Inicio Opinion La dualidad del Papa Francisco

La dualidad del Papa Francisco

Por Ariel Dulevich Uzal. Desde una mirada agnóstica, me permito —muy respetuosamente, por cierto— reseñar la polifacética personalidad del Papa y su enorme estatura ecuménica.

La fumata que desde el Vaticano anunció su designación fue de significativa trascendencia para el mundo, en tanto resultó un giro copernicano en el pensamiento cardenalicio, cuya tradición circunscribía a Europa respecto de las seculares elecciones de jefes de la Iglesia.

Por primera vez, un latinoamericano era ungido Papa. El cónclave demostró la apertura hacia millones de fieles de un continente que, descubierto, fue dominado por una «conquista» que, bajo el signo de la cruz, sometió cruelmente a los pueblos originarios, sepultando maravillosas civilizaciones.

Para orgullo de los argentinos, fue un compatriota el honrado con la designación, celebrada jubilosamente por todos, haciendo abstracción de legítimas parcialidades religiosas.

Fue un Papa que dejó una profunda huella de renovación, inspirada en su sensibilidad social, que puso el acento en la necesidad de que sociedades y gobiernos asumieran las desigualdades e injusticias que padecen vastos segmentos sociales

¡Y salimos entonces a la calle, adhiriendo entusiastas y orgullosos, diciéndole al mundo: «¡Francisco es argentino!»!

Fue un Papa que dejó una profunda huella de renovación, inspirada en su sensibilidad social, que puso el acento en la necesidad de que sociedades y gobiernos asumieran las desigualdades e injusticias que padecen vastos segmentos sociales. Luchó sin desmayo para erigir lo que llamó una «Iglesia para los pobres»; concepción definitoria e innovadora, que espero no tenga solución de continuidad en sus sucesores, hoy reunidos en la Capilla Sixtina.

El drama inconcebible del éxodo de migrantes y la xenofobia que generó en países que reconocemos como «civilizados» constituyó una de sus principales preocupaciones, enfrentando con críticas sin concesiones a gobernantes indiferentes ante inauditos extremos de superlativa intolerancia y deshumanizado egoísmo.

¡Esa fue la esencia de su entrega, que destaco como una impronta de inconmensurable valor humanista!

Sin embargo —y para no aparecer de mi parte en una dualidad disvaliosa, descalificando ayer lo que hoy elogio— experimento el imperativo de conciencia de reconocer, y más aún ratificar, juicios críticos que en distintas ocasiones me permití hacer públicos.
En numerosas declaraciones y actitudes, prevaleció en Francisco un sesgado perfil personal, ligado al Bergoglio militante político de otrora, que lo llevó a tomar activo partido en favor de una divisa cívica que, lejos de morigerar tradicionales confrontaciones, solo contribuyó a profundizarlas.

Esos gestos generaron múltiples discrepancias en la opinión ante la manifiesta dicotomía de su personalidad —Papa y dirigente político—, que en verdad nunca evitó; pronunciándose desde Roma, enrolado en una parcialidad política que no tuvo reparo alguno en exhibir en numerosas ocasiones y cuantas veces lo consideró útil para contribuir a la «causa» o, inclusive, conveniente para promover a ciertas figuras militantes.
Naturalmente, generó así múltiples discrepancias entre sus compatriotas, que compartí sin reservas.

Hago hoy abstracción de todo aquello para sumarme absolutamente —con el dolor de su desaparición— al homenaje a este gran líder, que bregó por la igualdad y cuyo talento e inspiración promovieron el compromiso, proyectado al género humano, de asumir solidaria y fraternalmente las desventuras y privaciones del prójimo como propias.

¡Más allá de la dualidad que destaco y deploro, reconozco sin reservas su prédica ejemplarizadora desde el Vaticano, que ha transitado con su histórico legado a la inmortalidad!


Ariel Dulevich Uzal es mercedino y ex Subsecretario de Turismo de la Nación durante el gobierno del ex presidente Raúl Alfonsín