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Señor, yo no soy digno

Comenzamos la primera semana de este Santo Tiempo del Adviento y lo hacemos con el Evangelio de San Mateo, capítulo 8 versículos 5 al 11, donde se entabla un diálogo entre un centurión romano y Jesús, a la entrada de la ciudad de Cafarnaum, donde este se acerca para pedirle al Señor porque su criado está enfermo y Jesús dice “Yo iré a curarle”. Y este hombre responde, “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”.

Y esto trae la alabanza de Jesús, de la Fe que encuentra en este hombre. “Les aseguro”, termina el Evangelio, “que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos”.

Por un lado, está promesa del Señor, de que el mensaje que trae es para todos, “vendrán de oriente y occidente a sentarse en la mesa…” Pero para eso es necesario reconocer que no somos dignos.

Y es cierto. No somos dignos de que El entre en nuestra casa, como repetimos en la misa. Qué importantes es este diálogo y así lo repetimos cada día.

La necesidad de sabernos necesitados del Señor, que no somos dignos. Y por otra parte, como dice la liturgia, El nos hace dignos de traernos su presencia.

Que reconozcamos nuestra indignidad que va unida a la vez al reconocer que El nos hace dignos, y que la invitación es para todos.

Que al iniciar esta semana y el Santo Tiempo de Adviento estemos dispuestos a decirle al Señor que no somos dignos de que entre, pero que alcanza una palabra para ser salvados.

Que la Virgen de Luján te bendiga.