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McKinsey advierte que los combustibles fósiles cubrirán hasta el 60% de la demanda energética global en 2050

A pesar del impulso hacia energías limpias, un informe reciente de McKinsey & Company alerta sobre la persistente dependencia de los combustibles fósiles en el futuro.

Según la “Perspectiva Energética Global 2024”, se proyecta que el petróleo, el gas natural y el carbón seguirán siendo esenciales para satisfacer entre el 40% y el 60% de la demanda energética mundial en 2050, en un contexto de crecimiento global en la demanda de hasta un 18% en las próximas décadas.

Crecimiento moderado de las energías renovables y barreras de infraestructura

El informe analiza tres posibles escenarios de transición energética —transformación sostenible, impulso continuo y evolución lenta— y advierte que, aunque la demanda de combustibles fósiles se estabilizará antes de empezar a disminuir, continuará cubriendo gran parte de las necesidades energéticas.

En particular, el documento estima que la demanda de petróleo aumentará moderadamente a corto plazo para luego estabilizarse entre 2025 y 2030, mientras que el gas natural mantendrá un crecimiento sostenido hasta 2035. Por otro lado, el carbón se mantendrá en niveles actuales solo por algunos años antes de declinar gradualmente durante la década actual.

Según McKinsey, las energías renovables podrían representar hasta el 80% de la generación de electricidad para 2050, pero enfrentarán obstáculos relacionados con la infraestructura de transmisión y los elevados costos de inversión.

Estas limitaciones podrían frenar la rápida expansión de fuentes como la eólica y la solar, aumentando la presión sobre los combustibles fósiles para cubrir la demanda en el corto y mediano plazo.

Néstor Sepúlveda, socio adjunto de McKinsey, destacó que, aunque el avance hacia las energías renovables es notable, los combustibles fósiles mantendrán un papel relevante en la matriz energética global y regional.

Según Sepúlveda, este panorama es particularmente relevante para América Latina, donde las políticas de reducción de emisiones han priorizado la descarbonización del sector eléctrico, pero no han abordado otros usos del petróleo y el gas. “La dependencia continua de los combustibles fósiles podría generar un aumento de las emisiones y poner en riesgo los compromisos climáticos bajo el Acuerdo de París”, advirtió.

Sepúlveda también señaló la necesidad de un aumento sustancial en la inversión en energías renovables para satisfacer la creciente demanda energética y apoyar una transición efectiva.

En América Latina, esto implicaría un esfuerzo significativo para expandir y modernizar las redes eléctricas, además de enfrentar desafíos regulatorios y atraer el capital necesario para proyectos de energía limpia.

Desafíos y oportunidades para América Latina en la transición energética

América Latina, con sus abundantes recursos de energía solar y eólica, tiene un alto potencial para integrar energías renovables en su matriz.

Sin embargo, la región deberá superar desafíos importantes, como la congestión de redes, la falta de inversión en infraestructura y un marco regulatorio que impulse efectivamente esta transición.

En este contexto, el informe de McKinsey sugiere que, sin políticas claras y una asignación de capital adecuada para proyectos renovables, la región podría continuar dependiendo de combustibles fósiles en sectores clave, lo cual impactaría sus objetivos de reducción de emisiones.

En definitiva, la “Perspectiva Energética Global 2024” de McKinsey subraya la importancia de una transición energética con inversiones significativas en energías renovables y modernización de infraestructura. Aunque el rol de los combustibles fósiles podría reducirse a largo plazo, su relevancia en la matriz energética global y regional persistirá al menos hasta mediados de siglo, lo cual plantea un desafío considerable para el cumplimiento de los objetivos climáticos internacionales.