El arzobispo Jorge Eduardo Scheinig presidió la Santa Misa en el Domingo de Pascua en la Iglesia Catedral Metropolitana Basílica “Nuestra Señora de las Mercedes”. Fue en ocasión del Domingo de la Resurrección este Domingo 9 de abril, acompañado por el párroco Juan Carlos Bouzou, a las 20.00 horas.
En la homilía y ante un templo colmado, al igual que se vio en casi todas las celebraciones de la Semana Santa, Scheinig se preguntó si es posible “transformar los actuales y compartidos sentimientos de frustración, de fracaso, de desilusión, decepción, amargura y tristeza”.
“Las situaciones del mundo, de la Argentina y las de nuestro pequeño mundo personal, muchas veces nos arrastran hacia abajo y no contamos con las fuerzas suficientes y las herramientas necesarias para emerger, levantarnos, resucitar. En todo caso, nos defendemos y refugiamos en el intento de pasar el momento y que las situaciones nos impacten lo menos posible”, dijo en la misa del domingo por la noche y llamó a “encarar la vida de otro modo” basada en la experiencia de los discípulos del Señor.
“Ellos conocían la historia del Pueblo de Dios, las Escrituras Sagradas, las promesas que el mismo Dios les había hecho y tenían enormes expectativas en un Mesías, en alguien que viniera a salvarlos de todo lo que los oprimía. Conocieron a Jesús, lo escucharon, lo vieron, lo siguieron y pusieron en Él toda la esperanza”, sostuvo.
«Sabían del malestar y de la oposición que se iba generando en torno a Jesús y, aunque él les hablaba que debía enfrentar el sufrimiento y la muerte, nunca se imaginaron semejante desenlace»
“Con Jesús aprendieron a ubicarse en la realidad y a vivir de otra manera. Aprendieron otras lógicas para entender e interpretar lo que les pasaba en lo personal y también, lo que pasaba en su mundo y en su tiempo. Sabían del malestar y de la oposición que se iba generando en torno a Jesús y, aunque él les hablaba que debía enfrentar el sufrimiento y la muerte, nunca se imaginaron semejante desenlace. Ellos lo querían joven, dinámico, fuerte, ¡vivo! Como sabemos, las fuerzas del Mal se desatan y todo va pasando demasiado rápido: la traición, las negaciones, el abandono, el juicio injusto, la condena de parte del Sanedrín y del pueblo, las torturas, la Cruz, la muerte y la sepultura. Con su muerte, sus seguidores y discípulos, aprendices del “Nuevo Camino”, pasaron de la esperanza, a la máxima amargura, desilusión y frustración. Todo, absolutamente todo, especialmente el futuro, quedó truncado con su muerte”, remarcó el arzobispo en su homilía.
Más adelante se preguntó si se puede transformar la tristeza en alegría, la desilusión en esperanza. Y marcó que son dos las primeras posibles respuestas: “Si la condición fundamental que es para cada uno de nosotros vivir plenamente, estar de pie, tener un sentido de la vida, de lo que somos y lo que hacemos, de entregarla por y con amor, ser bienaventurados; si todo esto, que en definitiva es vivir como resucitados, se lo pedimos a la realidad, esperando que sea el cambio de la realidad lo que nos reavive, diría que es muy seguro que sigamos en grandes niveles de frustración”, afirmó.
“Pero si nos agarramos de las manos del Señor que se levanta de la muerte y nos dejamos levantar y resucitar por Él, con Él y en Él, aunque las circunstancias no cambien y sigan difíciles y se compliquen aún más, adentro nuestro se produce como un chispazo, como un resurgimiento, como una bocanada de aire nuevo que nos devuelve a la vida cotidiana de una manera Nueva. Y si renace en nosotros la esperanza, es que verdaderamente el Señor ha resucitado y nosotros con Él. La esperanza y la alegría, son un signo sorprendente y maravilloso que la resurrección del Señor me tocó y me transformó”, agregó.
Además narró su propia experiencia: “Personalmente, nunca mis ojos vieron al Señor, pero sé que está vivo, lo he experimentado en mí y en otras personas. Tengo la certeza que está vivo y me es muy difícil explicarlo con palabras, pero esa certeza existe en mi corazón como una verdad absoluta, más absoluta que toda la realidad que veo. Esas experiencias en las que puedo reconocer que está vivo, en algunas ocasiones han sido muy fuertes, en otras, más débiles y sencillas; por momentos, más seguidas y por otros, más esporádicas, pero va transcurriendo el tiempo de mi vida y confirmo que es así, que el Señor está vivo y está actuando. Lo sé”, dijo.
“Finalmente, así como el pesimismo, la queja, la frustración y la desilusión se contagian y mucho, impresionan “los ambientes pesados y bajoneantes” en los que convivimos a diario, así también se contagia la vida, la alegría y la esperanza”, destacó.
“Los cristianos no somos vendedores de ilusiones, ni queremos engañar con una fe vacía de una vida auténtica. Los cristianos somos testigos de alguien que estaba muerto y ahora vive y eso, aunque nos cueste explicarlo, nos llena de alegría y esperanza. Nuestra misión es contagiar al mundo de esa Vida Nueva”, indicó en estas Pascuas el arzobispo Jorge Eduardo Scheinig.