La obra de Griselda Gambaro puede verse en el Teatro Talía. Gran actuación de Stella Siri bajo la dirección de Roberto Altieri
Cada vez que las luces de una sala se apagan, el telón sube y los actores entran en escena, estamos frente a un hecho teatral; pero qué misterio encierra este acto.
Según dicen los especialistas que abundaron en el tema, toda vez que un actor se enfrenta con el público y desgrana un texto –en apariencia idéntico, cada noche– éste fluye y cobra intención solo cuando entra en comunión con el público, que es capaz de recibir cada pulso, cada partícula de esa criatura que está en la escena. Ésa y no otra es la verdadera esencia del teatro.
El 22 de septiembre, quienes asistimos al estreno de la obra de Griselda Gambaro “El Misterio de Dar”, tuvimos la oportunidad de experimentar esta sensación.
En una actuación memorable, Stella Siri se metió en la piel del la Sra. Schneider y, a través de cada uno de sus intersticios, entretejió un personaje rico en matices, contradicciones, luces y sombras, en un crescendo conmovedor, que solo una gran actriz puede transmitir.
Griselda Gambaro es, a no dudar, una de las más grandes escritoras argentinas contemporáneas. Cada una de sus obras lo revela pero en ésta pone en evidencia su alto sentido dramático y la pericia en la graduación del “tempo teatral”, que exige de una actriz un rigor extremo. No solo por la extensión del texto, sino por el continuo vaivén de emociones que impone, exigiendo de quien interpreta, una concentración y entrega extremos, que haga creíble el personaje, sin caer en la tentación de la sobreactuación o la desmesura.
Roberto Altieri, el director de la obra, comprendió perfectamente el clima que la autora impone para recrear a su criatura y fue llevando a Stella Siri por un sendero que, aunque por momentos se torna sinuoso, fue transitado con la dignidad que la Sra. Scheneider necesita para brillar en el escenario.
Stella Siri fue maleable a la indicación del director; no solo comprendió al personaje sino que lo vivió desde adentro, en cada parlamento, gesto o movimiento que describió en escena, haciendo fluir otros personajes que, aunque no están presentes, cobraron vida a través de sus indagaciones o demandas.
Fue tierna y despectiva, ingenua y atrevida, iracunda y melancólica, sin concesiones, en carne viva, tal como el personaje lo requiere y, a tal punto fue creíble, que los espectadores, luego del aplauso final, fueron incapaces de abandonar de improviso la sala, conmovidos por un texto magnífico, una actuación memorable y una gran dirección.
Texto: Susana Spano
Fotos: Mario Landi