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“Hilitos invisibles” que dejó Héctor Cueto: la memoria íntima de un artista en su ciudad

La muestra retrospectiva “Antología panorámica (1922-2003)”, que se exhibe en la Sala B del Museo de Arte Municipal de Mercedes, no es solo una celebración de la obra plástica de Héctor Cueto, uno de los artistas más destacados del siglo XX en la región. Es también una exploración sensible y personal por parte de su hija, la artista Marcela Cueto, que acompaña al visitante en un recorrido que entrelaza arte y biografía, técnica y emoción, tiempo histórico y memoria familiar.

La exposición, inaugurada este sábado 5 de julio en el marco del 10° aniversario del MAMM, reúne más de ocho décadas de producción artística. Pero la mirada que Marcela propone va más allá de una cronología: se trata de un tejido emocional hecho de obras, colores, retratos, objetos y evocaciones. Como ella misma señala, “hay hilitos invisibles que van conectando todo”.

Entre las piezas más tempranas, Marcela señala un autorretrato juvenil sin fecha precisa pero con una carga simbólica poderosa: “Debe ser de fines de los 40. Es uno de los más jóvenes que se conservan”, explica. Esa obra dialoga con el contexto histórico de la posguerra, con el auge del cine, con un país atravesado por crisis pero también por oportunidades culturales.

«Muchas personas mencionaron el parecido entre mi papá y Agustín. Y todo viene de eso, de compartir, mi mamá y mi papá compartieron conmigo y Sergio y yo compartimos con nuestros hijos. Luego lo que tiene que surgir, surge con naturalidad», dice Marcela Cueto

Héctor Cueto, desde entonces, comenzaba a trazar un lenguaje que lo acompañaría a lo largo de toda su vida: el de la figura humana como símbolo, como enigma, como espejo.

El recorrido continúa con obras figurativas, retratos femeninos de amigas de la familia, como Blanquita Corado, y otras piezas de carácter más expresionista, donde el color, la textura y el gesto adquieren protagonismo. “Muchas de estas obras yo nunca las vi cuando las pintó. Mi papá se casó a los 40 años, y gran parte de su vida anterior me es desconocida. Las conocí ahora, curando la muestra”, cuenta Marcela, con una mezcla de asombro y descubrimiento.

Hay un tramo del recorrido en el que se evidencian los cambios de estilo. En la década del 70, por ejemplo, la paleta se aclara, las superficies se vuelven menos matéricas y aparece un interés más marcado por lo espiritual. Una de las obras, titulada “Religión”, representa un paisaje interior más que una escena sacra: “Mi papá no era religioso, pero sí espiritual. Esta obra es como un mapa de ese paisaje”, explica su hija.

En otro tramo, el visitante se detiene frente a una naturaleza muerta con un caballo tendido, inspirada en un hecho real: el fallecimiento de un animal frente a la casa donde vivían.

Cueto lo bocetó y lo transformó en una obra de contemplación serena y perturbadora. A su lado, los retratos de su esposa Celia, sus hijas, y de él mismo, van dando forma a una constelación íntima que trasciende lo familiar para rozar lo universal.

La obra “Raíces” (1988) marca una síntesis, una pieza que “consolida muchas de las búsquedas anteriores”, como señala Marcela.

Esa pintura, seleccionada en el Salón Serialista y hermana de otra que ganó el primer premio en el Salón Nacional de Luján, condensa las tensiones entre figura y abstracción, entre contorno y emoción, entre lo visible y lo latente.

También hay lugar para la experimentación técnica. Cueto desarrolló un método propio para lograr que el óleo adquiriera la transparencia de la acuarela, usando solventes sobre chapadur blanco. Esta técnica está presente en la serie “Las cuatro estaciones”, de una estilización notable. A ellas se suma una serie de troncos secos, humanizados, ambiguos, que sugieren ojos, bocas, peces, seres: “Invitan a la interpretación, son imágenes abiertas”, resume Marcela.

El recorrido culmina frente a un gran payaso, obra reelaborada durante años, que el artista nunca dio por terminada del todo. Para su hija, esa figura ambigua y persistente representa un alter ego de su padre, y por eso eligió colocarla junto al autorretrato y los retratos familiares. “Ahí estamos todos. Mi mamá, mi hermana, que ya no está, y yo. Somos como una ronda sostenida por esos hilitos invisibles que conectan el arte con la vida”, dice Marcela, en un momento tan íntimo como elocuente.

La exposición permanecerá abierta hasta el 27 de julio en el Museo de Arte Municipal de Mercedes (Calle 23 Nº 383), con entrada libre y gratuita. La muestra forma parte de una programación especial por el aniversario del museo, que incluye además otras exposiciones colectivas, instalaciones y música en vivo.

Más allá de su valor artístico, “Antología panorámica” es también una ventana al alma de un artista que supo mirar su tiempo, su ciudad y su entorno con hondura y ternura, y una invitación a dejarse tocar por esas imágenes que, como las raíces, siguen creciendo bajo tierra.

Fotografías de Mario Moreira y Familia Cueto