Hoy, 9 de octubre, en el 84º aniversario del nacimiento de John Lennon, su figura emerge no solo como un ícono de la música, sino como el arquetipo del artista que ejerció un liderazgo generacional sin necesidad de ostentar un cargo político.
En una era definida por la inmediatez, el cinismo posmoderno y un asfixiante economicismo global, la pluma y el pensamiento de Lennon conservan una vigencia inalterable y casi incuestionable.
Precisamente hoy, cuando la agenda internacional se conmueve con la noticia de una pronta y anunciada paz entre Israel y Hamas, la obra de Lennon parece resonar con una clarividencia escalofriante.
Lennon demostró que la influencia real se forja desde la autenticidad y el arte. No requirió ser presidente ni ganar elecciones para convertirse en el referente moral y el modelo a seguir de millones.
Su voz, envuelta en melodías sencillas y directas, se alzó como un faro de humanidad y coherencia, haciendo que su mensaje perdure impoluto, a prueba de las dudas que hoy corroen a casi cualquier figura pública.
La fuerza del legado de Lennon radica en su simplicidad radical, un mensaje que hoy parece más subversivo que nunca: «Love is the answer».
Además de periodista soy profesor de Comunicación, y en ese ámbito siempre me resulta revelador observar la reacción de los jóvenes al analizar su obra. En un mundo donde los paradigmas colapsan a diario, la conclusión sobre el valor de su arte es siempre la misma: la respuesta a todo es el amor. Esta afirmación, tan simple como profunda, es el hilo conductor que lo conecta con la actualidad.
Su música es la banda sonora de la esperanza; su vida, la prueba de que el arte puede ser la más efectiva forma de activismo político
Precisamente hoy, cuando la agenda internacional se conmueve con la noticia de una pronta y anunciada paz entre Israel y Hamas, la obra de Lennon parece resonar con una clarividencia escalofriante. Él nos sigue susurrando desde el tiempo su eterna esperanza: «War is over» y el anhelo utópico de «Dream is over».
Lennon es, ante todo, el soñador que se atrevió a soñar en voz alta. Los pocos que intentaron cuestionarlo o silenciarlo solo lograron, con su trágica partida, hacerlo inmortal. Como se dice en estos casos, asesinar a John Lennon fue, paradójicamente, hacerlo vivir en muchos millones de personas que hoy, consciente o inconscientemente, sostienen los ideales de un mundo mejor.
Su música es la banda sonora de la esperanza; su vida, la prueba de que el arte puede ser la más efectiva forma de activismo político. Su legado no es solo música, es una filosofía de vida innegociable que, 84 años después, nos recuerda que para cambiar el mundo, primero hay que atreverse a imaginarlo.