El Arzobispo Metropolitano de Mercedes – Luján, Jorge Eduardo Scheinig, desde la Catedral Metropolitana de Mercedes, encabezó este 9 de julio el Te Deum con ocasión del Día de la Independencia. Fue presenciado por el jefe comunal Juan Ignacio Ustarroz, su esposa y otras autoridades comunales, así como también hubo presencia de funcionarios provinciales.
En su homilía, luego de agradecer por una Nación “tan llena de dones y de personas buenas”, y de reflexionar sobre el Evangelio del Día (“Jesús ha venido a darnos Vida en abundancia y nos invita a caminar con él para alcanzarla”, dijo), el arzobispo llamó a “pensar en nosotros y en la Patria en camino”.
“Somos un pueblo que fue naciendo con anhelos de libertad y de justicia, de independencia y de fraternidad. Un pueblo con profundos deseos de ser una Nación independiente y con proyectos propios. Tenemos una historia llena de luces y de sombras, ni más ni menos que otros pueblos, porque somos humanos como todos los pueblos de la Tierra, hechos del mismo humus, con la riqueza y la potencialidad que nos da el don de la vida, pero también con la fragilidad y la pobreza que tanto nos caracteriza a los seres humanos y nos limita”, sostuvo.
“Como Jesús, estamos profundamente necesitados de ir decididamente hacia un mismo lugar, que no es un territorio, sino un horizonte común que nos inspire y direccione a todos. Es fundamental tener un proyecto de Nación que vaya dando sentido al caminar cotidiano de todos los que nos sentimos argentinos. Sin embargo, por momentos parecemos un pueblo a la deriva, sin un rumbo común y concreto. Perdemos demasiadas energías en divisiones y enfrentamientos estériles. Es real que transitamos un momento histórico en el que todas las Naciones estamos frente a una situación inédita, hecha de esta horrible y dolorosísima Pandemia y que tiene como raíz, una causa común que ocasiona todas las situaciones dramáticas que estamos viviendo. El Papa Francisco la caracteriza con esa imagen del grito que es una imagen tan humana del límite, de no dar más, imagen de dolor, de desgarro, de auxilio y de “basta”. El Santo Padre habla del grito de la tierra y el grito de los pobres. Hay un mismo grito que está marcando que este tiempo es distinto a otros momentos de la historia y que intuimos todos está concluyendo. Pareciese que no hay mucho margen, que hay un agotamiento, una enfermedad que nos ha tomado y que no lleva lentamente a la muerte. Se impone una pregunta: ¿Saldremos vivos y mejores?”, planteó Scheinig.
“Pienso que necesitamos recuperar el rumbo y el deseo de caminar juntos. Recuperar los anhelos genuinos que están en el corazón del pueblo y que pueden ser constitutivos de un nuevo proyecto de Nación. ¡Estamos a tiempo! El mismo Papa Francisco que ciertamente es un profeta de esperanza, nos invita a apostar por la fraternidad universal y la amistad social. ¡Estamos en la misma barca, nadie se salva solo, nos necesitamos, nadie sobra! En el camino que va recorriendo Jesús hacia su meta, que no es otra que la de darnos Vida, nos invita a descubrir que también son fundamentales ciertas actitudes para recorrer el camino. La negligencia, la superficialidad, la mediocridad, la irresponsabilidad ciertamente no ayudan. Todo es importante para ser una Nación que pueda salir del laberinto en el que nos encontramos: la meta, el camino y las actitudes para recorrerlo”, dijo.
En una metáfora con el Evangelio del Día, ante las autoridades políticas, Scheinig se refirió a las tres personas que se van encontrando con Jesús, y consideró que lo primero es “ser capaces de construir una Patria de hermanos comprometidos en el trabajo por el bien común, pero con la seguridad existencial que sólo alcanzamos cuando nos disponemos a vivir honestamente y haciendo lo que cada uno debe hacer. El egoísmo, el lucro, la corrupción, la especulación generan falsas seguridades que nos arrastran hacia el clásico “sálvese quien pueda”, y que es una de las tentaciones de este tiempo. Allí, el otro desaparece y se convierte en un objeto de manipulación política, o social, o económica-financiera. Así los pobres son un número estadístico y también pueden serlo los fallecidos por el Covid 19, cuya muerte corremos el riesgo de naturalizar día a día, en la que sólo nos escandaliza el abultado número y no sus vidas y sus familias destrozadas”, dijo.
“Todos tenemos pretextos para dejar de elegir el camino de la Vida compartida, como lo hizo la segunda persona a la que Jesús invitó a recorrer su camino. Excusas que expresan intereses de bienestar para unos pocos, dejando a inmensas muchedumbres fueras de la mesa de la vida. Hoy, entre nosotros, el hambre es real. Hambre de alimentos, de educación, de salud, de tierra, techo y trabajo. Debemos sentirnos exigidos y también darnos el gusto de compartir nuestros tiempos, nuestros talentos y nuestro dinero”, agregó.
“La grieta es una enfermedad que sólo les viene como anillo al dedo a algunos pocos, y que además, hacen también de ella un negocio suculento, pero a la mayoría nos enferma, nos agota y nos duele”
“Poner la mano en el arado como Jesús le invitó a la tercera persona, implica un compromiso concreto con el futuro, que ciertamente comienza aquí y ahora. No es tiempo para titubear, para dar pasos hacia atrás, y mucho menos para fabricar ilusiones que desalientan, llenan de angustia y desesperanza. No podemos, no debemos mentirnos más. Para un camino compartido, para un proyecto común, es necesario vivir en la verdad, que no es otra cosa que saber asumir con valentía lo que somos, con nuestras riquezas y miserias, con lo mejor y lo peor de cada una y cada uno de nosotros, pero no para quedarnos allí, quejosos, en estado de víctimas y lamentándonos de ser argentinos, sino decididos a dar pasos que nos ayuden a todos a salir hacia adelante de esta dificilísima situación en la que nos encontramos”, indicó.
“Por todo esto, pienso que la interdependencia es un valor superior a la independencia y por eso, la salida la encontraremos al adquirir una especial sabiduría, como es, la de relacionarnos unos con otros sanamente. Ir madurando hacia vínculos que nos pongan en una forma de relación humana creativa, solidaria, de búsqueda de consensos y de políticas de Estado que trasciendan a los gobiernos de turno para el bien del pueblo. Porque la grieta es una enfermedad que sólo les viene como anillo al dedo a algunos pocos, y que además, hacen también de ella un negocio suculento, pero a la mayoría nos enferma, nos agota y nos duele tanto que también nos lleva a gritar: ¡basta! Estoy convencido y así lo enseña el Señor Jesús y lo propone el Papa Francisco, que la salud la alcanzaremos en la fraternidad y en la amistad social, y esto supone aceptar que somos un país con una hermosa riqueza multicultural, con diferencias que lejos de alejarnos, separarnos y enfrentarnos, nos invitan a enriquecernos unos a otros para alcanzar una plenitud humana que nos llena de dignidad personal y colectiva”, dijo Scheinig.
Y llamó a dejar de “ser meramente habitantes de este suelo para ser ciudadanos de esta Patria concreta y en este sentido, todos somos corresponsables de generar una mayor y mejor interdependencia”.