Con lluvias intensas, circular por rutas de la provincia de Buenos Aires como la Nacional 5, la 6 y la 41 se vuelve extremadamente peligroso debido a la falta de iluminación, señalización deficiente y el mal estado general de la calzada.
Tramos clave como el cruce de la Ruta 6 con el Acceso Oeste, el bypass de Luján y sus derivaciones hacia Mercedes o Navarro, presentan serias falencias en el alumbrado público. A pesar de contar con postes y estructuras para iluminación, muchas luminarias están siempre apagadas, lo que convierte a estos trayectos en verdaderos recorridos a ciegas durante la noche. Y si hay algunas encendidas son la minoría posible, como si iluminar fuera un gasto que hay que evitar.
Especial preocupación genera la Ruta Nacional 5, particularmente entre Mercedes y Suipacha, donde se registra uno de los mayores índices de siniestralidad vial en pocos kilómetros. La autopista, aún en construcción y con obras iniciadas y abandonadas repetidamente, incrementa el riesgo para quienes transitan por ella.
La falta de acciones concretas por parte del Estado nacional y provincial expone a los usuarios viales a riesgos evitables, generando una sensación de abandono y desprotección.
La Ruta Provincial 41, cuya gestión no es de la Nación sino de la Provincia, tampoco presenta mejoras. El derecho a circular por zonas viales seguras sigue ausente. Los conductores enfrentan baches profundos, banquinas intransitables y una alarmante ausencia de señalización, elementos que, combinados con la oscuridad, hacen del trayecto un verdadero peligro, especialmente en condiciones climáticas adversas.
A lo largo de todo el trazado de la 41, la falta de cartelería y señalética básica agrava la inseguridad, sobre todo en zonas rurales y accesos poco visibles. La combinación de lluvia, oscuridad y deterioro estructural convierte a esta ruta en una verdadera trampa para los automovilistas.
En este escenario, la falta de acciones concretas por parte del Estado nacional y provincial expone a los usuarios viales a riesgos evitables, generando una sensación de abandono y desprotección.
Mientras tanto, la circulación nocturna en estas rutas se asemeja cada vez más a un recorrido por un tren fantasma, pero sin ningún encanto y con consecuencias reales.