La cantante Virginia Altube vivió un fin de semana pleno de emociones al presentar sus canciones en dos escenarios emblemáticos: El Limonero en Mercedes y la sala La Payró en Altamira. Acompañada por destacados músicos como Rulo Godar, Fran Ramírez y Jo Marcel, Altube expresó su felicidad y gratitud por estos encuentros a los que definió como “momentos que nutren el alma”.
El viernes, en El Limonero, de calle 21 entre 14 y 16, Altube ofreció un repertorio diverso que comenzó con un enfoque folclórico junto a Fran Ramírez y Jo Marcel. Más tarde, se sumó Rulo Godar, y el espectáculo culminó con la banda completa de Nación Wiphala. La cantante destacó la conexión especial que se generó con el público: “A veces todo está bien, pero no sucede. Esa noche sucedió, se dio esa comunicación entre nosotros y el público, algo que te llena el alma”.
“Fue muy lindo abrazarnos, reencontrarnos. Esos momentos te recuerdan que la música saca lo mejor de las personas”
Además, agradeció a Pablo Russo por abrir las puertas de El Limonero fuera del ciclo habitual y a Sebastián Cirillo, quien estuvo a cargo del sonido. También subrayó el reencuentro con personas queridas que hicieron de la noche algo aún más especial: “Fue muy lindo abrazarnos, reencontrarnos. Esos momentos te recuerdan que la música saca lo mejor de las personas”.
El sábado, Altube llevó su talento a Altamira, donde la sala La Payró, gestionada por Gabriela Lorusso, en la estación de tren, ofreció un ambiente único en el galpón ferroviario. Ambientado con un fogón y fotografías de Marcela Sarzano que capturaban la esencia del lugar, el evento que tuvo la inauguración de una Expo de fotos que sigue abierta, contó con momentos inolvidables, como cuando Miguel y Ester Cordone bailaron una zamba mientras Altube cantaba.
“Cantar en Altamira fue un placer inmenso. Gabriela Lorusso tiene una magia particular, que se siente en cada detalle. Además, Fran Ramírez y Jo Marcel, con su talento y calidad humana, hicieron que todo fluyera de manera hermosa”, expresó la artista.
Virginia Altube no dejó pasar la oportunidad para reflexionar sobre el poder transformador de la música y los encuentros humanos: “Estos momentos te hacen ver que, aunque a veces nos quejemos, no estamos tan mal como sociedad. La música saca la parte más luminosa de nosotros”.
Finalmente, recomendó al público visitar estos espacios culturales: “El Limonero en la ciudad de Mercedes y La Payró en la localidad de Altamira son lugares mágicos que vale la pena conocer. Cuando escuchen que hay algo allí, no lo duden, vayan”, instó tras estas dos noches, cargadas de magia y autenticidad, que seguramente dejaron muy buenas sensaciones en quienes tuvieron la oportunidad de disfrutar de la música y el mensaje del arte en tiempos tan complejos y particulares socialmente hablando, y en los que los espacios culturales auto gestionados hacen punta en la posibilidad de generar encuentros motivadores.
Altamira te enamora
Por sus atardeceres fotográficos, por sus calles de pasto angostas, por el almacén del pueblo con espíritu 1800, por las flores silvestres que cada año te invaden el verano, por la limpieza con la que se ve salir la luna y la luz con la que se combina con Venus, Marte o Mercurio y parece que podés tocarla desde tu silloncito en el campo.
Pero Altamira también enamora por la gente que la habita.
Esas con las que te cruzás, coincidís y ya compartís mates, vino, una fiesta de casamiento o la apertura de una sala cultural.
Porque La Payró no es ni más ni menos que eso: un grupo maravilloso de vecinos que nos pusimos al hombro la construcción de ese espacio. Lo transformamos colgando telones, trepando escaleras para montar sueños, limpiando, creando, fabricando risas y rincones.
Lo iluminamos con arte y renacimos con pasión.
La Payró es el resultado del trabajo en equipo, de chats infinitos y respuestas siempre listas. Es poner el hombro, la espalda, los brazos, el cuerpo todo, la imaginación y el alma.
Es propuesta y respuesta.
Es acción y más acción.
Es resistencia, rebeldía, encuentro artístico y mirada atenta.
Es el abrazo de felicidad al terminar un espectáculo por el orgullo del logro compartido.
Es lugar de encuentro, identidad, expresión.
Es siempre querer más.
Es contar una historia. Una historia de ganas y determinación. De poner en marcha, de girar la rueda…
Una historia de vecinos que materializaron un sueño y lo pusieron a caminar.
Gabriela Lorusso