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El color del gato

Por Daniel Ríos. Hace bastante tiempo que escribo con la idea de compartir, a veces, comentarios sobre observaciones particulares y generales de la vida cotidiana, algunas reflexiones personales, mis puntos de vista sobre temas específicos, y también opiniones políticas, siempre en calidad de aprendiz.

La escritura es una de las tantas enriquecedoras artes que ha desarrollado la humanidad, y obviamente, en mi caso, lejos estoy de considerarme escritor, la practico de vez en cuando. Valoro a aquellos que, en el ejercicio de un arte tan noble logran transmitir algo que le hace bien al otro, a los demás. A lo largo de la historia sobran los ejemplos, pero no son todos conocidos, muchos y muchas escriben en la más absoluta intimidad, y también está bien, porque les hace bien a ellos.

Militante peronista de casi toda la vida, me afilié al PJ después de cumplir los 18 años, en 1973, en los jardines del Comedor Universitario, en 1 y 50, de la ciudad de La Plata. A mis 70, más que nunca convencido de que la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación se construyen cada día, comenzando por la Patria, siguiendo por el Movimiento (nacional), y después el tiempo de los hombres, todavía siento que contribuyo con el sueño de una Patria socialmente Justa, económicamente Libre y políticamente Soberana.

Todavía siento que contribuyo con el sueño de una Patria socialmente Justa, económicamente Libre y políticamente Soberana

Definitivamente, así debe ser, porque siempre fue así, desde los tiempos más remotos de nuestra existencia como especie. Cuenta la Historia que, por haber sido una expedición, la primera de Colón, financiada con fondos de origen español, más precisamente de la Corona de Castilla, todo lo descubierto pasaría a integrar sus dominios. Y así fue al principio, pero no exclusivamente. Al poco tiempo surgieron las primeras divisiones en el Nuevo Continente, ingleses, franceses, holandeses y otros tantos, por el Norte, y portugueses por el Este de Sudamérica.

Nuestros predecesores, los originarios de estas tierras, también tuvieron lo suyo. En el Sur, tanto la guerra civil iniciada en 1529 entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, por la sucesión del trono, que fue determinante para la caída del imperio incaico en manos españolas, como en 1521, en Mesoamérica lo fue la caída de la Triple Alianza, unión de las ciudades de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan, que formó el Imperio Azteca, también en manos españolas, pero con la colaboración de otros pueblos indígenas, como los Tlaxcaltecas y los Totonacas, entre otros, confirma que LA DIVISION, sin importar la esencia de los intereses que la impulsan (políticos, económicos, religiosos, etc., etc.), termina siempre beneficiando a terceros instigadores. Es lo contrario de LA UNION.

Desde entonces, en nuestra América, pasaron nada más que 500 años de luchas por ideales y también por intereses, obviamente. Siempre perdimos los populares. Hasta que en Argentina llegó el peronismo, un 17 de octubre de 1945, hace apenas 80 años. Ahí comenzó el cambio de rumbo, que aún no finaliza. No fue ni fácil ni gratis, y tampoco lo será en el corto y mediano plazo. Lamentablemente, en el camino quedaron miles de Compañeros y Compañeras, perdimos a Evita y al General, y perdimos a Néstor. Pero todavía está Cristina, “todavía cantamos”.

No pretendo descubrir la pólvora, pero está claro que, como Nación, tenemos un gran dilema a resolver, y porque desde hace más de 200 años transitamos una situación compleja, cuasi indefinida que hay que enfrentar en forma urgente, porque tenemos la obligación ética, moral, personal, política, familiar, generacional, etc., pongámosle el nombre que se nos ocurra, o todos los nombres juntos si así lo prefieren.

Como militante peronista tengo presente aquellas palabras de Evita: “El peronismo será revolucionario o no será nada”. Bueno, creo que llegó la hora de las definiciones, por eso estoy convencido que el mejor legado de Cristina, como punto de partida de ese proceso interno, y en su calidad de Presidenta del Partido Justicialista, sería hacer que públicamente todos los actuales dirigentes partidarios, los responsables de gestión y los representantes legislativos, asuman aquellas palabras.

La salida de este laberinto no es individual, es colectiva, no es tecnocrática, es política, no es personalista, es orgánica, y según mi análisis, creo que la misión de convocar para reagrupar a las distintas expresiones del campo nacional popular, espacio donde el

peronismo es determinante, detrás de un proyecto de país que nos devuelva la esperanza, le corresponde ٞúnica y casi exclusivamente a Cristina.

Hoy por hoy, puede ser nuestra gran oportunidad. Una amplia convocatoria dirigida a todo el Pueblo argentino, a quienes nos consideramos parte del vapuleado campo nacional y popular, personas, partidos políticos, entidades gremiales, religiosas, sociales, productivas, etc., etc., para expresarle al mundo entero que la Nación Argentina ratifica su condición de país soberano, en desarrollo, neutral, anticolonialista, antiimperialista, no intervencionista y respetuoso de la multipolaridad. Que integramos, promovemos y somos impulsores de la Patria Grande, que nos reconocemos integracionistas continentales, regionales y nacionales. Y que las Malvinas son argentinas.

Pero, siempre es recomendable “predicar con el ejemplo”. Empezar por casa. Por eso hay que empezar por el Justicialismo, esa locomotora del movimiento nacional. Sin su locomotora en condiciones, el tren no se mueve.

Cristina, injustamente presa, es la única que nos puede convocar a LA UNIDAD y conducirnos hacia un proceso interno de transición, reorganización, reestructuración y fortalecimiento partidario. Proceso que deberá ser planificado, democrático y participativo, sin exclusiones de ninguna naturaleza para que la conducción partidaria que surja sea el resultado de una construcción política interna sólida pero diversa, policlasista y multisectorial.

Como militante peronista tengo presente aquellas palabras de Evita: “El peronismo será revolucionario o no será nada”. Bueno, creo que llegó la hora de las definiciones, por eso estoy convencido que el mejor legado de Cristina, como punto de partida de ese proceso interno, y en su calidad de Presidenta del Partido Justicialista, sería hacer que públicamente todos los actuales dirigentes partidarios, los responsables de gestión y los representantes legislativos, asuman aquellas palabras.

Tenemos que llenar estadios delineando un nuevo modelo de País, ante esta locura cruel que nos gobierna. El Pueblo y la Nación Argentina necesitan urgentes resultados positivos a su favor (paz, pan, trabajo, inclusión, crecimiento, desarrollo, etc.). Solo Cristina puede convocar y conducir, y un nuevo PJ, en cada pueblo y en cada ciudad del País, se hará cargo, “sin que importe el color del gato, siempre y cuando cace ratones”.


El ingeniero Daniel Ríos es concejal mandato cumplido

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