Por Enrique Arroyo
En aquellos años fundacionales se sancionó la Ley que creaba la Dirección Nacional del Adulto, para dar la oportunidad de iniciar o completar estudios secundarios a quienes –por distintas razones– no habían podido realizarlos en su momento.
Traigo a colación este hecho porque la ley establecía en su articulado que, para tal fin, la creación de tales centros de estudio debería ser auspiciada por una entidad gremial. Es así como la Federación de Luz y Fuerza, a través del Sindicato de Mercedes, se presentó para instalar dos establecimientos dentro de su jurisdicción: uno en Mercedes y otro en la localidad de Junín.
Por estar integrando una comisión en ese Sindicato, tuve la fortuna de participar en las gestiones ante el Ministerio de Educación para llevar a cabo esta importante tarea.
En la ejecución de esta iniciativa, se ponía en juego no sólo la defensa de los trabajadores, sino también el compromiso de colaborar para que la educación llegara a toda la sociedad.
Por haber vivido desde su nacimiento este largo, esforzado y exitoso camino, que no hubiera sido posible si no contábamos con equipos formados por directores, profesores, etcétera, es que expreso mi más profundo reconocimiento a todos ellos.
Y deseo destacar que me han hecho sentir inmensamente orgulloso por haber permitido aportar mi pequeño grano de arena en este homenaje, al celebrar estos primeros 50 años.
Enrique Arroyo es miembro del Sindicato de Luz y Fuerza en momentos de la creación del CENS.
Esta nota forma parte de una serie que se publica con motivo del 50 Aniversario del CENS 451 – ex DINEA
