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¿Qué relación hay entre el psicoanálisis y la poesía?

Cuando hablamos de psicoanálisis y poesía, dos mundos que parecen distantes a primera vista, podríamos pensar que no tienen mucho en común. El primero se asocia con el tratamiento del inconsciente y los conflictos emocionales, mientras que la poesía evoca imágenes y sentimientos a través de palabras bellas y a menudo enigmáticas. Pero, sorprendentemente, ambos comparten un enfoque esencial: trabajan con el poder del lenguaje para romper las barreras del significado literal y abrir nuevas formas de ver, sentir y entender.

El lenguaje es la herramienta principal tanto en el psicoanálisis como en la poesía. Pero ¿qué significa eso en la práctica? Cuando usamos palabras, intentamos darle sentido a lo que pensamos, sentimos y vivimos. Pero lo curioso del lenguaje es que, en su intento de aclarar, muchas veces termina creando más confusión. Las palabras nunca capturan completamente la profundidad de lo que experimentamos. En el psicoanálisis, esto se vuelve evidente cuando un paciente intenta explicar su angustia o sus problemas, pero siente que las palabras no logran abarcar del todo lo que le sucede. Siempre hay algo que queda fuera de la explicación, algo que el lenguaje no puede atrapar por completo. Y ahí es donde tanto el psicoanálisis como la poesía entran en juego de manera similar.

El psicoanalista escucha advertido de que entre las palabras del paciente hay algo que se escapa. Algo que queda fuera, pero que está ahí. Y es que, a veces, las palabras se comportan como esas sombras que juegan en las paredes, dando a entender que esconden algo más, algo que no se dice del todo. Ahí es donde entra la magia del lenguaje, tanto en la poesía como en el psicoanálisis.

Decía un poeta que las palabras son como puentes que cruzan ríos, pero a veces, esos puentes son frágiles, incompletos. En el psicoanálisis las palabras también cruzan un río, pero es un río lleno de corrientes subterráneas, de cosas que no se ven

Las palabras son traicioneras. Pensamos que dicen lo que queremos decir, que expresan eso que sentimos de manera perfecta. Pero la verdad es que las palabras juegan, hacen piruetas, nos hacen creer que controlamos lo que sentimos o pensamos. Y en el fondo, se nos escapan, dejando lo más importante fuera. Como en un poema, donde lo que importa no es siempre lo que se dice, sino lo que se sugiere, lo que no se puede atrapar del todo. En el psicoanálisis es igual. El analista no está ahí para explicarle al paciente lo que le pasa, sino para ayudarlo a romper el sentido que él mismo ha construido. Como en la poesía, donde la claridad no es el objetivo, donde la propuesta está en la apertura a nuevas interpretaciones, a nuevas formas de ver y sentir.

Decía un poeta que las palabras son como puentes que cruzan ríos, pero a veces, esos puentes son frágiles, incompletos. En el psicoanálisis las palabras también cruzan un río, pero es un río lleno de corrientes subterráneas, de cosas que no se ven. Y el analista, en lugar de dar respuestas lógicas, lo que hace es desarmar los nudos, romper los puentes, abrir espacios. Es ahí donde las palabras transforman, donde el analista deja que el paciente encuentre su propia verdad, a su ritmo, en sus propios términos. Y esa verdad nunca es total, siempre está en movimiento, siempre es parcial, porque la verdad, como dice Lacan, solo puede decirse a medias.

En este sentido, las palabras en el psicoanálisis pueden ser tan poderosas como en la poesía. No se trata solo de lo que dicen, sino de cómo resuenan, de cómo tocan algo profundo en quien las escucha. Un verso, igual que una intervención psicoanalítica, no tiene que explicarse para generar un impacto. Lo importante es que provoque un cambio, una apertura.

Al final, tanto en el psicoanálisis como en la poesía, se trata de aprender a convivir con lo incompleto, con la falta, con esas preguntas que nunca se responden del todo. El analista, como el poeta, nos ayuda a vivir en la búsqueda, en la exploración constante, en espiar, de a ratos, ese espacio donde las palabras no lo dicen todo, pero dejan entrever lo que está del otro lado.


Marcos Tabossiwww.vocaciondeorientar.ar@marcostabossi