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El increíble miedo a crecer

Por Cristina Gottifredi Tal como el célebre personaje de James M. Barrie, nuestro país, parece estar padeciendo el Síndrome de Peter Pan.

Los especialistas describen a quienes lo presentan, como seguros de sí mismos, muy creativos e ingeniosos, incluso hasta arrogantes.

El pueblo argentino, podríamos decir, que al igual que las personas “Peter Pan”, nos destacamos en el mundo por el ingenio y eso nos ha llevado a despertar admiración y reconocimiento en otros países

Como aquel muchacho que volaba gracias a unos polvos mágicos, los argentinos, solemos tener una actitud de desparpajo y nos sentirnos algo superiores respecto a otros países, hasta pareciera que nos da orgullo eso de la “viveza criolla” o de que “Dios atiende en Buenos Aires”.

Sin embargo, para el adentro, en nuestra propia casa, nos caracterizamos por el inconformismo constante, la queja y el enfrentamiento con el otro, desplegando generalmente conductas exigentes, desconfiadas e intolerantes, sobre todo en la política.

Pedir y criticar. Descalificar, cualquier idea que no provenga del color político al que pertenecemos. Exigir, lo que queremos, en un “tome y daca” y tener escasa tolerancia a la frustración.

Ante la más mínima perspectiva de CAMBIO, lo diferente, ASUSTA.

Pensar en dejar atrás un modo de vida basado en el asistencialismo y el cortoplacismo, hace aparecer un MIEDO terrible, que paraliza.

Bueno, en realidad, no a todos paraliza…

A unos, por el contrario, les activa de inmediato, un espíritu de lucha y de confrontación. De proteger a toda costa, hasta con VIOLENCIA, el status quo y lo “conquistado”.

Otros esbozan argumentos, en resguardo de los ciudadanos, ¿cuando esto lo que defienden, en realidad?

Es claro, ¿a quién se le puede ocurrir, dejar el País de Nunca Jamás?

Peter Pan, les recordaba permanentemente a sus “niños”, que el mundo adulto era malo y que debían seguir bajo “su cuidado”.

Lo mismo que en nuestro país… si todo lo demás es malo: ¿por qué alguien querría que papá Estado, deje de ser nuestro protector, proveedor, empleador y el solucionador de todos nuestros problemas?

Esta resistencia a abrazar un modo de vida diferente, significaría ir más allá del egocentrismo y el «aquí y ahora» y resulta una decisión muy difícil de tomar.

En estos últimos días, vimos desfilar por el Congreso, a distintos sectores, que necesitaban expresar sus perspectivas y necesidades en cada área que los convocaba, en el marco de la Reforma del Estado, propuesta por el Ejecutivo Nacional.

Pero también vimos, cómo sectores de la política, se aferraron con fuerza a viejas estructuras, para que nada se moviera de su lugar o se cambiara algo de lo que se estaba haciendo hasta ahora.

¿Y esto qué significa?

¿Acaso, no resulta “una locura el hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”?

¿O será que ese mismo resultado, resulta beneficioso a algunos sectores o a sus propios intereses?

¿Por eso no quieren cambiar?

¿No la ven?… ¿O no les conviene?

La mayoría de la sociedad, levantó su voz a través de las urnas, diciendo “ya basta con todo esto”. Pero parece que algunos de sus representantes, no entendieron ese mandato.

¿Cuándo perdimos el norte hacia el bien común?

Aunque no sepamos a ciencia cierta, si esta nueva forma de hacer las cosas traerá todo lo que esperamos… ¿por qué no probar?

Como país hace tiempo que llegamos a la edad adulta, pero parece que seguimos comportándonos como niños.

Cada sector centrado en sí mismo y en sus problemas, no se preocupa demasiado por lo que le sucede a quienes los rodean, a los “otros” intereses.

Ni hablar de los sectores que NO se hicieron NUNCA cargo de nada y no se responsabilizaron por sus acciones. La culpa siempre es de otros.

Y ahora estamos, como siempre, parados en el mismo lugar, estancados y con un miedo extremo a los cambios… o a perder.

¿Quiénes realmente pierden con todo esto?

Hubo un momento en que lo intentamos, y no alcanzó, porque todo debía ser “para ya!”

No podíamos esperar y lo que es peor, volvimos a elegir sistemas, que ya venían fracasando y empobreciéndonos, económica, social y culturalmente.

¿Cuál es la razón entonces de aferrarse a lo que ya fue? ¿A qué le tenemos tanto miedo?

Un árbol no da sombra el día después de plantar la semilla.

¿Hasta cuándo seguiremos atrapados en el País de los Piratas y las Hadas?

¿Preferimos seguir siendo “niños perdidos”, por el MIEDO a crecer?

Crecer como país debería ser una consecuencia lógica, tal como el ciclo vital de las personas, el desarrollo natural de los seres humanos, aunque ello, no signifique que sea sencillo.

Llegar a ser un país adulto requiere TOMAR LA DECISIÓN DE CRECER, adoptar de una vez por todas decisiones, valores y objetivos comunes, que no obstante se vean a largo plazo, hay que comenzar a transitar

En ese transitar, como en la vida, habrá que renunciar a algunas cosas para conseguir, todo eso que merecemos vivir, pero llegó el tiempo de intentar, aunque sea de otra manera, ser un país distinto.

Ya no puede haber más “polvos mágicos” para repartir, ya no hay más… se terminaron.

Es tiempo, de tomar la decisión de dejar de ser niños, sacarse el traje verde de Peter Pan y abandonar Nunca Jamás de una vez por todas.


Cristina Gottifredi es abogada, ex candidata a senadora de Juntos por el Cambio