Nací en un mundo en el que no todas las familias tenían televisión. Era muy costoso comprarla, por lo tanto la radio ocupó una parte de mi infancia.
La escuela primaria me aburría y vivía en un perpetuo limbo del que despertaba solo cuando la maestra anunciaba “La Hora de Lectura”; por eso cada vez que llovía fuerte por las mañanas, mi madre me regalaba un día de felicidad: sin escuela, rodeada de libros y… la radio.
Conocía cuáles eran los programas infantiles de la mañana. Había una señora que contaba maravillosos cuentos con voz dulce y modulada. Yo me imaginaba cada detalle del relato: le ponía rostro a los personajes y armaba el paisaje, donde las criaturas vivían hazañas asombrosas.
Otras veces, por las tardes, mientras dibujaba intrincados mapas marcando con diferentes colores ríos, montañas y llanuras, escuchaba los radioteatros de Alberto Migré y sufría indeciblemente con los conflictos de los personajes y sus historias de amor…
Pasaron los años, todos los hogares tenían un televisor y muchos auguraban que el mundo mágico de la radio llegaba a su fin; pero no fue así: un día llegó el Fontana Show, y las locuras de su conductor acompañado por Rina Morán y María Esther Vignola alegraban las mañanas de la familia.
Antonio Carrizo, con “La Vida y el Canto” marcó tendencia.
Y en otra ocasión se apoderó del dial un hombre que hablaba pausado, leía a Borges o Cortázar y algo impensado hasta ese momento, casi un sacrilegio: ¡hacía silencios en la radio! ¿Quién era el atrevido? Lo apodaron: “El Peruano Parlanchín”, justo a él que nos enseñó que los silencios “sus” silencios, eran maravillosos. Claro que solo él los pudo hacer, nadie fue capaz de repetir la hazaña de Hugo Guerrero Martinheitz, que así se llamaba.
Al bajar del colectivo me encontré frente a un edificio extraño; por un momento pensé que me había equivocado de dirección. Frente a mí se erguía una Estación de Ferrocarril y yo buscaba una radio. Con algunas dudas me acerqué a la puerta y golpeé; una persona muy amable me atendió y ante mi pregunta dijo: “Sí, ésta es Radio Vida”.
El tiempo pasó y ya en el siglo XXI llegué a Mercedes, una ciudad de arboledas pobladas, calles anchas y cielo diáfano.
Al bajar del colectivo me encontré frente a un edificio extraño; por un momento pensé que me había equivocado de dirección. Frente a mí se erguía una Estación de Ferrocarril y yo buscaba una radio. Con algunas dudas me acerqué a la puerta y golpeé; una persona muy amable me atendió y ante mi pregunta dijo: “Sí, ésta es Radio Vida”. Estaba emocionada, era la primera vez que iba a ver una radio por dentro. Una, como la que me había acompañado en tantos momentos de mi vida.
El que fue mi primer viaje a Mercedes se convirtió, más tarde, en el lugar que elegí para vivir y un día, no sé muy bien cómo ni por qué, me vi sentada detrás de un micrófono, jugando a “La Rayuela” de la tarde mercedina en aquella Radio Vida, a la que fui guiada vaya a saber por qué duende travieso y misterioso.
Y así, llevada de la mano de Marcelo Uncal, me fui adentrando en la historia grande de la radiotelefonía de esta ciudad que tiene tanto para contarle al mundo.
Supe que aquí en Mercedes vivió un hombre genial que se llamó Eduardo Viganó, radioaficionado, apasionado por la electricidad y las comunicaciones, a las que les dedicó su vida.
En 1921 experimentó con un receptor construido en su taller, junto a su amigo Raúl Rapela –ambos fueron los primeros en captar transmisiones–. Además, aprendió telegrafía e idiomas, que le permitían entablar contacto radial y epistolar en inglés, italiano, francés y alemán.
En 1928 se corrió en nuestra ciudad el Premio de Automovilismo: “Otoño” del Automóvil Club Argentino, Filial Mercedes, en el Circuito París Giannini y Viganó marcó un hito trascendente: realizó la primera transmisión, por radio, de una carrera automovilística instalando sus equipos en un automóvil Moon.
Además de Viganó hubo otros radioaficionados pioneros: Carlos Landini, Tomás Gutiérrez Vélez, Aquilino Risso Hualde y más.
El 25 de enero de 1935 se inauguran los servicios de “La Voz de Mercedes” que, por iniciativa de Pedro del Olmo y Santos del Olmo, se convirtió en el primer medio oral periodístico de la ciudad. Poseía un sistema de difusión por parlantes exteriores, ubicados en distintos sectores, especialmente la zona céntrica y la Plaza San Martín
El 25 de enero de 1935 se inauguran los servicios de “La Voz de Mercedes” que, por iniciativa de Pedro del Olmo y Santos del Olmo, se convirtió en el primer medio oral periodístico de la ciudad. Poseía un sistema de difusión por parlantes exteriores, ubicados en distintos sectores, especialmente la zona céntrica y la Plaza San Martín, con estilo radial, donde se incluía: música, información y publicidad. El equipo periodístico estaba formado por: Cándido Spina, Edelmiro Silvestre, Eduardo Alarcón en deportes. Hugo Miniatello, Zolio Reynoso, Pedro Cestari y otros.
Era tal el interés que despertaban sus emisiones, que los vecinos se concentraban en los lugares donde estaban instalados los altavoces para escuchar las noticias y comentarios relacionados con la ciudad.
“La Voz de Mercedes” fue silenciada por razones políticas el 8 de enero de 1947, cuando la Municipalidad le canceló el permiso.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Un día llegó otro visionario, Silverio Carlos Luna, que creó OMDA – Organización Mercedina de Amplificación.
En 1948 comenzó su labor como propaladora, con una red de altavoces cuyos estudios se ubicaron, inicialmente, en un anexo del Hotel París: calle 26 N° 595 y posteriormente en calle 26 N° 609.
Por OMDA pasaron: Polo Letieri –conocido como Daniel Ríos–, Roberto Álvarez, Oscar Dufourquet, que realizaba la presentación de las fiestas populares, corsos, desfiles, actos oficiales y Fernando Luna que, con apenas 16 años, musicalizaba la propaladora.
En la década del 60, se prohíben en la Provincia los altoparlantes en la vía pública. Esta medida dará lugar a la aparición de los circuitos cerrados a través de pequeños parlantes (a los que llamaban «chusmitos») que se colocaban en casas de familia, comercios, oficinas, etcétera.
Así nace, por iniciativa de Oscar Pozzi, junto a Juan Carlos Bianco, Luis Arley y Juan Carlos Romans, entre otros, “Oral Música Hogar”.
En la década del 60, se prohíben en la Provincia los altoparlantes en la vía pública. Esta medida dará lugar a la aparición de los circuitos cerrados a través de pequeños parlantes (a los que llamaban «chusmitos») que se colocaban en casas de familia, comercios, oficinas, etcétera.
En diciembre de 1969, comienzan sus emisiones que llevaban a los hogares mercedinos música, información de la ciudad y programación con distintas temáticas. Fue, además, el primer medio en contar con servicio de teletipo en Mercedes.
Entre sus integrantes estaban Osvaldo Príncipi, Alberto Hassan, Ángel Tessore, Héctor Ghiggeri, Miguel Rossi, Fernando Pachiani, Raúl Pissani, Tito Vallese, Alberto Florella, Juan Carlos Schiffini, Rolo Moneta, Jorge Gaynor y Roberto Anido. Las voces femeninas de Norma Brañas, Norma Cabrera, Cristina Gaggia, Marta Peroncini, María del Carmen Gómez Carranza y Marta Díaz.
El paso siguiente fueron las FM, cuya pionera fue CCL2 Radio Mercedes, que fue inaugurada como frecuencia modulada por el Intendente Julio César Gioscio, el 10 de agosto de 1986. La ley de medios de la época no las autorizaba pero tampoco las prohibía.
Todos los partidos políticos tradicionales y los nuevos tuvieron su espacio para difundir sus actividades; también las Sociedades de Fomento e instituciones varias.
Su director fue Jorge Guevara y su frecuencia –98.5– aún continúa en el aire.
La historia no se detuvo y un día, aquel muchacho de 16 años, que musicalizaba OMDA se convirtió en el propietario y Director General de Radio Vida: Fernando Luna, un creador de éxitos, bohemio, generoso y del que tanto aprendí.
Aquella radio a la que llegué por primera vez al conocer Mercedes; a través de cuyas ventanas se ven las antiguas vías del tren y sus andenes en otoño se cubren de hojas doradas.
Aquella radio donde descubrí amigos entrañables: Graciela Medina, Mimí Torelli, y mi querido Marcelo Trivellari, con el que hacíamos locuras como transmitir el corso por radio…
El tiempo es extraño y misterioso, al mirar atrás solo parece extenderse una bruma espesa pero si nos dejamos llevar, nuestros sentidos fluyen libres, somos capaces de armar un bello cuadro en el que cada matiz, cada detalle cobra vida, y tiene un porqué…
Una nena feliz de no ir a la escuela, escuchando la radio, soñando aventuras en el calor del hogar, una adolescente escuchando a Borges a través de una voz cálida, una mujer escuchando música una tarde de lluvia, una mujer bajando de un colectivo en la puerta de una radio casi de cuento, una mujer enfrentándose con un micrófono, confundida al principio, más segura después… Una mujer formando parte de la historia que Mercedes atesora con orgullo, en la que tantos hombres y mujeres talentosos han trabajado y trabajan.
¿Es verdad que pasaron cien años desde que unos jóvenes universitarios subieron a una terraza para transmitir una ópera? ¿O fue ayer? ¿Fue un sueño? ¿Es verdad que los que nos precedieron no están o siguen con nosotros, a través de ese éter maravilloso e imperceptible que todos los días renueva el milagro de hacer que una voz se proyecte como una flecha que deambula en el espacio?
Realmente no tengo las certezas, solo una cosa es cierta… La radio es magia.