años en la calle bailando tango y folclore. Y en la esquina donde yo bailaba había un payaso con cara de triste. Y los niños y los adultos se reían. Ahí me empezó a llamar un poco la atención de lo que era el circo», rememoró Lione consultado sobre sus inicios.
Esa semilla de curiosidad germinó con el tiempo, en un contexto donde el circo comenzaba a expandirse más allá de la tradicional carpa. «A partir de los años 2000 más o menos el circo empezó a expandirse por todo el mundo. Y es ahí donde yo empiezo a prestar atención, ya que la gente se reía conmigo porque era vagoneta, y a la gente le gustaba».
«Como digo en mi espectáculo, yo siempre fui muy vagoneta», confesó con una sonrisa, desafiando la connotación negativa del término. «Estamos acostumbrados a reprimir a los vagonetas, pero a los vagonetas yo por lo menos los aplaudo, porque quizás el día de mañana sean unos grandes artistas».
Esa «vagancia» inicial, lejos de ser un obstáculo, se transformó en una fuerza impulsora. Federico estudió teatro y la vida lo condujo al camino del payaso, un personaje que le permite conectar con su niño interior y mostrarse auténticamente.
Un sueño hecho realidad
La charla también abordó el espíritu emprendedor de Lione, quien no esperó oportunidades sino que las creó. Así nació la idea de adaptar un colectivo como transporte y escenario de su propio circo rodante independiente. Primero se le ocurrió la idea de que iba a tener su propio transporte, para no depender de los demás y trabajar en su propio emprendimiento. «Cuando dije que me quería comprar un colectivo, me decían que estaba loco», recordó Federico. «¿Comprar un colectivo? ¿Cómo comprar un colectivo? No sabés manejar un colectivo. ¿Sabés lo que es hacer un colectivo? ¿Cómo lo vas a hacer? Yo lo voy a hacer». Y lo hizo. Con el fruto de su trabajo a la gorra en plazas y otros espacios, Lione materializó su visión, y tiene un colectivo que se transforma en camarín y escenario. «¿Saben quién pagó ese colectivo? La familia en la gorra», reveló con orgullo a los alumnos.
«En la vida hay dos caminos: el fácil y el difícil. Por El fácil llega cualquiera, pero el difícil, que más cuesta, que nos tenemos que permitir, es fracasar. fracasar, es lo que nos va a dar frutos el día de mañana»
«No tienen que esperar que alguien venga y que les dé algo para hacer. Háganlo ustedes chicos. Todos nacemos con la misma posibilidad», fue el mensaje inspirador que Pelambre transmitió a los estudiantes, alentándolos a generar su propio trabajo a partir de sus ideas creativas.
El fracaso como escalón al éxito
En un momento de la charla, el profesor comparó la trayectoria de Federico con la del escritor Hernán Casciari, quien en una experiencia anterior de entrevista con un curso similar había destacado cómo sus comienzos fueron difíciles hasta encontrar su vocación. Lione asintió, enfatizando la importancia de la perseverancia.
«En la vida hay dos caminos: el fácil y el difícil. Por el fácil llega cualquiera, pero el difícil, que más cuesta, que nos tenemos que permitir, es fracasar. Fracasar es lo que nos va a dar frutos el día de mañana. Y yo gracias a esos fracasos… hoy puedo trabajar de lo que me gusta».
Este concepto resonó profundamente en los jóvenes, quienes escucharon atentamente el relato de un artista que transformó los obstáculos en aprendizaje y crecimiento. «No hay que tenerle miedo al fracaso. Hay que fracasar», remarcó Pelambre con convicción.
«No tienen que esperar que alguien venga y les dé algo para hacer. Háganlo ustedes chicos. Todos nacemos con la misma posibilidad.»
Un gestor cultural con impacto social
La charla también reveló la faceta de Federico como gestor cultural, un rol que le permite llevar su arte a comunidades donde el circo no es una presencia habitual. «Hoy justamente hablábamos de que hace tres años que estoy trabajando para una municipalidad como la de Moreno, donde llevamos carpas de circo al medio de barrios donde no lo conocen… y hay gente grande, mayor, que no ha entrado nunca a una carpa de circo, incluso abuelos, y para ellos que llegue el payaso o el circo a su barrio es increíble».
Para lograr esto, Lione destaca la importancia de la formación y el asesoramiento. «Uno tiene que estudiar y asesorarse para llegar en lo que quiere seguir… Por eso yo vengo estudiando lo que es gestión cultural y eso hoy me permite armar festivales».
«Estamos acostumbrados a reprimir a los vagonetas, pero a los vagonetas yo por lo menos los aplaudo, porque quizás el día de mañana sean unos grandes artistas.»
Su trabajo va más allá del entretenimiento; tiene un profundo impacto social. «Hay un trabajo social atrás de un payaso, de los que somos artistas», afirmó, subrayando el valor de llevar alegría y cultura a todos los rincones.
La clase especial con Federico «Pelambre» Lione fue mucho más que una entrevista; fue una inmersión en la vida de un artista apasionado, un emprendedor incansable y un gestor cultural comprometido.
Sus palabras, cargadas de experiencia y autenticidad, buscaron dejar marca en los alumnos de la Escuela Secundaria 12, e inspirarlos a perseguir sus propias ideas creativas con valentía y a no temerle a los tropiezos en el largo camino hacia sus sueños.